MATAR LA VIDA O VIVIR LA MUERTE

Dr. Josué Leger Peña


Nací en un valle acariciado por el mar y protegido por montañas siempre verdes. Entrelazadas entre sí, forman una cadena majestuosa que llegan al Mar Caribe, las nubes acarician sus cimas con la ternura de la brisa con o sin prisa. Desde allí, envueltas entre arenas, piedras grises y corales penetran al revés hacia sus profundidades de un mar de bellas aguas azules-verdosas y amaneceres de fantasías. Montañas preñadas de aguas frías y saltarinas brotan con alegría al correr monte adentro hasta llegar al mar. Las olas rítmicas van y vienen como alas serenas o bravías, que aletean en las playas con una hermosura singular. De las entrañas de esas lomas salen los ríos para regar la tierra, aguas transparentes, cristalinas y frías, van cantando entre murmullos hasta hundirse en el mar. Recuerdo a Birán, Palomino, Riocito, Río Caño, Arroyito.


Allí, en medio de un clima maravilloso, donde el ambiente refrescante y tranquilo guarda unos pueblecitos, que, como tribus, conviven con la naturaleza exuberante sin dañarla. Santa Elena, El Pinal, La Elba, Cornielito, entre otros, y caminando entre ellos y las montañas, a unos quince minutos, llegar a La Guázara. Todos ellos, rodeados de un verdor de primavera. Bordeando las montañas, la carretera llega zigzagueante a la cima, entonces, la serena belleza impresiona los ojos en un espectáculo hermoso que deja a uno extasiado de tanta belleza. Se pueden ver, además de pequeños ranchos distanciados, sembradíos de cafetos, pinos, mangos, guayacanes, quenepas, cítricos, plátanos, guineos, rulos, yucas y hortalizas, etc.


Mulos y burros transportan los productos agrícolas del conuco a la ciudad para vender y volver rápidamente a su paraíso con alegría. Pero, alguien desde el poder decidió, y creo que por envidia, quitarles la felicidad a esos pueblecitos. ¿Quién dio la orden de callar los trinos del colibrí, del Petíguere, del ruiseñor, del cucú, de la Perdiz? ¿Qué mal le han hecho los árboles centenarios, la majestad de las montañas, para cambiar el microclima, saciar la ambición de uno con la muerte de todos? Cobardes.


Barahona no debe esperar que destrocen lo que queda. Ya los ríos son estercoleros, secos unos, hediondos y contaminados, los que quedan. Inconformes, ahora, destruyen lo único que le queda de virgen a la Perla del Sur.
Barahoneros, luchemos sin miedo contra los depredadores, no permitamos que nos quiten el futuro. No permitamos que nos sequen los ríos que quedan, que nos exploten las lomas y que nos maten la vida.

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