Retomado del Biran NY
Sin duda alguna, la instalación del ingenio Barahona produjo en todo el valle de Neyba, importantes cambios en las relaciones de producción de la zona, donde previo a la llegada del central azucarero predominaba una agricultura de subsistencia, importantes haciendas cafetaleras, la producción ganadera, el corte de madera, así como incipientes manufacturas de piel, tabaco, sogas y alambiques. Existían trapiches que producían azúcar y raspaduras. Numerosos apiarios producían miel. Todo esto acompañado de la producción de rubros alimenticios. Un comercio dinámico, interconectaba compradores y vendedores.
El ingenio irrumpe abruptamente en el valle de Neyba y lo cambia para siempre. La dinámica azucarera implica el cultivo masivo de caña en grandes plantaciones, la dotación de agua permanente mediante canales, la construcción de vías férreas, redes de energía y telecomunicaciones. También caminos, centros de acopio, etc. De igual modo, se construyeron en los campos unos 13 puntos focales administrativos-mejor conocidos como Bateyes-donde se concentraban maquinarias, equipos, personal técnico, combustibles, fertilizantes, además de una dotación de capataces y trabajadores que se ocupaban de una diversidad de tareas.
El levantamiento de todas estas infraestructuras y campos de caña, significó el uso intensivo de los bosques y otros recursos del Valle de Neyba. En la Primera parte de este trabajo, se insertaron varias disposiciones del Gobierno Militar de ocupación otorgándole al ingenio todo tipo de facilidades para la explotación del suelo, montañas y aguas, existentes en la zona.
Como citamos en la primera entrega Parte de estas “breves” notas, fueron enormes los cambios de tipo económico, social y cultural que impulsó el ingenio Barahona en las personas y las comunidades suroestanas, ubicadas en el Valle de Neyba. De igual modo, junto a estos “círculos virtuosos” señalados, se produjeron una serie de daños colaterales que es bueno citar, a los fines de que tengamos una visión global de la dinámica azucarera, pues para muchos de nuestros hombres y mujeres del campo, comerciantes y gente común, la instalación del central azucarero acarreó graves percances. Hay que resaltar que estos problemas no sólo se verificaron en nuestra región, puesto que se produjeron en otras zonas cañeras del país, incluso en algunos lugares fueron mayores los daños y abusos.
A modo de ilustración, describiremos de forma sucinta, algunos de los problemas que confrontaron mucha gente en sus predios, poblados y campos de caña:
1-Despojos de tierra
El Ingenio Barahona se instala a lo largo y ancho del valle de Neyba, donde se encuentra con una gran superficie de tierra bajo diferentes modalidades de posesión de las mismas, muchas de ellas no documentadas conforme a leyes vigentes y posteriores. Era frecuente en el Sur y otras partes del país, que Generales de Concho Primo y particulares se apropiaran de terrenos, cuya propiedad era aceptada por los demás de manera consuetudinaria. Muchos de estos terrenos bajo esta forma de apropiación, fueron obtenidos luego por los capitalistas azucareros, utilizando diversas estratagemas, apoyándose en abogados venales y también en la atemorizante presencia de las tropas de ocupación.
Es bueno saber que por todas esas comarcas se conocían los abusos que cometía en la ciudad de Barahona la soldadesca yanqui, tales como golpizas, tiroteos, apresamientos arbitrarios, así como desórdenes en negocios y lugares públicos. Los soldados borrachos eran generalmente violentos cuando reclamaban más aguardiente, llegando incluso a incendiar pulperías que se negaban a venderles alcohol o cuando se terminaba el alcohol. Muchos alistados se propasaban con las mujeres, sin importar la edad o situación civil. Hubo casos de insubordinación ante los superiores. En otras ocasiones atropellaban los ciudadanos por cualquier motivo o simplemente para amedrentar.
Los despojos de tierra se acumulaban, pero los residentes del Valle no se quedaron de brazos cruzados ante estas prácticas del ingenio Barahona. Bruce Calder en la pág. 233 de su obra “El Impacto de la Intervención”, cita que 78 individuos de la zona elevaron su queja al Gobierno a través de la Secretaría de Agricultura e Inmigración, mediante comunicaciones en los meses de Enero, Febrero y Octubre de 1919.
Con las tropelías de los Marines como telón de fondo, sin duda alguna que resultaría muy complicado para los quejosos labriegos y ganaderos del Valle de Neyba, presentar sus reclamos. Para colmo, reunirse en la oficina local del Jefe militar yanqui en Barahona, a “negociar” con representantes del ingenio, donde participaban oficiales del ejército norteamericano, provenientes de la capital (que a la vez eran funcionarios públicos). En adición, estaban también presentes el Gobernador provincial, el Síndico y otras autoridades locales. Para los campesinos debió ser una situación bastante difícil. Ante este hostil escenario, muchos labriegos y dueños de animales optaban por irse a otros lugares o vendían sus predios a precios irrisorios.
Estas discusiones no llenaron las expectativas de los reclamantes, puesto que los representantes gubernamentales presentes, estaban a favor de las prácticas del emporio azucarero, y así lo hicieron constar en un informe el 23 de Junio de 1919 sobre una de las reuniones celebradas, donde expusieron que gente influyente dominicana de la zona, les expresaban que no hicieran caso a los puntos de vista de los labriegos, en el entendido de que serían mayores los beneficios económicos que dejaría el emporio azucarero (Calder, pág. 234).
Las quejas de labriegos y ganaderos por despojos y otros abusos se mantuvieron, pero siempre el Gobierno Militar argumentaba estar “atado de manos” argumentando que muchas de las acciones del ingenio se realizaban cumpliendo las leyes. Sin embargo la parcialización de los oficiales extranjeros era evidente, tal y como lo refleja la declaratoria en 1920 como Zonas Agrícolas de terrenos propiedad del ingenio, lo cual significó en muchos casos que ganaderos del Valle de Neyba no podían llevar sus animales a tomar agua al rio, atravesando terrenos de la compañía !!
