Por: Ing. Carlos Manuel Diloné
Recientemente, tuvimos el privilegio de celebrar los cumpleaños del Dr. Jeferson, la Dra. Oreste, el Ing. Serrano y mi querida esposa, Carmen. Fue una reunión entrañable, donde el ambiente familiar se impregnó de hermandad, camaradería y un compartir genuino, marcado por la alegría y el afecto sincero.
En cada celebración resuenan ecos de nuestras raíces, como un reflejo de los días en los que el dulce aroma de la melaza y el azúcar se fundía con la determinación de quienes, más allá del Cayo, persiguieron el éxito con pasos firmes. Los viejos caminos de hierro y el chirrido de los trenes aún vibran en nuestros recuerdos, elevando al cielo su melancólica sinfonía, como una plegaria que busca llegar hasta el Creador.
El Batey sigue vivo en nosotros. Es esa locomotora incansable que nos conduce a través de los vastos campos del conocimiento, disipando temores y fortaleciendo nuestra esencia como seres humanos. Nos recuerda el compromiso con los nuestros y la importancia de preservar la amistad, ese lazo inquebrantable que nos une más allá del tiempo y la distancia.
A los homenajeados, nuestras más sinceras felicitaciones. Que la vida les siga regalando momentos de dicha, salud y prosperidad.















