Dalia VenturaBBC News Mund
Quizás te has topado con su nombre, después de todo, hay unas 50 técnicas, modelos, teoremas y fenómenos que lo llevan.
Cosas como la oración de Ramsey, el test de Ramsey, el precio Ramsey, el teorema de Ramsey, el proceso de ramsificación…
La más divertida y diciente es «el efecto Ramsey», una expresión acuñada por el prominente filósofo estadounidense Donald Davidson para designar una experiencia compartida por varios pensadores: el fenómeno de encontrarte con que tu emocionante y aparentemente original hallazgo ya había sido descubierto y presentado con más elegancia por Frank Ramsey.
Eso nos da una idea del calibre de su genialidad, y más si tienes en cuenta que tuvo un tiempo muy corto para hacer todos sus valiosos aportes.
«Empezó a hacer su brillante trabajo cuando tenía 19 años, como estudiante universitario, y murió a la edad de 26 años, así que fue menos de una década«, le dijo a BBC Mundo Cheryl Misak, profesora de filosofía de la Universidad de Toronto (Canadá) y autora de la primera biografía de él: «Frank Ramsey: A Sheer Excess of Powers» (Frank Ramsey: un auténtico exceso de poderes)
Pero, aunque fue cuando llegó a la Universidad de Cambridge (Inglaterra) que produjo sus contribuciones fundamentales a las matemáticas, la economía y la filosofía, su gran capacidad intelectual siempre fue obvia, particularmente para su familia.
¿Prodigio?
Es difícil saber, señala Misak, cuánto de lo que se cuenta sobre Ramsey cuando era niño es parte del mito que se crea en retrospectiva cuando alguien demuestra ser, de adulto, genial.
Sin embargo hay episodios que evidencian su precocidad.
Un día, el pequeño Frank le anunció a su madre, Agnes, que su hermano menor, Michael, era, desafortunadamente, un conservador:
– Le pregunté: ‘Michael, ¿eres liberal o conservador?’
– Y él dijo: ‘¿Qué significa eso?’
– Y dije: ‘¿Quieres mejorar las cosas cambiándolas o quieres mantener las cosas como están?’
– Y él dijo: ‘Quiero mantener las cosas’.
– Entonces debe ser conservador.
Con su hermano, siempre se llevó bien, a pesar de sus diferencias, no sólo en asuntos políticos sino también religiosos. A los 13 años, Frank era ateo mientras que Michael ingresó a la Iglesia anglicana y se convirtió en arzobispo de Canterbury.
Su madre había sido una de las pocas mujeres que había ido a la universidad; estudió Historia en Oxford, tomo clases de lógica con Lewis Carroll y fue una de las chicas que paseó por el río en el bote mientras él imaginaba «Alicia en el país de las maravillas».
Agnes defendía activamente causas feministas y de izquierda, con las que su hijo Frank era afín.
Su padre, Arthur, matemático y presidente del Magdelene College de la Universidad de Cambridge, era menos progresista y más austero, lo que no implica que no se ufanara de su hijo; decía, por ejemplo, que aprendió a leer casi al mismo tiempo que a hablar.
Y es que los padres suelen pensar que sus hijos son genios, solo que, en este caso, la opinión de los Ramsey fue ampliamente avalada por algunas de las personalidades más brillantes de la época.
«El estudiante más brillante»
Al llegar a la Universidad de Cambridge en 1920, el gran economista John Maynard Keynes lo describió como «de lejos el estudiante más brillante que ha aparecido durante muchos años en el país fronterizo entre filosofía y matemáticas».
Era matemáticas lo que había decidido estudiar, a pesar de que «les tenía una especie de desdén», cuenta Misak. «Su hermano decía que era su ‘diversión secundaria'», agrega.
«Se graduó como matemático y llegó a catedrático de esa materia pero, como estudiante y como profesor, estaba más interesado en la economía y aún más interesado en la filosofía«.