También era frecuente que el trazado de las vías férreas “cortara” o dividiera en dos fincas, conucos y potreros de los lugareños. Caso similar se verificaba con los canales de riego, obras de drenaje y caminos.
Junto al saqueo “legal” de tierras comuneras sureñas, estaba la compra de terrenos a supuestos propietarios de amplias extensiones de terrenos, amparados por títulos falsos, para lo cual el ingenio contaba con la complicidad de Agrimesores y Abogados, tanto yanquis, como criollos.
Sin duda alguna, con la complicidad del Gobierno militar de ocupación, hubo formas “duras y blandas”, para sacar de sus predios a mucha gente del Valle de Neyba. Tribunales y Comisiones bajo control de oficiales y civiles norteamericanos, se encargaban de legalizar los despojos.
Contando con todo un arsenal legal para apropiarse de tierras ajenas y de vastos terrenos poco habitados, en relativamente poco tiempo el Central Barahona ya para 1925, tenía unas 316,000 tareas, ubicándose en el tercer lugar entre las compañías azucareras con mayor cantidad de tierras, detrás del Central Romana y el Ingenio Santa Fé. (ver Melvin Knight: Los Americanos en Santo Domingo, pág 147).
A este respecto, el intelectual liberal santiaguero Persio C. Franco, llegó a afirmar que “si sucede con las tierras de la República, lo que ha ocurrido con las de San Pedro de Macorís, Romana y Barahona, la República Dominicana será un mito” (Calder, 215).
El ascenso meteórico del ingenio Barahona-según Knight-elevó su valor a US$ 24 millones para el año 1926, a pesar de que para fines impositivos, declarara solamente US$ 7.1 el año anterior (ver pag. 146).
El despojo de sus tierras implicó la ruina para muchos humildes campesinos, numerosos de los cuales pasaron a ser obreros agrícolas de la empresa azucarera. Aquellos que simplemente fueron desalojados de sus propiedades pero que conservaron sus documentos, debieron esperar cuatro décadas, hasta que Trujillo fue ajusticiado, para poder reclamar que le fueran devueltos sus predios. Unas negociaciones difíciles con diferentes gobiernos del convulso período 1961-65, no fue favorable para los poseedores de títulos y otros papeles. Un número reducido de familias pudieron recuperar algunos terrenos en las Comunidades de Mena, Uvilla y otros pocos lugares, pero la mayoría de los afectados quedaron atrapados entre las redes judiciales y el poder del Gobierno (que al final pasó a ser propietario del Ingenio Barahona y sus tierras). Los procesos se estancaron pues el Estado controlaba la Justicia, el Tribunal de Tierra, la Dirección General de Catastro y el propio Consejo Estatal de Azúcar-CEA.
2-Deforestación
BOSQUE DE PALMA DESGUAZADO PARA SEMBRAR CAÑA
El Valle de Neyba antes de la la instalación del ingenio tenía zonas y sabanas grandes extensiones arborizadas con diferentes especies de árboles.
El uso intensivo de los bosques del llano, de la montaña y costeros, marcaron la norma, especialmente en los primeros años del central azucarero. En efecto, se utilizó ampliamente madera de la zona para la construcción de las viviendas del Batey Central y en varios de los Bateyes diseminados en el valle.
El consorcio tenía varios suplidores de madera que vendían en algunas ocasiones troncos de Caoba, Cedro, Guayacán, etc, los cuales se utilizaban para hacer mobiliarios de hogar, escritorios, archivos, sillas, etc.
De igual modo, las líneas férreas se colocaban sobre traviesas de Baitoa, Bayahonda, Quiebra Hacha, Cambrón, Candelón y ocasionalmente Guayacán, lo que implicaba el corte de gran cantidad de árboles de estas especies, las cuales provenían de diferentes zonas del valle de Neyba, tales como Monserrate, Guanarate, San Ramón y El Granado, entre otros lugares. De la Loma del Curro se extraían diversos tipos de madera. De igual modo, el ingenio obtenía este producto de la zona costera de Barahona de sitios tales como La Ciénaga, el Derrumbao, los alrededores del Puente Coronel y Bahoruco. Como no existía carretera, el consorcio azucarero utilizaba una pequeña embarcación de motor, la cual se trasladaba a lugares determinados donde los troncos eran amarrados y se remolcaban hasta el muelle del Cayo, donde eran montados por una grúa a vagones que los llevaban al aserradero de la empresa.
El levantamiento de postes del tendido eléctrico y telefónico para interconectar los bateyes, significó también importantes desmontes en La Guázara, Paraíso y Enriquillo. Las especies más afectadas por esta práctica fueron Guayacán, Baitoa, Frijolito, Caoba y Roble, entre otras. La construcción de infraestructuras portuarias de madera, así como un pequeño astillero para reparación de goletas y lanchones, utilizaban troncos y madera profusamente.
Las primeras locomotoras que utilizó el Central Barahona eran de vapor, las cuales requerían mucha leña y troncos para sus calderas. El primer Remolcador que tuvo el ingenio-Santa Elena-empleaba leña en su caldera, especialmente Bayahonda en trozos, que de acuerdo a operadores de la embarcación prendían bien y mantenían vivo el fuego.
Los palos provenían de los montes de Neyba y otros lugares, Más adelante durante la zafra se utilizaba bloques de bagazo seco y en tiempo muerto se empleaba carbón que se compraba a suplidores que acudían a Palo Alto y otros sitios seleccionados. Otras obras tales como acueductos, caminos, potreros, etc., se tradujeron en la desaparición de muchos árboles.
3-Uso con tendencia monopólica del agua
Tan pronto terminó la fase de negociaciones con el Ayuntamiento barahonero, el emporio azucarero fue recibiendo todo tipo de facilidades por parte del Gobierno militar de ocupación. Lugar relevante dentro de las concesiones otorgadas, era el usufructo de las aguas del Río Yaque del Sur. Este recurso era de carácter estratégico y vital para el desarrollo de esta agroindustria. Por tanto, las infraestructuras de riego se diseminaron por amplias zonas del valle de Neyba, trastocando en varios lugares, fincas privadas, predios y potreros, ubicados en el área de influencia de la nueva empresa. Contra esta situación protestaron los afectados, los cuales formularon las quejas correspondientes ante las autoridades militares.
