El Pentágono anunció la aprobación de una venta de armas a Taiwán, previa aprobación del Congreso, por un valor de US$2.200 millones.
No es la primera vez pero, como ocurrió en anteriores ocasiones, volvió a provocarla ira del gobierno chino, que ve a Taiwán como una «isla rebelde».
Para Pekín, los planes de Washington «son una grave interferencia en sus asuntos internos que socavan la soberanía de China y sus intereses de seguridad», en palabras del portavoz de la Cancillería del país asiático Geng Shuang.
Geng también acusó a Estados Unidos de violar «el principio de una sola China», la norma por excelencia de las relaciones exteriores de Pekín y bajo la cual Washington pasó a tener relaciones diplomáticas oficiales con China y no con Taiwán.
Una ley «brillante»
La ley fue aprobada por el Congreso estadounidense poco después de la ruptura de lazos formales entre EE.UU. y el gobierno en Taiwán en 1979 y la apertura de éstos con el Ejecutivo comunista.
«Cambiamos nuestra alianza diplomática con la República Popular de China pero decidimos que no íbamos a abandonar a la gente de Taiwán«, contextualiza Shirley Kan, especialista en asuntos de seguridad de Asia del Global Taiwan Institute, sobre la posición de la Casa Blanca.
Kan, que trabajó en el pasado para el gobierno estadounidense, considera el acta una «pieza de legislación brillante» que ha ayudado a que Taiwán y EE.UU. sigan manteniendo a día de hoy una estrecha alianza, con la inusual aprobación de todos los bandos del espectro político.
Tras la guerra civil en China, Taiwán fue el refugio de los vencidos, las fuerzas nacionalistas del Partido Kuomintang (KMT) lideradas por Chai Kai-shek, que hasta entonces dirigían el país y fueron derrotadas por las fuerzas comunistas de Mao Zedong.
En Taiwán, Chiang estableció en el exilio en 1949 el gobierno de lo que denominaron «República de China«. Mao, por su parte, aseguró dirigir la «República Popular de China». Ambos afirmaban tener el mando del país y ser sus líderes.
En un principio, el ejecutivo que dirigió Chiang en Taiwán durante los siguientes 25 años fue reconocido por muchas naciones como el gobierno legítimo de China. Incluso siguió controlando el asiento del país en la ONU.
Pero las tornas fueron cambiando y Taiwán acabó perdiendo ese rol y el apoyo internacional en pro de la China de Mao.
De ahí el significado del «principio de una sola China» del actual gobierno chino, que establece que existe un único país llamado China, representado por el gobierno en Pekín.
Armas de «carácter defensivo»
En ese contexto, nació el Acta de Relaciones con Taiwán en Estados Unidos, que busca «ayudar a mantener la paz, seguridad y estabilidad en el Pacífico occidental, y promover la política exterior de Estados Unidos al autorizar la continuación de las relaciones comerciales, culturales y otros lazos entre el pueblo de Estados Unidos y el pueblo de Taiwán, y por otros motivos».
Con una ambigüedad diseñada de forma inteligente, considera Shirley Kan, el TRA trata de «los compromisos de EE.UU. para ayudar a Taiwán a defenderse a sí mismo». Y entre ellos, se incluye la provisión de armas.
El texto del TRA especifica que la promulgación de la ley «es necesaria para facilitar armas de carácter defensivo» a Taiwán.
Desde la entrada en vigor de la norma en 1979, Estados Unidos ha vendido armas pero también ha ofrecido otros servicios de defensa, como formación a las fuerzas armadas taiwanesas.
Kan explica que el tipo de asistencia no está determinada por el TRA y que hay muchos factores que se tienen en cuenta antes de tomar la decisión.
Desde 2010, Estados Unidos ha anunciado más de US$15.000 millones en venta de armas a la isla, según recogieron medios estadounidenses.
Bajo el gobierno de Trump -que tras ganar las elecciones llegó a hablar por teléfono con la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, rompiendo con décadas de política bilateral-, la relación entre ambos socios se ha estrechado.
«Diría que probablemente la administración Trump es una de las más pro-Taiwán que hemos tenido en términos de ventas de armas. Eso no solo tiene que ver con el gobierno de Trump, también con el Congreso, en un momento de difícil acuerdo entre ambos partidos», destaca a BBC Mundo Thomas Shattuck, investigador del Foreign Policy Research Institute.
Ningún analista consultado por BBC Mundo cree que los legisladores vayan a poner alguna objeción a esta última venta de armamento, en la que se incluyen 108 tanques M1A2T Abrams, 250 misiles Stinger y otros equipos.
«Tener los M1A2 para reemplazar nuestros viejos tanques impulsará de manera rápida y efectiva nuestra capacidad defensiva», señaló el teniente general Yang Hai-ming.
El gobierno de Xi Jinping ha lanzado duras advertencias contra las aspiraciones independentistas de Taiwán y aseguró este año que, si hiciera falta, reunificaría el territorio con el continente «por la fuerza».
En ese escenario, no está claro la posición que tomaría Washington pues el TRA no establece explícitamente que tenga que ir a socorrer al país.
«Esa es la pregunta del millón. Los chinos se lo preguntan, los taiwaneses también. Incluso en Estados Unidos, donde nos preguntamos si China invadiera Taiwán, qué haría Estados Unidos», señala Shattuck.
«La ambigüedad de esa respuesta es lo que evita que China tome esa decisión (…) Mantiene a China a raya».
¿Una medida política?
En plenas tensiones comerciales, el anuncio del Pentágono esta semana fue interpretado por algunos sectores como una medida política.
«Si quieres enfadar a China, una cosa que no falla es vender armas a Taiwán o hacer algo pro-Taiwán», apunta el especialista del Foreign Policy Research Institute.
Kan se aleja de esa visión y remarca que Trump ha acabado con lo que describe como un «sistema roto», encabezado por anteriores presidentes.
Según la experta, en anteriores gobiernos los planes de asistencia a Taiwán se acumulaban en la Casa Blanca y se pasaban a revisión del Congreso en el momento «político» que se creía más oportuno.
En cualquier caso, los planes armamentísticos coinciden esta semana además con el paso de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, por Estados Unidos.
Tsai tiene agendada una visita de dos días a la ida de un tour para visitar a aliados caribeños y otros dos a la vuelta.
«Esto no ha pasado en mucho tiempo», remarca Thomas Shattuck, que está invitado a una de las cenas de la presidenta.
Como es habitual, no se adelantaron muchos detalles sobre las citas de la mandataria en Estados Unidos en esta visita «no oficial», pero el malestar de Pekín está asegurado.
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