02 de junio de 2025.
Por: José A. Mateo Gil.
A raíz de la llegada al poder del presidente Donald Trump en su segundo período de gobierno, la política exterior de los EEUU, dio un giro radical con respecto a los gobernantes que lo precedieron. De manera sorpresiva e inusual, inició su gestión gubernamental emitiendo órdenes ejecutivas al margen de la aprobación del congreso, violentando la constitución y las leyes vigentes.
La aplicación de políticas arancelarias escandalosas a las importaciones de China, Canadá, México, y demás naciones importantes que tienen relaciones comerciales con EEUU, como estrategia proteccionista a la producción nacional, ha generado la oposición inmediata de los países más afectados con estas disposiciones. A tal punto, que se ha desatado una reacción en cadena, no solo por el tema impositivo, sino que la sumatoria de una andanada de órdenes ejecutivas en los primeros 100 días de su gestión, tales como: La aplicación de políticas migratorias endurecidas, el recorte de la cooperación internacional a países amigos, entre otras medidas, han puesto al mundo patas arriba.
En el ámbito político, el manejo que Trump ha dado a la guerra entre Rusia y Ucrania, la tímida intervención en el conflicto Israel-Palestina, la reducida cooperación a la unión europea y la OTAN para protegerse de Rusia, son los hechos más relevantes que han recibido duras críticas al mandatario. Las conversaciones bilaterales de Trump con Putin, para buscar una salida satisfactoria para las partes, mediante un acuerdo de paz con Ucrania al margen de los países europeos, desencadenó en una ruptura insalvable de los antiguos aliados (EEUU-EUROPA).
En tanto que, la propuesta de Trump de ocupar la franja gaza, buscando territorios alternativos para alojar a los palestinos, no fue aceptada por la comunidad árabe. Y como si todo fuera poco, las pretensiones del líder norteamericano de comprar la isla de Groenlandia, que ya lo había intentado en su primer período de gobierno, dada la importancia para la seguridad de EEUU, por su ubicación estratégica entre Euroasia, Norteamérica, y la zona ártica. Estas iniciativas han dejado un sabor amargo en la comunidad internacional.
Las órdenes ejecutivas emitidas por el recién instalado gobierno, responden a una visión revolucionaria del Trompismo, que persigue devolver la fortaleza y poder hegemónico del imperio, dado el descalabro económico, político y social, que, según él, dejaron los gobiernos demócratas en el Imperio del Norte. Sin embargo, todo parece indicar, que esa visión de desbaratarlo todo para armarlo de nuevo, sin una planificación previa que priorice los temas puntuales, ha provocado un avispero, no solo en la estructura organizacional de la geopolítica a nivel internacional, sino que está marcando el punto de partida de una sociedad distinta a la que hasta ahora nos ha tocado vivir.
Su política exterior se ha enfocado en imponer elevadas cargas impositivas a las importaciones provenientes de las economías emergentes con quien tiene relaciones comerciales. Ante tal disposición, los países afectados han manifestados su indignación aplicando las mismas políticas impositivas a los productos importados por Estados Unidos, generando una guerra comercial sin precedentes entre las grandes potencias, y el repudio de países amigos.
El mundo está atento al desenlace de las medidas de política exterior ejecutada por el trompismo. Todo parece indicar, que si no se busca una salida consensuada a cada una de las iniciativas que han generado conflicto, se producirá una fragmentación del orden mundial, donde el poder económico, político y social estará distribuido y compartido entre las grandes potencias. En consecuencia, estaríamos asistiendo de un mundo bipolar a un mundo multipolar de los poderes imperiales.
Esta situación solo puede revertirse, si el presidente Trump reconsidera algunas disposiciones que afectan sensiblemente a los demás países. Un juez de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, ha emitido sentencias que anulan algunas de estas disposiciones. Un torbellino de dudas asalta a los líderes mundiales, esperando una reconsideración de la mayoría de esas órdenes ejecutivas.
El momento histórico que vive la humanidad no es para diatribas, ni muchos menos para alimentar el ego de particulares. Desafortunadamente estamos en medio de una guerra que no termina entre Rusia y Ucrania, una confrontación bélica descarnada entre Israel y Palestina, que requiere de que los líderes mundiales se pongan de acuerdo para poner fin a tan abominables conflictos bélicos. Estamos en la era de la inteligencia artificial que colocará al hombre en una dimensión inimaginable en todos los órdenes de la convivencia humana, por lo que, para lograr tales propósitos, la humanidad necesita que reine un clima de paz.