Tan encendidos fueron los reclamos de la gente del Valle de Neyba, que el Gobierno de ocupación no pudo seguir ignorando la escandalosa situación, razón por la Cual la Secretaría de Interior y Policía se vio compelida a dictar este dispositivo, cuyo texto dice:
SECRETARIA DE ESTADO DE INTERIOR Y POLICÍA
ORDEN DEPARTAMENTAL No. 10
1-El Gobernador Militar ha ordenado una Comisión compuesta del Lieutenant Commander Ralph Whitman, C.E.C., U.S.N., el Mayor F.A. Secor, U.S.M.C. y el Capitán F. C. Edwards. G.N.D., que abrirá una investigación relativa a ciertos proyectos y actividades de la Barahona Company Inc., en la Provincia de Barahona. La Comisión se reunirá en la Oficina del Presbote de Barahona el día 19 de Abril de 1919, y el día siguiente principará a oir las partes interesadas quienes pueden presentarse y exponer sus alegatos y peticiones.
2-Los Gobernadores Civiles de las provincias de Azua y Barahona, los Ayuntamientos Comunales, los Alcaldes Pedáneos, Miembros del Cuerpo de Marina, U.S. y Guardia Nacional Dominicana en la vecindad del Yaque abajo y el Valle de Neyba, se dispondrá a facilitar a la supradicha Comisión la consecución de sus deberes.
- H. Fuller
Brigadier General U.S. Marines
For the Military Govermment.
Santo Domingo, 1ro de
Abril de 1919
(Ver página 6 de la Gaceta Oficial No 3000, de fecha 5 de Abril del 1919).
Al parecer los resultados de esta reunión no fueron en favor de los productores quejosos, puesto que el 19 de Julio de 1919 mediante la Orden Ejecutiva No. 318, el Brigadier B. H. Fuller, Gobernador Militar interino dictó la Ley Sobre Conservación y Distribución de Aguas en Regiones Áridas, donde quedó suprimida la práctica consuetudinaria que contemplaba como propietarios de los cursos de agua, a los productores “ribereños”, es decir, los situados en las orillas de los ríos. En su lugar, las aguas pasaron a ser propiedad pública, es decir del Ejército norteamericano, el cual monopólicamente las asignaba a los ingenios norteamericanos, como pasó con el central Barahona. Esta Orden Ejecutiva confiscaba las aguas de las denominadas “regiones áridas o semi-áridas”, a favor del Gobierno militar invasor, en los términos siguientes:
Art. 2-Las aguas de un río o de otro depósito natural de agua dulce superficial en una región árida o semi-árida, no pertenecen como exclusiva propiedad a los terratenientes ribereños. Dichas aguas son de propiedad pública y se considerarán como disponibles para la distribución con fines agrícolas sobre cualquier terreno en cuya vertiente sea posible practicar la conducción”.
Para que no hubiera duda de las reales intenciones de este abuso militar contra los productores nacionales de la Región Suroeste, el Artículo 3 del dispositivo, establecía que ninguna explotación en las denominadas regiones áridas o semi-áridas tenía derecho a una mayor cantidad de agua de la que razonablemente necesitaba. La facultad de determinar los requerimientos de agua de los cultivos, pasó a ser atribución del Poder Ejecutivo (el Jefe Militar del Gobierno de Ocupación), el cual actuará por órgano de la Secretaría de Estado de Agricultura (dirigida por un Oficial Yanqui). Ver Gaceta Oficial No. 3031, del 23 de Julio de 1919.
Apenas cuatro meses después de la reunión de los productores del Valle de Neyba con los funcionarios militares yanquis y los representantes del emporio azucarero, el 31 de Julio de ese mismo año, el Gobierno ocupante autorizó al Ingenio Barahona tomar 21 metros cúbicos por segundo de agua del río Yaque del Sur, para regar sus campos de caña. Debido a las quejas anteriores, en este permiso se incluyen una serie de normativas que el ingenio debía cumplir en materia de daños a terceros; respeto a los caminos y pasos existentes; no limitar el paso de troncos o tozas de madera; permitir que botes pequeños puedan navegar sin ser interrumpidos en un plazo de siete años, para realizar las obras de represamiento del agua y la construcción de canales.
Esta disposición debía ser cumplida de manera estricta, conforme a los planos suministrados por la Compañía, estando facultados los inspectores gubernamentales a indagar todos los trabajos a realizarse. (Ver Gaceta Oficial No 3036, de fecha 9 de Agosto del 1919).
Los interventores yanquis continuamente daban nuevas facilidades a sus empresarios. De esta forma, en virtud de una Resolución del Gobierno Militar, de fecha 27 de Mayo de 1922, se autorizó al ingenio Barahona, a construir dentro de los términos de la Ley de Franquicias Agrarias “a la cual se halla acogida”, un sistema de drenaje en terrenos de su propiedad, junto con los puentes, canales y demás obras necesarias para su operación y mantenimiento.
Mientras se otorgaban todo tipo de facilidades a los capitalistas azucareros, un grupo de desarrollistas neyberos agrupados en una “Comisión Impulsadora de la Fertilización del Ejido”, apoyados por el Ayuntamiento de esa localidad, clamaban por escrito-en Junio de 1922-al Gobierno Militar, por la construcción de obras de riego para poner a parir las tierras de esa zona.
El proceso de siembra masiva de caña en amplias zonas del valle de Neyba fue demandando importantes volúmenes de agua, lo que motivó que los directivos del emporio azucarero en aras de asegurar un flujo de agua permanente en cantidad suficiente para sus necesidades presentes (y futuras), enviaran brigadas a San Juan de la Maguana a mesurar fincas que utilizaban aguas del Yaque del Sur y más adelante expandieron sus pesquisas hacia predios que empleaban aguas de los ríos San Juan, Mijo, Río del Medio y Las Cuevas, que junto a sus afluentes, forman parte de la Cuenca del Yaque del Sur.
