La política proteccionista de Trump. Un intento fallido en el contexto de un mundo multipolar.

13 de mayo de 2025.

Por: José A. Mateo Gil.

La historia guarda en sus archivos los acontecimientos más relevantes ocurridos desde la aparición de la escritura hasta nuestros días. Estos relatos sirven para que las futuras generaciones conozcan el proceso evolutivo de la vida del hombre sobre la tierra y su afán por conquistar el poder para dominar, doblegar y someter bajo su dominio a sus iguales.

La motivación, como condición intrínseca del hombre, es el motor de la conducta humana. Es lo que impulsa a las personas a actuar de determinada manera, porque estas le proporcionan un sentimiento de satisfacción individual, que, a su juicio, lo elevan al éxtasis de un estado de bienestar, que se traduce en un simbolismo de auto rendir culto a su personalidad.

Los líderes mundiales, no importa en el lugar del planeta donde se encuentren, ni el contexto histórico en que les ha tocado vivir, actúan en función de sus motivaciones particulares. Desde Rancés, faraón del antiguo egipto en épocas de Moises, hasta Trump, Putin, y Xi Jinping, como cabezas visibles de los centros hegemónicos del poder imperial en la actualidad, todos sin excepción, han actuado impulsados por motivaciones personales.

La exaltación del ego es su norte, persiguen de manera compulsiva buscar reconocimiento, control, superioridad, o la necesidad de evitar la sensación de vulnerabilidad o inferioridad. El ego se alimenta de ese deseo ferviente del individuo de exhibir su importancia o superioridad. Cuando logran los objetivos que se han propuesto, sienten una sensación de placer que los impulsa a enfrentar nuevos retos con miras a conquistar o mantenerse en la cúspide de su delirio de grandeza.

A la llegada al poder del presidente Donald Trump, en su segundo período de gobierno en la potencia económica más poderosa del planeta, éste inauguró un nuevo estilo de gobernar acorde con su personalidad, emitiendo órdenes ejecutivas al margen del congreso de esa nación americana. Estas medidas, han desatado una ola de distorsiones a la actividad económica, no sólo a lo interno de los estados unidos provocando un proceso inflacionario, sino a escala global.

Los agentes económicos están nerviosos y al borde del colapso. En el ámbito comercial, la imposición de aranceles con montos desproporcionados a las economías emergentes, para justificar el proteccionismo de las empresas locales, mediante las sanciones impositiva a productos importados, ha generado una reacción de los demás líderes mundiales. Su estilo de gobierno ha roto todos los parámetros de las leyes de la economía. Nunca antes se había registrado la ejecución de políticas de estado que afectaran de manera tan desproporcionada y poco procesada a una colectividad.

En circunstancias como estas, echar una ojeada a lo planteado por dos grandes exponentes de la teoría económica, puede ser útil para tratar de entender la lógica de la medida de política fiscal y monetaria del gobierno del presidente Trump. Por un lado, Adam Smith, representante y fundador de la escuela clásica, y padre del liberalismo económico, planteaba en la obra titulada «Las riquezas de las naciones» en el año 1776, que el mercado se reajusta a sí mismo, mediante una mano invisible que regula la economía y las fuerzas de la oferta y la demanda. Smith abogaba por la no intervención del estado en la economía, porque las fuerzas del mercado de oferta y demanda determinarían los precios.

En tanto que, la escuela keynesiana de John Maynard Keynes, propiciaba una intervención del estado para potenciar la actividad económica. Sostenía, que el libre mercado carece de mecanismos de auto equilibrio que lleven al pleno empleo. Justificaba la intervención del estado mediante políticas públicas orientadas a lograr pleno empleo y estabilidad de precio.

Estos dos colosos de la historia del pensamiento económico, sustentaron sus teorías con argumentos lógicos y funcionales. Ambos tenían razón, porque las basaron en distintos contextos económicos. Sus ideas responden a realidades diferentes, y no necesariamente se contradicen por completo. Las ideas de Adam Smith funcionan bien en mercados competitivos, estabilidad macroeconómica y libre juego de oferta y demanda.

