VERSOS OLVIDADOS
Por Juan Oses
Don Juan Pérez y Sarmiento,
mozo rico y principal,
vivía frente a un convento,
de monjas en Ciudad Real;
donde, al par, lejos vivía
del mundo y de sus engaños
la monja sor Rosalía
de apenas diez y siete años.
Vio a Rosalía don Juan
tras de las tapías del huerto,
y la monja vio al galán
tras su balcón entreabierto:
y siendo la monja bella,
y siendo hermoso el doncel,
cuando viéronse él y ella,
se gustaron ella y él.
De las ansias que invadían
a don Juan indicio cierto,
iban señas y venían
desde el balcón hasta el huerto;
y cual prendas halagüeñas
de otra naciente pasión ,
iban y venían señas
desde el huerto hasta el balcón.
El hombre, se sabe, es fuego,
y es estopa la mujer;
viene, el diablo, sopla, y luego …
y luego no hay más que hacer;
y vino, y sopló : y ligero,
don Juan, que a todo se lanza,
ganó, a fuerza de dinero
del sacristán la confianza:
con lo cual, desde aquel día,
cartas vienen, cartas van,
la pareja se entendía
por mano del sacristán.
Viendo el diablo la profunda
pasión de los dos amantes ,
acudió por vez segunda,
y sopló más fuerte que antes;
y fue don Juan, e indicó
a la monja huir de allí;
y la monja lo pensó,
y al final dijo … que sí.
Es de noche. Del convento
solos en el huerto están,
sin que se oiga ni su aliento,
la monja y el sacristán.
Ella tiembla a cada ruido,
y el sacristán se detiene,
y la habla queda al oído
en tanto que el otro viene;
a cada instante le asalta
a la monja un arrechucho:
-¿Falta poco ?—Poco falta.
Y las diez sonando están,
y la cita era a las diez …
«¡ y cómo tarda don Juan,
que tarda mucho esta vez!»
Pasa un rato … ¡todavía
sin venir! y el tiempo avanza,
y la pobre Rosalía
no se explica la tardanza.
¿La estará don Juan burlando?
¡es imposible! ¡¡es mentira !!,
¡las diez y media están dando,
y … ya la monja suspira.
El sacristán la sostiene …
¡Las once!, ¡pasó una hora!…
y es don Juan el que no viene…
y … ya Rosalía llora.
Nueva espera; ¡nueva lucha!
aunque están oído alerta,
ni un solo rumor escucha
tras las tapias de la huerta.
¡Las doce dan! ¡Virgen santa!
La monja no llora … duda:
crece el afán que la espanta,
y ¡aun la calle sigue muda!
Y así fue el tiempo pasando,
v así se acercaba el día,
la pobre monja … esperando,
y don Juan … ¡Dios lo sabría!
Hasta que, al fin convencida
del olvido del infiel,
del sacristán sostenida
en aquel trance tan cruel,
atenta al mundo desvelo
que le causa su dolor,
y alzando la vista al cielo ,
como quien pide favor,
al ver que avanzaba el día,
y no llegaba don Juan,
la “inocente» Rosalía
se fue … ¡con el sacristán !
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