Estas maniobras alertaron a los productores agropecuarios, al Ayuntamiento y a los elementos desarrollistas sanjuaneros. La preocupación aumentó cuando Las Secretarías de Estado de Fomento e Interior y Policía (dirigidas por oficiales yanquis), se oponían a que se realizaran estudios para ampliar el número de canales y regar nuevas tierras en esa provincia, mientras que se otorgaban más concesiones y privilegios en el usufructo del agua, a los inversionistas norteamericanos en Barahona.
Estamos hablando de que además del control del agua en el valle de Neyba, los dueños del ingenio aspiraban usufructuar también todos los ríos sanjuaneros, es decir toda la cuenca del Yaque del Sur, la cual abarca una superficie superior a los 5 mil kilómetros cuadrados. Las voces contrarias a estas pretensiones alegaban que el área de concesión del Central azucarero, no podía extenderse a otras demarcaciones y afectar derechos adquiridos de miles de productores, mucho antes de que el ingenio Barahona se instalara.
Contra estos atropellos militar-empresariales, levantó su voz patriótica el periódico sanjuanero El Cable, el cual mediante vibrantes editoriales y noticias, denunciaba el saqueo del agua a los barahoneros y la trama contra los productores del valle y las montañas de San Juan de la Maguana. Periódicos de Azua y la capital, hicieron públicas estas graves informaciones, solidarizándose con la lucha del rotativo sanjuanero y los habitantes de esta laboriosa y productiva provincia.
En el libro “Tesoros Ocultos del periódico El Cable”, de la autoría de Edgar Valenzuela (2012), éste compila destacados artículos y editoriales de dicho rotativo sobre la trama para despojar del preciado líquido a San Juan. En los momentos de mayor dramatismo y confrontación de la disputa por el agua, encontramos en dicha obra una nota el 22 de Abril de 1922, donde entre otras cosas se expresa lo siguiente:
“El Gobierno Militar, fiel servidor de los intereses norteamericanos introducidos aquí a favor de la Ocupación, puso oídos de mercader a todos los reclamos justos que se le hicieron en el sentido de que modificara la despojatoria concesión que arruina dos provincias y pone gran parte de la soberanía dominicana a merced de la Barahona Company” (ver pág. 173 del libro Tesoros Ocultos).
En otra nota el periódico destacaba que el gobierno extranjero con la punta de las bayonetas sojuzgadoras, apoyaba ese despojo del agua. Por tanto, “La felicidad del campesino dominicano, nada tiene que ver con los montones de oro de Wall Street”.
El periódico azuano LA HORA a mediados de Abril de 1921, publicó dos crónicas donde mencionaba la situación de tensión en la provincia de Barahona, por el control de tierras y agua por parte del ingenio.
Los sanjuaneros en el marco de la lucha por su supervivencia, crearon el “Comité de Defensa de las Aguas del Valle de San Juan”, entidad que logró aglutinar una coalición de voluntades para enfrentar la acometida militar-empresarial que amenazaba dejar seco el Valle de San Juan.
Es increíble que casi cien años de estos sucesos y la exitosa resistencia decidida de los sanjuaneros de entonces, nuevamente gruesos nubarrones se ciernan sobre sus fuentes de agua. Nos referimos a la Cuenca del Río Yaque del Sur que da vida a las tierras de cinco provincias de la Región Suroeste: San Juan de la Maguana, Azua, Barahona, Neyba y en menor medida Jimaní.
Una empresa minera-la Gold Quest Minig Corp-pretende explotar una mina de oro ubicada en la comunidad de Los Romeros de Sabaneta, situada en la parte Norte de San Juan de la Maguana.
Una poderosa coalición que agrupa productores agrícolas, ganaderos, arroceros, dueños de factorías, así como profesores, ingenieros, agrimensores, Médicos, enfermeras y otros profesionales, está reclamando activamente al Gobierno Dominicano que no autorice que esta empresa destruya la subsistencia de centenares de miles de personas que residen en esa parte del país. El movimiento “Suroeste Unido por el Agua y la Vida”, al igual que su antecesor Comité de Defensa de las Aguas del Valle de San Juan, no aceptará que miles de fincas y factorías quiebren para que unos pocos gavilleros (y sus cómplices criollos) se hagan millonarios con el oro del pueblo dominicano. Este movimiento está muy activo y ha realizado numerosas marchas y concentraciones para evitar que esa Compañía saqueadora y sus secuaces nacionales bien colocados en círculos de poder, se salgan con la suya.
En el transcurso del Primer Congreso Nacional Obrero, celebrado en Mayo de 1920, la preocupación por la situación de las aguas sureñas, al parecer motivó que el Delegado Sindical de la Provincia de Azua-José A. Matos-presentara una propuesta referente al libre uso de las aguas de los ríos y mar y reglamentaciones sobre demandas. El texto el 21 de Mayo de dicho año, pasó a una Comisión integrada por Maxi Meyer y B. Cabrera Jiménez, los cuales lo analizaron y éste pasó a la Orden del día, sin que se produjeran Mociones en torno al punto, por lo que asumimos que el mismo fue declinado. Ver págs. 56 y 57 del Acta de dicho Cónclave.
Es bueno resaltar que a pesar de las poderosas conexiones con el Poder de parte del ingenio Barahona, en algunas ocasiones los productores afectados con las maniobras del emporio en el manejo del agua, levantaban sus protestas, como ocurrió en Diciembre de 1931 cuando labriegos del lugar denominado “Cachón Flaco” protestaron por las aguas que provenían de un muro de contención roto, el cual les afectaba. La firmeza de los reclamos provocó que el día 4 del citado mes tuviera efecto en esa pequeña comunidad una reunión encabezada por el Gobernador provincial, quien estuvo acompañado del Presidente del Tribunal de Agua y Mr. Nesbitt, Jefe de Ingenieros del Central Barahona. En su reporte al Secretario de Estado de Interior y Policía luego de este encuentro, el Gobernador le manifestó que “después de un detenido y un buen cambio de impresiones, dejamos todo resuelto satisfactoriamente”.
