Texto por: RFI
Haití se encuentra este miércoles en Estado de sitio tras el asesinato en la madrugada del presidente Jovenel Moïse a manos de un comando no identificado. La gran cantidad de enemigos que había cosechado, una legitimidad política cuestionada y un vacío de poder en las instituciones son algunas de las pistas que evocan los analistas a la ahora de explicar los sucesos de las últimas horas.
Aislado, con un Parlamento suspendido y gobernando por decreto, el presidente Jovenel Moïse acabó trágicamente su mandato a los 53 años, cuando fue asesinado en su casa por un comando de hombres no identificados.
El primer ministro saliente, Claude Joseph, declaró el miércoles el «estado de sitio», lo que otorga mayores poderes al Ejecutivo. Haití, que ya atravesaba una grave crisis política, económica y de seguridad, azolada por bandas criminales, se hunde este miércoles un poco más en la incertidumbre, sin que se sepa de momento quién está detrás del asesinato.
“La noticia es demasiado fresca como para decir qué pasó. Lo único que puedo decir por el momento es que un presidente que muere asesinado en su cama cuando cuenta con el apoyo de una fuerza de seguridad bien armada, es algo que no puede pasar sin que su fuerza de seguridad sea parte de una conspiración. Porque se reporta que ninguno de sus guardias ha muerto”, explica a RFI Paul Latortue, decano en la facultad de Notre Dame en Haití.
“Ha sido un presidente muy impopular. Todos los segmentos de la población estaban en su contra. Al mismo tiempo, estaba haciendo cambios que no son necesariamente positivos”, agrega.
El asesinato de Jovenel se inscribe en un pasado nacional marcado por este tipo de episodios, recuerda la historiadora haitiana Michèle Oriol. “Es el tercer presidente asesinado en la historia de este país. Se había hecho muchos enemigos, había encarado muchos asuntos al mismo tiempo, ya se trata de temas políticos, económicos o relacionados con la criminalidad. Muchos temían que lograra llevar a cabo ciertos proyectos, pero todos sabíamos que podía ocurrir cualquier cosa en cualquier momento. Mientras avanzaba con la reforma constitucional, organización de elecciones, etcétera perdía el control del territorio”, recalca.
Entretanto, la incertidumbre es palpable. “Puerto Príncipe está en una calma absoluta. No se escuchan ni automóviles ni motos ni personas en las calles. Se siente que la población está en estado de shock. No sabemos qué reacciones van a haber ni cuánto va a durar. Hay que tener en cuenta que la Policía es muy débil, no controla el territorio y no hay instituciones”, apunta.
“Estamos entre dos primeros ministros: uno nuevo nombrado hace dos días pero que no se ha instalado y otro saliente que se encarga del día a día, sin presidente del Tribunal de Casación, el Parlamente ha quedado reducido a un tercio del Senado, no hay alcalde electo, solo quedaba el Presidente de la República y hoy desaparece. No queda nadie, no sabemos quién se va a hacer cargo”, asegura Oriol.
“Hay una situación de vacío de poder, y esto es peligroso”, coincide Paul Latortue.
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