Roberto Cassá, “la novela Enriquillo entraña una falsificación de la historia”

Vianco Martínez/Especial para Acento.com.do

Roberto Cassá, una visión crítica de Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Eran hombres de ideas y también hombres de acción. Y con su palabra y su quehacer, con su pensamiento y su lucha política y social, forjaron los rudimentos de la nación dominicana y de la dominicanidad. Algunos, incluso, tomaron las armas para tratar de hacer realidad  el proyecto de nación en el que creían.

Y ahora Roberto Cassá, historiador, maestro, pensador, director del Archivo General de la Nación, cronista del pasado y autor de una amplia gama de libros que enriquecen los registros de la historiografía moderna los ha traído, en un libro y ha presentado un libro reparador de olvidos, que da actualidad a sus ideas: Pensadores decimonónicos.

“Esta es una obra sobre el pasado escrita en clave de presente”, dice. Su actualidad está en el hecho de que algunos de los problemas que ellos abordaron hace más de cien años, son los mismos que enfrenta la sociedad dominicana hoy, pero agravados.

Circunspecto y formal, Cassá nunca abandona su aire de profesor: “Clave de presente, porque muchos de los problemas siguen vigentes, entre ellos, el personalismo de los políticos”. Considera que el conocimiento del pasado ayuda a pensar el presente. “Y ese es un poco el espíritu que tiene este libro”.

Manuel de Jesús Galván
Manuel de Jesús Galván

La obra contiene la biografía intelectual de doce figuras cimeras del pensamiento dominicano, algunas de ellas injustamente echadas al olvido:

José Gabriel García, el pionero de la historiográfica dominicana de vocación nacional, que, como un Heródoto en su tiempo, reunió la historia de boca en boca para contarla en sus libros; Mariano Cestero, espíritu beligerante y rabioso defensor de la soberanía, que, calificado por Cassá como el “insurgente esporádico”, se enfrentó a Buenaventura Báez por su personalismo y su anexionismo, y se adelantó a la historia, al definir el incipiente expansionismo norteamericano como “mercantilismo codicioso, ávido de conquistas”, y a sus sustentadores como “modernos cartagineses, supremos acaparadores de pueblos, insaciables acumuladores de oro”.

Además, Manuel de Jesús Galván, protegido del marqués de las Carreras, defensor de la Anexión a España, asalariado del régimen anexionista y detractor de los Restauradores; colaborador del dictador Ulises Hereaux y autor de Enriquillo, una novela que ha vencido el tiempo; Francisco Gregorio Billini, pensador, civilista, Presidente de la República, autor de la novela Baní o Engracia y Antoñita y combatiente de primera fila en varios procesos, que en la Anexión a España se negó a jurar por la bandera española y lo pagó con cárcel y exilio; y Bernardo Correa y Cidrón, el cura que participó en las deliberaciones del Tratado de Basilea de 1795, mediante el cual España cedió a Francia los territorios de la isla Española.

Entre los biografiados de Cassá están igualmente José Ramón López, el sinuoso intelectual al que injustamente, por una interpretación de su libro La alimentación y las razas hecha por Joaquín Balaguer y otros intelectuales, se endilga el soporte teórico del pesimismo dominicano; Federico García Godoy, educador, crítico literario y patriota a tiempo completo, que se opuso a la intervención militar norteamericana de 1916 y escribió obras fundamentales ceñidas al patriotismo de la época, entre ellas la Trilogía Patriótica (Rufinito, Alma dominicana y Guanuma), además de El derrumbe, la gran querella contra la decadencia de los tiempos, que fue prohibida por las autoridades de la intervención militar.

Está también Rafael Justino Castillo, periodista independiente, integrante de la primera generación de alumnos del maestro Eugenio María de Hostos, hombre de elevados principios y crítico de los liberales de su tiempo que, según él, cuando llegaban al poder reproducían las prácticas autoritarias de sus adversarios conservadores; juan Vicente Flores, el más olvidado de todos los pensadores, rabioso opositor de Ulises Hereaux, llamado por Roberto Cassá el “sempiterno exiliado” por el largo tiempo que vivió expatriado, autor de una biografía del dictador Lilís que fue menospreciada por sus contemporáneos y que, en las penurias del destierro, llegó al extremo de comer cáscara de naranja para poder alimentarse, y nunca dio su brazo a torcer.

Roberto Cassá incluyó también a Emiliano Tejera, hijo de uno de los fundadores de La Trinitaria, integrante de la generación de liberales posterior a la ruptura con Haití, incondicional servidor de la República, amigo del Arzobispo Meriño, opositor a la Anexión a España, institucionalista y hombre de saber universal y recios principios, que, por sus convicciones legales, fue enviado a prisión por Buenaventura Báez.