3-Acueducto de Barahona
Antes de la existencia del acueducto de la ciudad de Barahona, la comunidad dependía principalmente del Río Birán para atender sus necesidades más perentorias. Werner Féliz en su libro Historia de Barahona 1801-1900, detalla como ya en los años 1893, 1894, 1897 y 1900, el Ayuntamiento mediante Resoluciones muy puntuales, normaba el uso que debía dársele a este curso de agua urbana, delimitando geográficamente los lugares de toma de agua para consumo humano, áreas de baño según sexo, lugares donde lavar ropa, sitios donde llevar los animales a beber, así como disponer que personas con posibles enfermedades contagiosas, debían bañarse y lavar su ropa en la desembocadura del Birán.
Con el paso de los años, el crecimiento de la población, de la ciudad y barriadas periféricas hacia el cauce del río, era fuente de conflicto, especialmente por la presencia de personas desnudas en la cercanía de las viviendas. Por esta razón el 22 de Agosto de 1921 el Cabildo resuelve determinar como BALNEARIO PÚBLICO, ciertos tramos del río, aplicando fuertes multas a los transgresores de dicha Disposición. En años subsiguientes se dictaron Resoluciones similares.
La presión del uso cada vez mayor sobre este curso de agua, aumentaba especialmente en los períodos de sequía, razón por la cual era motivo de gran preocupación de las autoridades municipales y gubernamentales, razón por la cual la decisión del Ingenio Barahona de construir un acueducto en el río Birán, fue acogida con beneplácito por el Ayuntamiento, la Gobernación y el pueblo en general.
En su Sesión del 22 de Diciembre de 1919, la Sala Capitular del Ayuntamiento de Barahona escuchó el informe del Síndico relativo a su encuentro en la cabeza del río Birán con ingenieros del central azucarero, el cual construiría un acueducto cuyas tuberías atravesarían varias calles de la ciudad, lo cual había autorizado el Cabildo. El Síndico municipal agregó en su exposición, que sobre el terreno se consensuaron diferentes puntos, dentro de los cuales el Ejecutivo municipal le expresó a los ingenieros citados, que el Ayuntamiento se aprestaba a construir los muros-columnas para instalar las llaves públicas “en atención al clamor público”.
De acuerdo a José Robert, el caudal del río Birán resultaba pequeño para satisfacer las necesidades del pueblo y el gran volumen de agua que el ingenio necesitaba. (Ver José A. Robert: La evolución histórica de Barahona, pág. 328). La situación tendía a agravarse en virtud del crecimiento de la población y el tamaño de la ciudad de Barahona, donde la dinámica económica incrementaba el número de habitantes que deseaba conectarse al sistema del acueducto.
Firmado un contrato de suministro de agua entre el Ayuntamiento y el central azucarero, eran frecuentes las desavenencias en materia del monto de las facturas y otros temas, entre el cabildo y el ingenio, al punto que en la Memoria Anual de este Organismo, correspondiente al año 1921 encontramos en la página 6 de dicho Documento, lo siguiente:
“La tirantez existente entre este Consejo y el Ingenio Barahona C. por A, ha sido felizmente suavizada, aprovechándose todos los beneficios que ofrece siempre la buena armonía de las instituciones que están llamadas a dar impulso a los pueblos. En estos arreglos ha privado siempre en el ánimo de los Concejales dejar bien defendidos los intereses del pueblo sin que se haya observado de parte de la Compañía acto alguno de reproche”.
A pesar existía el contrato de servicio de agua, las divergencias eran periódicas, muchas veces originaban serias discusiones, al punto que el mes de Marzo de 1927 la Sala Capitular debió celebrar dos Reuniones Extraordinarias para tratar principalmente la problemática del suministro del líquido y las facturas siempre más elevadas, en función de supuestos consumo en aumento por parte del Ayuntamiento. Para colmo, el ingenio Barahona no permitía que un representante del Cabildo estuviera presente al momento de realizar la medición. El promedio de pago rondaba en unos $250 mensuales, sin embargo el emporio azucarero pretendía cobrar $1,624.87 por consumos de los meses de Diciembre 1926, Enero y Febrero de 1927. En medio de fuertes debates se aprobó pagar la deuda, aunque se consensuó no pagar en lo adelante más de los $250 que se estaban pagando anteriormente. El Síndico manifestó que con esa medida se estaba violando los Artículos 25 y 29 de la Ley de Organización Municipal, por lo cual estimaba nula la Resolución de cubrir este abultado monto.
En aras de suplir la demanda de agua en aumento y en ánimo de enfrentar este problema, el Cabildo aprobó en su sesión de fecha 29 de Enero de 1929, comprar al ingenio mil tubos para expandir las redes de suministro de agua. Con esta ampliación, el consorcio azucarero le aumentó la tarifa en $50. En apreciación del Ayuntamiento era elevada la tarifa que cobraba el ingenio para suplir el líquido, lo que era fuente de controversia entre ambos.
La persistencia de estas divergencias motivó que la Sala Capitular barahonera se reuniera de manera Extraordinaria el 31 de Junio de 1931, donde los ediles condenaron el comportamiento del emporio azucarero y que no permitiera que un empleado municipal estuviera presente al momento de la medición de los consumos. La abultada facturación-argumentaba la empresa-se debía a una demanda elevada de agua por encima de los volúmenes acordados. Este percance y la inflexibilidad de la Compañía extranjera, provocó que una entidad municipal escasa de recursos (en medio de una depresión económica mundial), tuviera que pagar un monto que duplicaba la tarifa acordada en el Contrato.
Posteriores controversias con el emporio azucarero, el crecimiento poblacional, así como la expansión de la ciudad de Barahona y de sus actividades productivas, llevaron a que el Ayuntamiento barahonero años después decidiera construir su propio acueducto.
