Por el Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez.
El pasado sábado 15 de enero del 2022, acudí en mi vehículo a la sección Las Baitoas del distrito municipal Vengan a Ver, municipio Duvergé, provincia Independencia, República Dominicana; a comprar de los famosos, melosos y fibrosos mangos miscá.
En el trayecto y al pasar por el poblado Vengan a Ver, recordé episodios vividos por y con mi madre recientemente fallecida, cuando era maestra en esa comunidad entonces yo niño. Su ida en la mañana desde Duvergé y regreso en la tarde de Vengan a Ver (entonces tres kilómetros era la distancia entre la ciudad y la sección, seis kilómetros el recorrido de ida y vuelta), ora pedaleando su bicicleta -conmigo montado en la barra- que compró a Doña Quica (Zenaida Ramírez), ora a pie generalmente. Sus clases que impartía de lunes a viernes laborables, primeramente en la escuela rural ubicada en un bohío en la parte baja del poblado, al norte, y luego en la misma escuela pero ya mudada a la parte alta, al sur, en un promontorio; a una edificación de madera techada de zinc y con piso de cemento. Allí la ayudé con cierta docencia a sus alumnos de primaria estando yo aún en la primaria de la escuela Félix María del Monte en Duvergé.
Todo el trayecto de este a oeste de Duvergé a Las Baitoas pasando por Vengan a Ver, lo vi colmado de bancas de apuestas de distintos dueños. Se le vende allí al pobre la esperanza.
Cuando llegué al sitio donde estaban vendiendo los mangos, proximidad de la cuneta derecha (al girar y venir ahora de oeste a este); observé allí tres personas encargadas de la venta: un adulto, joven aún, una adolescente de 14 años y una niña de 12 años.
La adolescente era prácticamente la que expendía los mangos, por cierto, algunos pequeños (como que no les llovió casi) y otros con potesmas.
Le pregunté más de una vez que cuánto costaba la latica de mangos. No me respondió al instante porque estaba concentrada oyendo en una «table», música de teteo y concluyendo el pintarse de azul las uñas largas de sus manos y vi que probaba «el cutex» en lo que parecía el forro del equipo informático con el que se deleitaba.
Pregunté en más de una ocasión a esa adolescente para sacarla de ese trance sonoro: ¿Quién fue Colón? El silencio fue su primera respuesta. Y al notar mi insistencia me respondió con un tímido: «No sé.»
La cuestioné sobre su grado escolar y me dijo que estaba en Quinto Curso de la primaria.
Intervino el joven adulto, alto y flaco, que resultó ser tío de la niña de 12 años, según me dijo al preguntarle más adelante; al expresar que «eso lo dan en Tercero».
Yo le dije a la adolescente para que lo supiera que: Colón fue el descubridor de América, el descubridor de la isla que habitamos.
Noté que la niña de 12 años chupaba el dedo pulgar de su mano derecha. Ese hábito en ella, a más de cuatro años de edad, nos tiene que extrañar. Psicología Clínica señala que:
“sería un proceso de regresión si el niño no sabe resolver un conflicto que tenga en ese momento, y lo hace chupándose el dedo y reviviendo etapas anteriores ya superadas (como la etapa oral en este caso). En el caso de la fijación, el niño adquiere esta conducta porque el problema que en ese momento tiene no sabe resolverlo, y al no resolver tampoco el conflicto de su etapa oral habiendo recibido poca o demasiada gratificación, se chupa el dedo”.
La compra por los vendedores, de fundas plásticas en un colmado cercano para echar los mangos, me retrasó el fin del viaje pero permitió que el joven adulto me dijera que era huérfano de padre y madre y que había estado en Vengan a Ver donde Lorenzo Young (mi amigo estadounidense de enorme labor comunitaria en el municipio Duvergé, vinculado a la iglesia católica) en el Hogar-Escuela Nuevos Horizontes y que él le escribe (por la red) a Lorenzo para que le mande el pasaje para irse a Bávaro a trabajar.
Compré a 50 pesos cada latica de mangos miscá. Traje de Las Baitoas así, una buena cantidad de esos apetecibles mangos (para regalar a familiares y amigos en Duvergé y Santo Domingo primordialmente, y consumir algunos).
Y de regreso volví a ver la larga cadena de bancas de apuestas sobre todo en el lado derecho de la carretera, viniendo de oeste a este.
Eso es en mi amada provincia Independencia, digna de mejor suerte para su progreso y desarrollo impulsados por sus buenos hijos o en sentido general, por buenos dominicanos…
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