La desarticulación del poder concentrado entre dos imperios antagónicos, y el consecuente surgimiento de un mundo multipolar, nos plantea un nuevo escenario geopolítico a escala global. El debilitamiento de las relaciones de los aliados tradicionales (EEUU- EUROPA), incluyendo a la OTAN, que ha recibido duras críticas del trompismo, constituiría un gran desafío para los países europeos.
Si Trump mantiene su política exterior sin realizar los ajustes correspondientes, Europa tendría una gran disyuntiva. Se enfrentaría a una era de mayor autonomía, pero también, a una situación de mayor vulnerabilidad, que podría marcar el inicio de una transformación profunda del equilibrio geopolítico europeo. Las consecuencias pudieran ser profundas tanto en lo estratégico, lo político y lo económico.
El gran temor de Europa, es que un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia, tal como lo han planteado en las conversaciones que han sostenido (Trump-Putin), pudiera permitir a Rusia reconstruir su poderío militar y alimentar sus ambiciones expansionistas, lo que pondría en riesgo la seguridad de Europa. La propuesta de alto al fuego de Putin, genera desconfianza en la comunidad internacional. Puesto que ha dejado evidenciado que lo que persigue, además de impedir que Ucrania pertenezca a la OTAN, es continuar sus propósitos expansionistas. Si lo logra, la amenaza rusa sobre Europa sería inminente.
Las principales potencias europeas, Alemania, Francia, Italia, España, Polonia, y Reino Unido, han reafirmado su apoyo a Ucrania. Por lo que, para que se produzca un acuerdo satisfactorio entre las partes, Trump debe enfriar sus relaciones con Europa, propiciando, por un lado, una negociación con Rusia en coordinación con Ucrania y sus aliados, y por otro lado, buscar una salida al conflicto Israel-Palestina. De no hacerlo, la vida del hombre sobre la tierra continuará envuelta, no solo en una guerra comercial sin precedentes, sino en confrontaciones bélicas permanentes que amenazan la paz mundial.
No tengo la menor duda, de que, si no se producen los ajustes necesarios a la política exterior de los Estados Unidos, y continúa la tensión y desacuerdo entre los antiguos aliados, en el futuro inmediato, Europa, como bloque, se vería obligada a intentar desarrollar una defensa común europea, al margen de los Estados Unidos. Una tarea difícil, pero necesaria.
Claro está, no todo es color de rosa. Este escenario tendría serias dificultades o fricciones con la OTAN, por la similitud de funciones. Pero también, para lograr ese objetivo, necesitan la colaboración e integración de la industria militar europea. Po lo que, para que esa iniciativa pudiera prosperar, debe ser lidera por Francia y Alemania, que han tomado la voz cantante en repudio a la política exterior de Trump, y poseen las economías y experiencia militar más acabada.
En este contexto, donde Europa se encuentra desprotegida, con unos gobiernos socialistas o no, que enfrentan a Rusia, y otros que se desvinculan de Estados Unidos, debido a la política exterior implementada por el trompismo, le abre un espacio ideal para que China consolide su presencia en Europa. Esta incursión China aumentaría su influencia especialmente en países del este y sur de Europa, es una posibilidad que está latente y en proceso de gestación. Los chinos no duermen, harían inversiones en infraestructura y crearían una dependencia tecnológica y financiera fortaleciendo a oriente.
La presencia china en Europa, pudiera crear tensiones en la región, por el hecho que, la ambigüedad de las relaciones de Trump con Putin, podría interpretarse como que estados unidos le daría menos apoyo a Ucrania, dejando esa carga económica y política a Europa, tal como lo ha venido predicando Macrón. En consecuencia, en el caso hipotético de una alianza China-Europa, el gigante asiático tendría que fijar posición frente a la guerra entre Rusia y Ucrania. Lo que pinta un panorama sombrío, porque hasta el momento, Xi Jinping, no ha intervenido directamente en los conflictos bélicos en que están envuelto los Estados Unidos. Los chinos, en un escenario como ese, controlando a Europa, Rusia, y Sudamérica, se convertiría en la potencia más poderosa del planeta.
Sin embargo, la operación telaraña puesta en marcha este domingo, en la víspera de celebrarse una reunión en Estambul, con delegaciones de Rusia y Ucrania, gestionando un acuerdo de paz para poner fin al conflicto, toma un giro peligroso que pone en riesgo la paz mundial. Ucrania, lanza un ataque a una base aérea rusa, utilizando 117 drones, destruyendo 40 aviones bombarderos en suelo ruso, con una pérdida equivalente estimada preliminar de 7000 millones de dólares. Las consecuencias de este ataque, aún están por verse. Ante tal agresión, la reacción de Putin no presagia nada bueno, no solo para Ucrania, sino para la humanidad.
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