Problema de pago salarios con Vales
De acuerdo a lo expresado por Mario Machado en la página 38 de su libro BARAHONA, para el año 1927 la empresa azucarera radicada en esa ciudad, era “la única que no tiene instalado el sistema de vales para pagar a sus empleados; éstos perciben en dinero los haberes que han devengado por medio de su trabajo”. Sin embargo, encontramos que en el Informe mensual redactado por la Cámara de Comercio de Barahona, correspondiente al mes de Abril de 1934, se señalaba que desde el mes de Enero de ese año “se sintió cierto malestar en el movimiento comercial interior der esta provincia”, debido a que el Ingenio Barahona estaba pagando con vales a sus trabajadores, papeles éstos que prácticamente inundaron el sector comercial. Cuando los comerciantes acudían a canjearlos por efectivo, el central azucarero se los aceptaba a cambio de mercancías de su bodega y por sacos de azúcar.
Esto ocasionaba problemas de liquidez al comercio local, al momento de pagar otras mercancías a sus suplidores del resto del país. La provincia estaba abarrotada de dichos vales y se preveía un colapso, de persistir el problema. Se produjo entonces una importante reunión auspiciada por la Cámara de Comercio de Barahona, en la que participaron negociantes de toda la provincia y representantes del central azucarero. En este encuentro se crearon las bases para resolver la situación.
Posteriormente el Congreso Nacional promulgó en ese 1934 la Ley No. 740, mediante la cual se prohibió el pago de salarios mediante fichas y vales, práctica que era frecuente en los ingenios que obligaban a los obreros a consumir productos de las bodegas propiedad de dichas empresas.
Tan perjudicial era el sistema de pago con Vales, que en el Primer Congreso Nacional Obrero, celebrado del 15 al 29 de Mayo de 1920, el Sr. R. Amancio Laucer presentó en la Sesión vespertina del 18 de Mayo, una moción por escrito tendente a la prohibición de los Vales y el pago quincenal de algunos ingenios de la República, considerando estas prácticas como “atentatorias a los sagrados intereses de esa parte de obreros que son sacrificados villanamente”. Sometidas y aceptadas, pasaron ambas a dos comisiones para su estudio e informe. Ver págs.45 y 50. En la sesión de la tarde del día 19 de mayo de 1920 quedó resuelto dirigirse al Departamento del Trabajo con el propósito de que se trate de anular el sistema de fichas, vales y pago quincenal en los ingenios de caña (ver pág. 131 del Acta final de este Congreso).
Mi padre [Julio Gautreaux] me expresó que en los años Treinta en las bodegas del ingenio más grande del Este del país, era práctica frecuente entregar a los dependientes de sus bodegas en los campos, menor cantidad del producto a la consignada en el envase. De esta forma, los atribulados tenderos para poder “cuadrar”, tenían a su vez que robarle pequeñas cantidades a los trabajadores, puesto que si llegaban los Auditores de la empresa y se detectaba un déficit, era segura la cancelación y posible apresamiento.
Otros conflictos comerciales
En una ocasión fue el Gremio de Panaderos de Barahona el que reclamó ante el Ayuntamiento en torno al pan que fabricaba para sus clientes del Batey Central el emporio azucarero, el cual era también adquirido por gente de la ciudad, lo cual perjudicaba sus intereses puesto que ellos pagaban patentes e impuestos, situación que los colocaba en desventaja. Con menor vehemencia, pero igual preocupación, algunos comerciantes citadinos señalaban que la Bodega (almacén comercial de cierto tamaño) instalado en el Batey Central, además de suplir a los residentes del lugar, vendía también al público de Barahona y a los establecimientos comerciales privados instalados en los diferentes Bateyes del emporio azucarero, lo que lesionaba sus negocios. Este establecimiento comercial disponía de calzados, ropa, pequeños electrodomésticos, confiterías, alimentos frescos y enlatados, jamones, quesos, embutidos, condimentos, etc.
Otra situación de “competencia desleal” no sólo contra el sector comercial de Barahona, sino también de todos los negocios ubicados en el valle de Neyba, lo representaba el hecho de que en los Bateyes del ingenio diseminados por los campos cañeros, se concentraban una serie de actividades administrativas, operativas y de diferente naturaleza de la dinámica cañera, que implicaba la concentración-distribución de “personas, animales y cosas”, de forma continua. Estos núcleos dinámicos y el trasiego de braceros, obreros, capataces y técnicos de campo que se trasladaban a los cañaverales y que se concentraban los días de pago, significó una excelente oportunidad para que empleados de cierto nivel de los bateyes se involucraran en actividades comerciales.
Las “Bodegas” que instalaron estas personas vendían sus mercancías en condiciones ventajosas pues su clientela era prácticamente cautiva. Ellos por su condición económica, podían aceptar los Vales del Ingenio. Una ventaja importante para los propietarios de estos negocios es que en algunas ocasiones podían trasportar sus productos en los vagones y otros medios de transporte del ingenio, mientras que los comerciantes del Valle tenían que trasladar los bienes que compraban en Barahona hacia sus comunidades, utilizando primero recuas de mulos y luego camiones, pagando salarios y fletes, costo éste que era sumado al precio de venta.
A modo de ilustración, recurrimos nuevamente a Mario Machado y su interesante obra, donde encontramos numerosos empleados de cierto nivel en los Bateyes, involucrados en actividades comerciales:
Fuente: Elaborado con datos de Mario Machado-BARAHONA. Pags 36 y 37.
Años después se presentaban nuevas reclamaciones de tipo comercial vinculadas con el Ingenio. En su Sesión del 24 de Agosto de 1943, la Sala Capitular tuvo conocimiento de los términos de una carta enviada ese mismo día por el Sr. Isidoro Méndez, arrendatario del Mercado Municipal de la ciudad de Barahona, el cual alegaba estar afectado en sus intereses alegando que “infinidad” de personas se dan a la tarea de introducir clandestinamente en el Batey Central cargas de víveres, provenientes de los Bateyes del ingenio en los vagones de los trenes y también otras que viniendo por la carretera, penetran al Batey Central y en ambas formas evaden el pago de los derechos que como Rematista le correspondían. Argumentaba que se dirigió a los representantes del Central Azucarero quienes le dijeron que en el Pliego de Condiciones negociado por éste con el Ayuntamiento, no se contemplaba el cobro de quienes compraban en el Batey Central, sino que el Contrato se refería al cobro de la gente que acudía al mercado de la ciudad.