Keynes, en su obra «Teoría general del empleo, el interés y el dinero» publicada en el año 1936, destaca su critica a la teoría clasica e introduce el concepto de demanda agregada como motor de la actividad económica. Desarrolló su teoría en el contexto de la gran depresión de EEUU del 1929, con un gran desempleo, estableciendo que la baja en la demanda no se corregían de manera automática. Por lo que, necesariamente tenía que intervenir el estado para corregir esas distorsiones, que aumentará la demanda agregada, estimulará el empleo y la inversión, así como también, usar el gasto público como herramienta para estabilizar la economía.

Estas reflexiones sobre las recetas, que, en su momento, sugirieron estos maestros de la economía, nos dejan como enseñanza que la aplicación de medidas de política económica debe de estar acorde con las circunstancias de la crisis que se pretende combatir. En momentos de crecimiento estable de la economía, lo planteado por Adam Smith es la receta ideal. En tanto que, en momentos de crisis o recesión profunda, con estanflación y desempleo, lo plantado por Keynes es lo más aconsejable.

Sin embargo, las políticas implementadas por Trump mediante la puesta en marcha de órdenes ejecutivas al margen del congreso de los EEUU, ha creado distorsiones significativas de la actividad económica norteamericana y en los mercados mundiales en su conjunto. La imposición de aranceles escandalosos por parte del gobierno de Trump a las importaciones de China, México, y Canadá, por poner un ejemplo de economías robustas, traerá consigo, no solo aumento generalizado de precios a esos productos a lo interno del mercado americano, sino que afecta sensiblemente los mercados financieros y las bolsas de valores a escala global.

Las políticas implementadas por el gobierno de Trump parecen tener buenas intenciones, ya que pretende devolver a la economía norteamericana la robustez que habían exhibido durante décadas. Sin embargo, todo parece indicar que el método utilizado para lograr tales propósitos carece de consistencia y legitimidad jurídica. A tal punto, que varios jueces del sistema de justicia norteamericano han impugnado algunas de las órdenes ejecutivas que aún permanecen vigentes.

Es utopico pensar que imponiendo altos aranceles a las importaciones, los Estados Unidos puedan volver a su época de gloria económica. Su gran error consistió en sacar sus fábricas e industrias a otras latitudes en busca de mano de obra barata. Revertir esa situación a estas alturas en pleno desarrollo de la era de la inteligencia artificial, es muy dificil, por no decir imposible.

Los estrategas del gobierno de Trump deben ser más creativos para buscar alternativas que les permitan relanzar la actividad económica del imperio. Establecer unas series de incentivos para que las empresas norteaméricanas en otros territorios retornen a su punto de origen, puediera ser una alternativa a considerar, en vez de elevar las tasas impositivas a las importaciones.

Lo que está por verse es, si el presidente Trump, en los acuerdos a que ha llegado con China en la última reunión, haría los ajustes necesarios que satisfaga las demandas del gigante asiático y los demás países afectados. Si Trump mantiene su posición de proteger la producción nacional a través de un sistema impositivo agresivo que limite las importaciones de esas economías emergentes, la crisis se agudizará a tal punto, que desatará una guerra comercial sin precedentes entre las grandes potencias del planeta, afectando de manera sensible a los demás países del tercer mundo.

Hoy no es ayer, el mundo bipolar que conocimos durante décadas como resultado de la primera y segunda guerra mundial entre EEUU y la URSS, quedó sepultada y sólo vivirá en la memoria histórica de cada uno de nosotros. La multipolaridad se ha abierto paso con el desarrollo de los países emergentes, tales como China, La India, y el fortalecimiento del BRIC como bloque.

El mundo multipolar ha ganado la batalla. La distribución de las fuerzas políticas, económicas y sociales entre las grandes potencias es inminente. Donde ninguna de ellos tendría la capacidad de aplastar al otra, por el hecho de que, por separado, tienen recursos suficientes para afectar los intereses del contrario. A todo esto, se suma la lucha entre China y EEUU por el control de la inteligencia artificial, que, en definitiva, es una de las razones que de manera solapada ha dado pie a este conflicto.

Es precisamente en atención a la multipolaridad que las órdenes ejecutivas emitidas por el presidente Trump tienen que ser revisadas y reconsideradas por las autoridades norteamericanas. Afortunadamente, lo que parecía imposible, todo parece indicar que Trump y Xi Jinping llegarán a un acuerdo satisfactorio. La reunión de esta semana así lo indica. Solo falta definir la proporcionalidad de la imposición de aranceles a productos importados de ambos países. Se espera, que lo mismo suceda con los demás economías emergentes afectadas.

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