La lista de biografiados contiene también a Alejandro Angulo Guridi, considerado el precursor del indigenismo en América por su libro Los amores de los indios, intelectual de sólida formación, que antes de los veinte años ya había publicado tres novelas; incluye también a Manuel de Jesús de Peña y Reynoso, un educador que creía en la libertad y en el lenguaje como instrumento de la historia y como reafirmación de la identidad.

En Pensadores decimonónicos Roberto Cassá propone una mirada distinta a la de otros pensadores sobre la novela Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván. “El producto literario –dice- entrañó una falsificación de la historia”. Y observa que su autor no buscaba “rescatar la cultura aborigen, sino la gesta de la implantación española”.

Cassá añade: “El relato Enriquillo está condicionado por una perspectiva maniquea. Están ausentes consideraciones históricas, étnicas, sociales, aunque ataca la depredación de los conquistadores. Pero no se debía al sistema en sí mismo, sino a la presencia de figuras perversas que circunstancialmente incidieron para torcer el curso de los eventos. Junto a estos estaban los buenos, que formaban un elenco no menos poderoso que los contrarios. La primera alma buena era Isabel la Católica, a diferencia de su marido, protectora consecuente de los nuevos súbditos”.

“Pero para que no cupiese duda de la fuerza determinante de este partido –prosigue el biógrafo- también resulta que (Cristóbal) Colón era poco menos que un santo varón, animado exclusivamente por una finalidad mística, y defensor resuelto de los indios”.

Refiere Cassá que en el libro de Galván, el cacique Enriquillo no es culturalmente un indio, sino un aculturado por obra de sacerdotes y de otras personas.

Con esta visión sobre la emblemática novela Enriquillo, el historiador contraviene la visión de otros autores, entre ellos la de Joaquín Balaguer, que en su Historia de la literatura dominicana la calificó como “la más realista y al propio tiempo la más conmovedora de cuantas obras se han escrito en América inspiradas por el infortunio de la raza aborigen”, y a Galván como como “el autor dominicano que mejor asimiló el espíritu de los clásicos y el que más se ha aproximado a su sentido constructivo y orgánico de la expresión literaria”.

También contraviene la opinión del filólogo José Enrique García, quien considera a Enriquillo la cumbre del indigenismo en América Latina.

Cassá toma distancia de la opinión de algunos historiadores sobre otro de los intelectuales objeto de estudio: José Ramón Lopez (1866-1922), a quien se endilga la teoría del pesimismo dominicano. “Todo eso es falso”.

Manuel de Jesús Galván
Manuel de Jesús Galván

La confusión sobrevino, según el historiador, por la interpretación que hizo la posteridad de su libro La alimentación las razas, publicado en 1896. “Quedó un trasfondo ambiguo en la evaluación del conjunto de su obra, en el que se consideraba que lo más relevante, precisamente, residía en las expresiones absurdas contenidas en ese libro”.

Citó un escrito de Joaquín Balaguer que sirvió de prólogo al libro El pesimismo dominicano, publicado por la Universidad Católica Madre y Maestra en 1975. “Balaguer planteó que en ese libro se presentaba una pintura tan exacta como desconsoladora y patética de la vida rural dominicana” y presentaba una exageración de la realidad.

Balaguer no conoció la obra de López y redujo sus opiniones a ese libro primero. “Esta apreciación –añadió- no tomó en consideración que en el segundo libro (La paz en la República Dominicana, 1915) se plasmara una ruptura conceptual con el anterior, fruto de un proceso de veinte años de estudios y elaboraciones”.

El libro La alimentación y las razas plantea que los hábitos alimenticios determinan la manera de ser de los pueblos y repercute en su capacidad creativa, y resta posibilidad a la masa de campesinos pobres de producir cambios en la sociedad.

Refiere Cassá que, tras el fracaso del proyecto modernizador de Ulises Hereaux, José Ramón López evolucionó en sus ideas y se adhirió al socialismo, pero un socialismo científico, no bolchevique ni extremista, y que no cuestionara al papel protagónico de la burguesía como agente de generación de riquezas. Y al final, terminó siendo gestor del movimiento obrero dominicano.

La historia tiene mil caminos, y cada uno de estos pensadores trilló uno distinto. Unos eran liberales, otros conservadores; algunos tomaron las armas, otros se quedaron solo con las ideas. Otros más se fueron al exilio, empujados por el autoritarismo de la época, mientras algunos de ellos se internaron en el país profundo, como Federico García Godoy, que en 1880 se fue a La Vega y desde allí irradió a América la luz de sus ideas.

Roberto Cassá ha desandado los caminos de la memoria, y de su reverso: el olvido. Pensadores decimonónicos, dice el prologuista Álvaro Caamaño Santana, “rescata la impronta de estos hombres”.