Ante este conflicto, el Ayuntamiento respondió que conforme al Artículo 26 del Pliego de Condiciones del arrendamiento del Mercado, no era competencia del Cabildo dirimir controversias entre el Arrendatario y particulares, pero que como era un asunto de interés para ese Organismo, se consultaría con el Departamento de Ayuntamientos de la Secretaría de Estado de Interior y Policía, “si el Batey Central situado a una distancia más o menos de un kilómetro de la población, forma parte de la ciudad de Barahona”.
Controversia con sacos de azúcar entre el Ingenio y el Ayuntamiento
Mi padre [Julio Gautreaux] fue nombrado por el Ayuntamiento el 4 de Enero de 1932, Oficial Liquidador y Cobrador de Impuestos de Mercancías. Para esos años la Depresión económica mundial afectaba las condiciones económicas generales de nuestro país. Barahona resultaba afectada por el declive de las ventas de Azúcar, café y maderas en el mercado internacional, lo que se reflejaba sobre el desenvolvimiento económico de la provincia, especialmente los comerciantes y arrendatarios de propiedades municipales, tales como mercado, galleras y mataderos. Ante la propuesta de algunos de devolverlos, el Cabildo se vio compelido a aceptar abonos y diferimientos de pago.
Urgido de recursos el Ayuntamiento y en virtud de que había cierto nivel de desacuerdo con el Ingenio con los impuestos sobre mercancías, el Cabildo creó una Comisión de seguimiento a dichas recaudaciones. A tales efectos en su Sesión de fecha 5 de Abril de 1932 dispuso que se dicha Comisión calculara el monto captado por impuestos de Mercancías al consorcio azucarero “desde que está al frente el Liquidador Gautreau y rinda el correspondiente informe”. La Comisión se mantenía en consultas con los responsables del área financiera del ingenio y eran frecuentes los viajes de los comisionados a las oficinas del Central.
En el marco de la aplicación de nuevos impuestos a los sacos que importaba el ingenio y las ventas de mercancías del emporio azucarero en sus bateyes, el Liquidador Gautreaux informa a la Sala Capitular en su reunión del 14 de Junio de 1932, que la deuda de la Compañía azucarera con el Ayuntamiento ascendía a la suma de $1,385.24. Para mejorar su posición negociadora, el Cabildo decidió incorporar también a la Comisión municipal al Regidor Próspero Castillo, con el encargo a los Comisionados de que resolvieran cuanto antes las diferencias con el ingenio.
En el interín, seguían llegando desde el Central azucarero las facturas por concepto de agua y energía eléctrica, que el Ayuntamiento tenía contratado con dicha empresa.
En la Sesión del 26 de Julio de 1932 la Sala Capitular da lectura a una comunicación del Ingenio en la cual hace una reclamación por valor de $869.85 por concepto del Impuesto sobre Mercancías. A este respecto el Organismo decidió comunicarle que el Ayuntamiento no reconocerá ninguna reclamación hecha por esa Compañía, hasta tanto no justifique, a la vista del Oficial Liquidador y Cobrador de Impuestos, “que los artículos que la Compañía dice haber salido hacia otras comunes, han salido en realidad”. Asimismo, la Sala le manifestó a la empresa azucarera, que tenía el criterio que el emporio tenía que pagar (conforme a la Ley en la materia), el impuesto a los sacos vacíos que ella consumía en el expendio de sus mercancías.
La firmeza del Ayuntamiento en su posición frente al Ingenio Barahona, partía de su pésima situación financiera. En una reunión de carácter Extraordinaria celebrada el 27 de Julio del 1932, la Sala Capitular aprobó pagar ese día los sueldos de la empleomanía correspondiente al mes de Marzo de ese año. Al mismo tiempo, se decidió también pagar la tarifa eléctrica de Noviembre de 1931. De igual modo, una Comisión aprobó una modalidad de pago a la Policía Municipal. Un reajuste presupuestario fue también aceptado en las partidas Acueducto, salario del personal, pago agua y energía, obras públicas municipales, pago deudas e imprevistos, entre otras categorías.
Es bueno consignar que a pesar de estas diferencias de tipo institucional, el Ayuntamiento con cierta regularidad solicitaba al ingenio que facilitara un técnico para que expresara su opinión experta en materia de planos de obras, situación de maquinarias eléctricas, estado y trazado de calles, etc., contando siempre con la cooperación de la empresa.
Contaminación ambiental
La imponente factoría industrial disponía de grandes calderas para producir el vapor suficiente para generar la fuerza motriz y energía del gigantesco complejo industrial. Las calderas-como se citaba más arriba-eran alimentadas con bagazo, leña y algunas ocasiones carbón vegetal. Por una elevada chimenea, salía a la atmósfera el humo resultado de la combustión, el cual contenía también cenizas y partículas, popularmente conocidas como Cachipa. Estos pequeños granos de carboncillo, se diseminaban por todo el Batey Central, afectando áreas verdes, las viviendas y las personas.
En el ingenio hubo también una caldera que los operarios llamaban “Biguelow”, la cual tenía una chimenea bien baja, la cual arrojaba mucha Cachipa en las viviendas, especialmente las ubicadas en las áreas más humildes del Batey Central.
En días de mucha “lluvia” de Cachipa, mucha gente del Batey Central se abstenía de ponerse ropa blanca o de tender prendas claras en cordeles.
En época de cuaresma y otros meses, la fuerte brisa llevaba la Cachipa a la ciudad de Barahona y en numerosas ocasiones el molestoso polvillo negro llegaba a comunidades como Habanero, Pescadería, Palo Alto, Jaquimeyes, Bombita, Los Robles y Canoa, distantes a varios kilómetros de la fábrica.