Y en ese campo impresionó también a tres de los cuatro fundadores de la filosofía analítica: G. E. Moore, Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein.
Moore, el editor de la respetada revista de filosofía Mind y profesor en Cambridge, confesó que se ponía «claramente nervioso» si veía a Ramsey en el salón de clase porque sabía que era mucho más inteligente que él.
Lo sabía porque un manuscrito llamado Tractatus Logico-Philosophicus había puesto en manifiesto su inmenso talento poco después de que su llegada a la universidad.
El ‘Tractatus‘
No lo había escrito él, sino el filósofo austríaco Wittgenstein, durante la Primera Guerra Mundial, e inmediatamente después de su publicación había sido reconocido como una obra maestra y proferido a su autor a un estatus cuasidivino.
Trataba sobre la filosofía del lenguaje y delineaba la relación entre las palabras y el mundo, argumentando que los problemas filosóficos eran el resultado de la incomprensión de la lógica del lenguaje.
Wittgenstein estaba tan convencido de que, al revelar su lógica real, había solucionado definitivamente todos los problemas, que abandonó la filosofía y se puso a enseñar en una escuela.
Pero el Tractatus era un texto complicado, «ni siquiera se lee como un libro normal, es una serie de puntos con subpuntos; además, utilizaba un nuevo tipo de lógica con la que pocos estaban familiarizados… es muy, muy difícil de entender», explica Misak.
Y estaba en alemán.
«Russell, quien había sido su maestro y era su amigo, habría podido traducirlo, pues lo entendía, pero Wittgenstein era un hombre muy volátil y había declarado que tanto Russell como Moore, dos de los más grandes filósofos del mundo, eran incapaces de comprenderlo. Moore, por su parte, declaró que el libro era intraducible«.
El elegido para tan poco envidiable tarea fue, a sus 18 años de edad, Ramsey.
«Llevó ese increíblemente complicado manuscrito a la oficina de mecanografía de la universidad y empezó a leer el texto en alemán en su mente mientras le dictaba la traducción en inglés a una secretaria… una traducción simultánea que Wittgenstein aprobó diciendo que era mejor que el original», cuenta Misak.
«Esa fue la primera vez que la gente pensó: ‘¡Por Dios, es alguien extra, extraespecial!'».
No sólo eso; su crítica a la teoría expuesta en el libro convenció a Wittgenstein de que, en realidad, no había logrado resolver todos los problemas de la filosofía de una vez por todas y lo trajo de vuelta a la filosofía… y a la Universidad de Cambridge.
«Bueno, Dios ha llegado. Lo conocí en el tren de las 5:15», le escribió Keynes a su esposa cuando Wittgenstein llegó a Cambridge el día de Año Nuevo de 1929 a trabajar con Ramsey, el hombre que lo había persuadido de que su Tractatus no era perfecto.
Duro pero certero
No sería ni la primera ni la única vez que criticaría a los grandes y se ganaría su respeto.
Tras escudriñar Principia Mathematica de Bertrand Russell, Ramsey dedicó su tesis a reparar lo que encontró mal. A pesar de eso, fue el mismo Russell el que hizo posible que se la publicaran.
Y sus cuestionamientos las teorías de Keynes dejaban al economista devastado y tratando de responder.
No obstante, ambos lo admiraron y lo impulsaron hasta sus últimos días.
Animado por Keynes, en 1927-28, Ramsey publicó dos artículos de economía en el Economic Journal.
«Cuando en 2015 esa revista, una de las mejores de economía del mundo, celebró su 125 aniversario con una edición especial en la que publicó los 13 artículos más importantes de su historia: los dos de Ramsey fueron incluidos«, subraya Misak.
«Los editores lo justificaron diciendo que los documentos abrieron ‘campos completamente nuevos'».
Y gozó
Mientras hacía todo esto, y más, Ramsey se divertía… y amaba.
Aunque en un principio tuvo ciertas dificultades.