Algunos eran la rabiza de la historia y ni siquiera habían sido saludados por la posteridad. Y ahora están aquí, ante la mirada de una nueva era; con sus historias y sus motivos, con sus circunstancias y los ardores de su tiempo –tiempo fundacional, alborada del futuro-. Roberto Cassá no ha hecho solo un retrato intelectual de doce pensadores, también ha recreado su época, con sus avatares y sus desmesuras.

Vivieron un tiempo en que la patria titubeaba y se inventaba un andar, debatiéndose entre la tribuna y la pólvora, mientras el progreso estaba a la espera de una oportunidad. Aquí está la historia de sus sueños y de sus anhelos. La patria que dejaron en sus libros aún tiene pendiente la redención, dice el cronista.

“Eran las grandes luces de la época”, dice Cassá.

Roberto Cassá
Roberto Cassá
¿Cuál es la propuesta del libro Pensadores decimonónicos?

Este es un libro más de historia de intelectuales, que tiene un común denominador, como se ve en la introducción, de rastrear las elaboraciones. ¿Por qué?  Porque las biografías de estos personajes están condicionadas por sus elaboraciones intelectuales. Es decir, eran pensadores.

Pero en el caso dominicano, y quizás latinoamericano, estos pensadores eran hombres políticos, eran hombres de Estado, que estaban en el centro siempre de los procesos políticos.

Algunos eran de armas tomar

Sí, claro. Goyito Billini (Francisco Gregorio) estuvo insurrecto, Mariano Cestero. Era gente desde joven muy notable, periodistas brillantes, gente que hizo una labor patriótica extraordinaria. Pero estaban participando en la acción política.

Como eran al mismo tiempo personas de reflexión, lo que ellos hacían atendían a la dinámica de la historia.

Es distinto de un Enmanuelle Kant en Europa, que ve la historia desde lejos, desde la cátedra –la historia mundial, las grandes tendencias-. No. Estos estaban en medio de una sociedad pobre, de una sociedad en estado terrible de indefiniciones y de ansiedades por la realización y todo lo que buscaban era el establecimiento de un orden deseable, superar el primitivismo y la pobreza, que era el denominador común de la vida dominicana; todavía lo sigue siendo. Eso ha quedado como un fondo terrible.

Entonces, ¿que buscaban? Las vías para superar los obstáculos para esta realización material, institucional y espiritual.

Podemos decir que, más o menos todos, pero eso tiene sus variaciones, buscaban que el capitalismo se desarrollara. No veían otra opción. Incluso, algunos que tenían tendencia socialista.

¿Incluyendo a Federico García Godoy, que se decía socialista?

Claro. Y José Ramón López, a pesar de haber sido un conservador en cierta etapa de su vida. Pero también terminó como un mentor del movimiento obrero.

Pero José Ramón López lo dijo mejor que García Godoy: “El socialismo es una versión desarrollada del capitalismo”, sin conocer a Marx. El que conoció un poco a Marx fue García Godoy.

Eso, por un lado, la cuestión material, la cuestión institucional, tenemos que pasar a un país organizado, de instituciones sólidas. Eso lo desarrolla, entre otros, Rafael Justino Castillo. Pero en Angulo Guridi usted lo va a ver también.

Ordenamientos estatales legales modernos, constitucionales. Hay una línea de reflexión constitucional en varios de ellos, que la inicia, sobre todo, Angulo Guridi, pero que otros la siguen. Era establecer una democracia, capitalismo al estilo de un país central. Ellos creían que eso era posible. ¡Y democracia!

Por último, reforma cultural, la búsqueda de una metafísica del dominicano. De dónde venían los trasfondos de tantas fallas ¿Problemas raciales? ¿Problemas educativos? ¿Problemas étnicos? ¿Problemas de la herencia española?

Es decir, usted va a ver una serie de búsquedas, de por qué el dominicano actuaba de esa manera.

Esas miradas estaban bien claras en El derrumbe

Claro. Pero de todos. De alguna manera, todos se están preguntando, mutati mutandi, claro, sobre esa condición del dominicano, ¿qué es el dominicano y qué hay que hacer? Entonces, usted va a ver una serie de panaceas: la educación, una institucionalización que desarraigue el personalismo de los políticos. Hay un gran repudio a la clase política desde ahí. El individualismo popular de los dominicanos.

Usted va a ver una línea de varios de ellos, que comienza con Billini, sigue con Cestero y termina con García Godoy, donde hablan de que el gran mal de la sociedad dominicana es un fondo individualista de psicología colectiva, de condición espiritual del pueblo dominicano. Ellos veían las cosas de esa manera, con dosis, incluso, de cierto racismo en algunos de ellos. Dosis. No eran racistas a secas ni mucho menos. Y todos creían en la vía de superación. No renunció ninguno de ellos. Se habla de pesimista. Todo eso es falso.