Situación laboral
En una breve síntesis (para no hacer más larga esta entrega) sobre la situación laboral en la fase de instalación-inicio del complejo azucarero de Barahona, es bueno tener presente que Orlando Inoa en su libro “Azúcar, Árabes, Cocolos y haitianos” señala que previo a la Invasión militar yanqui existía un importante flujo de haitianos ilegales hacia la República Dominicana, quienes se ubicaban como braceros en los ingenios-que desde 1911-se venían instalando en el país (ver de la pág. 159 a la 195). A partir de las necesidades de los estos consorcios, el Gobierno militar norteamericano en aras de asegurar el buen desempeño de sus capitalistas azucareros, regula el ingreso de los haitianos los cuales son distribuidos en los campos cañeros, actividad ésta que la realizaban anteriormente reclutadores de las empresas del dulce (ver Inoa pág. 168). A pesar de las nuevas regulaciones migratorias oficiales, en muchas ocasiones los “buscones” de los ingenios, se las arreglaban para violar estas disposiciones (Ver Tesis de Welnel Féliz, presentada en Maestría de Historia).
Welnel Féliz apunta en el documento citado más arriba, que conforme a la Memoria de la Secretaría de Estado de Agricultura e Inmigración (Junio 1919-Junio de 1920), se autorizó introducir 500 braceros haitianos al ingenio Barahona, de los cuales sólo llegaron al país 434 de ellos.
Las condiciones en que los trabajadores eran reclutados en Haití, así como la forma en que debían transitar hacia nuestro país, eran extremadamente duras. Inoa (pág 172) cita un artículo del 2 de Marzo de 1922 del Periódico Le Noveliste, donde se señala que los haitianos eran conducidos a pié hasta Manneville, para ser enviados a Barahona, donde recibía una magra ración consistente en un plátano, 4 batatas, media lata de leche condensada y maíz molido. Luego por caminos infernales-descalzos-eran trasladados a las diferentes plantaciones del ingenio Barahona.
Arribar a los campos cañeros tampoco era una panacea, sino el origen de otras penurias. Era frecuente verlos dormir hacinados en casuchas sin ningún tipo de servicios básicos. En otras ocasiones al estar ubicados lejos de los lugares donde pernoctar, en ciertas ocasiones improvisaban colocando palos y poniendo cogollo de caña como techo del improvisado “dormitorio”.
En la página No 123 del Libro El Cable de Edgar Valenzuela, encontramos que el 9 de Abril de 1922 ocurrió un incendio en los Bateyes 1 y 2 del ingenio Barahona, el cual quemó unas 10 mil tareas de caña. Añade la información que en las labores de sofoque de las llamas, empleados de la Compañía exageraron “su celo”, en dicha labor, atropellando y golpeando braceros haitianos para obligarlos participar más allá de lo prudente [asumimos], resultando herido de bala uno de los haitianos a consecuencia de un disparo efectuado por un empleado norteamericano.
En el Segundo Congreso Nacional Obrero celebrado del 26 de enero al 13 de febrero de 1922, estuvo presente una Delegación de Haití compuesta por J. Jolibois Fils y Alfonso Henríquez, connotados luchadores contra la ocupación estadounidense en su país. Su participación fue empero discreta, seguramente para evitar ser objeto de represalias por las autoridades militares yanquis en Port-au-Prince. En la Sesión de 30 de Enero de 1922, la Delegación haitiana presentó una moción solicitando la cooperación de la Confederación Dominicana del Trabajo para que se protegiera el trabajador haitiano y se adoptara una postura de protección a los trabajadores haitianos en el país, lo que fue aceptado. A tales efectos, se designó una Comisión compuesta de los delegados Kunhardt, Tadeo Martínez y J. Rafael Bordas, para su estudio.
En la Sesión Plenaria del 4 de Febrero, la Comisión encargada de estudiar la moción de los Delegados haitianos, presentó su Informe, el cual sometido a la Sala, fue aceptado (ver págs. 96 y 100 del Documento ACTAS DE LOS DOS PRIMEROS CONGRESOS OBREROS DOMINICANOS-AGN-2007).
Melvin Knight señala que los norteamericanos pagaban salarios de miseria a sus braceros (mayoritariamente haitianos), así como a ciudadanos de las islas cercanas y al pequeño porcentaje de dominicanos. Destaca también que en los centrales de una conocida familia de origen italiana, el abuso con los salarios era mayor. En efecto, apunta: “hubo tantas quejas por maltrato en el ingenio Angelina durante la Zafra 1924-25, que los ingleses fundaron una oficina en Saint Kitts con el propósito de establecer un boicot contra los patronos que no trataran a los hombres de una manera humanitaria“. (ver pág. 165).
Las quejas contra “los italianos” giraban en torno a la falta de seguros, el no retorno a sus islas de origen a los que resultaban lesionados (como era costumbre), así como las condiciones miserables de alojamiento en casuchas inservibles, donde las condiciones eran peores que las prevalecientes en las pésimas chozas de los haitianos que trabajaban en los ingenios Barahona y Romana.
Para el año 1926 Knight estimaba en 100 mil la cantidad de haitianos que para ese tiempo venían a nuestro país principalmente a trabajar en los campos cañeros, mientras que otra parte laboraba en la construcción de carreteras, caminos y otras obras públicas (ver Los Americanos…..166).
Desde la perspectiva de los dominicanos la presencia masiva de haitianos en la actividad azucarera y en la construcción de carreteras y otras obras públicas, tenía el efecto de deprimir el nivel del salario, lo cual les afectaba, a la vez que los alejaba de dichas actividades, donde prevalecían remuneraciones casi a nivel de subsistencia. Observando esta situación Knight citaba que los dominicanos tampoco lograban conseguir trabajo en las áreas administrativas relevantes, las cuales estaban reservadas para los funcionarios civiles norteamericanos, puertorriqueños y cubanos.
Son muchos más y diversos los puntos de divergencia que se confrontaron en el Valle de Neyba, donde el Ingenio Barahona impuso su condición dominante, apoyándose primero en las botas de las tropas de ocupación norteamericana y luego en la Dictadura de Trujillo.
Fuentes orales
Negro Rodríguez, Lorenzo Varona, Ángel Thomas Kelly, Belarminio Algarroba y Rafael Ant. Batista (Toño).
25 de Septiembre 2017
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