«Ramsey fue un niño muy inteligente entonces siempre lo adelantaban en la escuela, lo que implicaba que siempre era unos tres años menor que sus compañeros, y eso es importante socialmente a esa edad.
«Y luego fue a la universidad justo después de que la (Primera) guerra (Mundial) terminó, así que sus compañeros eran jóvenes que habían servido en el ejército y por ende aún mayores que lo normal. Él tenía 18 años, ellos, unos 24.
«Así que en Cambridge, todos sus amigos tienen relaciones sexuales, pero él era torpe y tímido en presencia de miembros del sexo opuesto. Y era heterosexual», cuenta Misak.
Con el tiempo, desarrolló lo que describió como «una pasión por una mujer casada» que lo perturbó y decidió irse a Viena a psicoanalizarse con Theodor Reik, uno de los primeros alumnos de Sigmund Freud.
«Apenas regresó, tuvo la valentía de invitar a tomar té a una chica que le había llamado la atención desde que la había visto en unas charlas de filosofía».
Ella era Lettice Baker, se casaron en 1925 y tuvieron dos hijas.
«Tenían una relación abierta, porque Lettice así lo quería, así que él seguía yendo a fiestas y socializando».
Eso iba en línea con los códigos morales del Círculo de Bloomsbury, el grupo de intelectuales que empezó reuniéndose en la casa de la escritora Virginia Woolf, muchos de los cuales eran a su vez miembros de la sociedad secreta de discusión de Cambridge, los Apóstoles, durante uno de sus períodos más vitales.
Formada por los estudiantes más inteligentes de la universidad y a la cual sólo puedes entrar si eres elegido, no sorprende que Ramsey fuera uno de sus miembros clave (cuando te gradúas, dejas de ser apóstol y te conviertes en ángel).
«Tuvo una vida plena en esos 26 años que vivió», apunta Misak.
Nadando
Una de sus grandes aficiones era nadar en el río Cam y fue probablemente ahí que contrajo lo que causaría su muerte.
En su época, fue un misterio. Para su libro, Misak consultó expertos y muestra segura de que llegó a encontrar la causa.
«Con la ayuda de dos médicos muy inteligentes, establecimos que contrajo leptospirosis (bacteria de las heces de los animales) en el río».
En ese entonces, aún no había antibióticos para uso humano así que sencillamente murió, unos días antes de cumplir 27 años.
Pero sus creaciones siguieron dando frutos.
Su mente era tan ágil que, en varios casos, tuvieron que pasar décadas antes de que pudiéramos aprovechar sus ideas.
Ocurrió, por ejemplo, con un artículo llamado «Sobre un problema de lógica formal» (1928), las únicas ocho páginas que Ramsey publicó sobre matemáticas puras.
Más de cuatro décadas después de la publicación, los dos teoremas que usó para determinar la validez de fórmulas lógicas se convirtieron en la base de una destacada rama de las matemáticas que se llama la teoría de Ramsey y analiza el orden y el desorden.
¿Te acuerdas del efecto Ramsey?
35 años después de su muerte, el economista estadounidense David Cass y su homólogo de origen neerlandés Tjalling C. Koopmans, propusieron simultáneamente el modelo neoclásico de crecimiento económico y fue aceptado por la comunidad económica.
Pero pronto se comprobó que era equivalente al que había desarrollado Ramsey a finales de la década de 1920, el cual había sido ignorado en su momento por los economistas porque se valía de ecuaciones diferenciales.
El modelo de Ramsey es uno de los más usados por la macroeconomía.
Algo similar ocurrió cuando en la década de 1950 se publicaron trabajos sobre la probabilidad subjetiva del probabilista, estadístico y actuario italiano Bruno de Finetti; fue sólo entonces que salieron a la luz propuestas similares producidas por Ramsey.
No por nada muchos eruditos están convencidos que en esa mina de oro que ha demostrado ser la obra de Ramsey aún quedan vetas por explotar.
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