Alrededor de ese tipo de situaciones se crea una herencia cultural, una especie de tradición de reflexión alrededor de diversos problemas: la cuestión étnica, la cuestión institucional, la cuestión económica, el campesinado, qué vamos a hacer con esa masa bárbara, cómo la vamos a disciplinar, cómo la vamos a llevar a la modernidad.

José Ramón López dijo que había que establecer un sistema educativo especial para los campesinos. Era ponerlos a trabajar; a estos no hay que ponerlos a pensar, otra escuela para trabajadores, pero obligarlos a trabajar a través de la educación.

Hay ver una serie de reflexiones que yo trato de recoger en el libro, desde el ángulo de que eran intelectuales comprometidos con la patria. Eran patriotas, era gente auténtica, que entonces dio lugar a ese corpus reflexivo, que a mi modo de ver, no ha sido suficientemente rescatado, hasta este libro.

Yo creo que es una contribución el libro que tiene su basamento, en gran medida, en la recopilación que hizo Andrés Blanco de estos pensadores, que se han publicado casi todas o todas, en al Archivo General de la Nación.

Este libro nos ayuda, además de pensar esas problemáticas y entender mejor la vida de estos ilustres, ciudadanos de primera, como pensadores y patriotas, a entender más a fondo la historia social. Porque ellos, con sus herramientas, pero como partícipes, por ser gente que estaba cerca de estos procesos, nos proporcionan instrumentos para entender la historia dominicana mejor.

Es decir, el estudio de las ideas, de la historia de las ideas, se revierte en un mejor estudio de la historia social.

Yo lo llamo a ver lo que dice, desde un ángulo clasista, Alejandro Angulo Guridi, cómo explica la historia dominicana que culmina en esos textos -que fueron tres- que él escribió con motivo de la Anexión a España y luego la Restauración; cómo él analiza, con una brillantez extraordinaria, desde su ángulo, por supuesto; por qué naufrago la nacionalidad dominicana en 1861. Y elabora una serie de lineamientos reflexivos de enorme importancia, algunos de los cuales se popularizaron, pero otros no.

Lo mismo vemos como José Gabriel García monta un utillaje mental para entender la vida de los dominicanos. Es decir, son cosas que algunas están entre líneas, pero que al estudiarlas, de manera más sistemática, podemos profundizar mejor. No en la obra de García, en la propia historia, objeto de la obra de García.

Este libro está concebido desde ese ángulo de interacción en el contexto histórico, porque a estos pensadores solo se les puede entender en su contexto por esta tarea práctica que se trazaron todos de contribuir a superar, digamos, las deficiencias sempiternas de colectivo dominicano e instaurar una sociedad moderna y realizada. O sea, una patria, una patria auténtica. Es todo lo que buscaban.

Eran sinceros, eran individuos con una capacidad reflexiva, dejaron un sedimento en su época, porque eran las grandes luces de la época.  Entonces, era de rigor rescatarlos.

¿La sociedad dominicana tiene pendiente luchar por lo que ellos lucharon?

Sí. Luchar por el espíritu de lo que ellos lucharon, porque las cosas han cambiado mucho y hay nuevos problemas. Muchas de las cosas de hoy no existían en aquella época.

Es lógico. Tenemos ya una sociedad que ha salido de ciertos estratos absolutos de una pobreza generalizada, como era propio del siglo XIX. Este país ha cambiado mucho desde finales del XIX y, sobre todo, después de la ocupación militar norteamericana y de Trujillo. Ha habido varios eslabones de grandes cambios. Las cosas han cambiado, hay nuevos problemas, y nuevos problemas a veces más graves que los problemas ancestrales recogidos por estos pensadores.

El problema de la naturaleza, de la degradación ambiental, eso no estaba. Le pongo un ejemplo. El problema de la desmoralización colectiva, de la oposición pueblo-Estado, eso no estaba presente. Estaba en cierta manera, pero de otra manera. Eso es el pasado-, pero un pasado que nos ilumina mucho sobre el presente.

También esta obra está escrita en una clave de presente. Yo creo que lo digo en la introducción. Clave de presente porque muchos de los problemas siguen vigentes. El personalismo de los políticos.

Esto nos ayuda a pensar mejor las raíces de los problemas del presente. No quiere decir que están solucionados porque, como le dije, ya el contexto es otro. Pero el conocimiento del pasado nos ayuda a pensar el presente. Es un poco el espíritu que tiene este libro.

En resumen, ¿cuál es la idea del libro Pensadores decimonónicos?

Es una crónica del pensamiento crítico dominicano.

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