Cuestiones que el hombre se ha preguntado desde que el hombre es hombre y que, aún al día de hoy, seguimos preguntándonos. Llevamos toda nuestra vida intentando encontrar las respuestas a todas estas preguntas, ya sea a través de la religión o la ciencia.
Por ello, lo que pensara una de las mentes más brillantes del s. XX y de la historia, el físico alemán Albert Einstein, siempre ha suscitado mucho interés entre aquellos que aún siguen buscando respuestas a estas preguntas. Pues bien, Einstein, según declaró en multitud de ocasiones, creía «en el Dios de Spinoza» pero, ¿quién fue Spinoza y a qué Dios se refería?
Baruch de Spinoza fue un filósofo holandés, considerado uno de los grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con Descartes y Pascal, entre otros. Sus reflexiones supusieron una profunda crítica a la visión clásica y ortodoxa de la religión, algo que derivó en su excomunión y destierro, así como la prohibición y censura de sus escritos por parte de su comunidad.
Su visión del mundo y de la fe se aproximan en gran medida al panteísmo, es decir, la idea de que lo sagrado es toda la naturaleza en sí misma. Esto básicamente quiere decir que Todo es Dios.
Aunque el holandés fue repudiado por su forma de pensar, sus obras perduraron. Y no solo eso, sino que fueron abrazadas por mentalidades tan ilustres como la Albert Einstein. La postura y creencias religiosas del físico se aproximaban a la visión del Dios de Spinoza como algo que no nos dirige y castiga, sino que simplemente forma parte de todo y se manifiesta a través de este todo.
En algunas entrevistas a lo largo de su vida, Einstein manifestaría cierta dificultad para explicar sus creencias. De hecho, en una ocasión, cuando fue interrogado por el rabino Herbert S. Goldstein, sobre si creía en la existencia de Dios, este le contestó:
«Creo en el Dios de Spinoza, quien se revela así mismo en una armonía de lo existente, no en un Dios que se interesa por el destino y las acciones de los seres humanos».
Si bien no compartía la idea de un Dios personal, manifestó que consideraba que la mente humana no era capaz de comprender la totalidad del universo, ni cómo se organiza, a pesar de ser capaz de percibir la existencia de cierto orden y armonía.
En 1930, durante una entrevista publicada en el libro Glimpses of the Great de G. S. Viereck, el Premio Nobel se explayó aún más sobre este tema:
«Tu pregunta es la más difícil del mundo. No es algo que pueda responder con un simple sí o no. No soy ateo. No sé si puedo definirme como un panteísta. El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas.¿Puedo contestar con una parábola? La mente humana, no importa que tan entrenada esté, no puede abarcar el universo. Estamos en la posición del niño pequeño que entra a una inmensa biblioteca con cientos de libros de diferentes lenguas. El niño sabe que alguien debe de haber escrito esos libros. No sabe cómo o quién. No entiende los idiomas en los que esos libros fueron escritos. El niño percibe un plan definido en el arreglo de los libros, un orden misterioso, el cual no comprende, solo sospecha. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso la más grande y culta, en torno a Dios. Vemos un universo maravillosamente arreglado que obedece ciertas leyes, pero apenas entendemos esas leyes».
«Nuestras mentes limitadas no pueden aprender la fuerza misteriosa que mueve a las constelaciones. Me fascina el panteísmo de Spinoza porque él es el primer filósofo que trata al alma y al cuerpo como si fueran uno mismo, no dos cosas separadas».
A pesar de ser una de las mentes científicas más brillantes, Einstein veía que ciencia y religión no se encuentran necesariamente enfrentadas, puesto que ambas persiguen el mismo fin: la búsqueda y entendimiento de la realidad.
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