Por: Ing. Carlos Manuel Diloné
Colgados de signos de interrogación, nos fuimos desplazando por la carpintería del evento, teníamos la encomienda de festejar el tercer aniversario de Familia Bateyera, nos detuvimos un tiempo en analizar el sitio, si era adecuado en cuanto al espacio físico, cómo debíamos ir vestidos, si era prudente la hora, cuál era el día más conveniente, si llevábamos bizcocho; en fin estábamos desentrañando toda la logística, propia de nuestra gran celebración.
Tres años parecían empujarnos a una década, el alboroto colectivo no se hizo esperar, un tema debatido volvía aparecer de modo distinto, parecía como si el prisma del razonamiento humano se iba cambiando de esfera constantemente, al finar todos convergimos en un mismo vértice.
El tren comenzó a rodar, arrastrando a su paso toda la carga de hastío, espantando los miedos, Darío Castro lo conducía por los rieles del encuentro, que inevitablemente nos acercaba cada día a la fecha prevista, de pronto el maquinista grita.
¡Tikiiiiiiiiiiinnnn! Carajo cámbiame este tren, quiero mi Changui Changui.
Nos asustamos todos, Tikin pega el grito al cielo y exclama ¡YA NO HAY TIEMPO¡ sé que tú puedes, volvió a gritar el maquinista. -De todos modos lo intentaré, aunque no tenemos tiempo, con un tren en plena marcha- responde Tikin.
El tren debía representarnos, ser potente y bello, un tren sabio e inteligente, conocedor de las rutas por donde se desplaza el desarrollo de la región sur del país, en definitiva un tren único, construido con un material, hasta ahora nunca antes visto.
Tikin pide una sarta de enseres inusuales, propios de mentes muy brillantes, ninguno entendimos, la angustia inundó nuestros espacios interiores, ¿Qué hará? fue el cuestionamiento que se estacionó en cada pasajero, las noches se alargaron entre el martilleo constante y el soldar aquí y allá, Tikin se desplazaba constantemente al compás del viento, un rato en la caldera, un momento en las campanas.
El armazón desdibujó la silueta sempiterna de la ilusión, por las rendijas del pensamiento, divisamos extasiados la obra de arte, que ya definía los rasgos y características de lo solicitado. La primera impresión, provocó de nuevo el anterior alboroto colectivo, esta vez llegó cargado de alegrías, de sueños, de satisfacción, llegó con Tikin Barón.
Por el hueco, que separa las 1:40 de las 1:50 horas de la madrugada, divisamos esta joya, que desde ya forma parte de nuestra historia.
El trabajo valió la espera, a las dos de la mañana, sentimos el bramido de un robusto, bello e inteligente TREN, construido con las ideas que la imaginación pone en los hombres que quieren y hacen las cosas con amor, con entusiasmo y dedicación. Hoy con orgullo y la satisfacción del deber cumplido, Tikin entrega esta Joya, este arquetipo construido con los sueños de nuestros ancestros, para el recuerdo imperecedero de nuestra generación.
Gracias, muchísimas gracias, Tikin Barón.
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