EN HAITÍ LOS ACTOS DE SALVAJISMO SE SUCEDEN UNO TRAS OTRO ANTE LA INDIFENCIA DEL MUNDO.

Por: Ing. Carlos Manuel Diloné

Parte I

Parece que nos estamos acostumbrando a la indiferencia de la vida, algo que podría romper la conexión social.

La conciencia humana se estremeció, al enterarse de un acto propio de bárbaros ocurrido en el vecino Haití, cuando un líder pandillero ordenó el exterminio de toda la población adulta mayor en la sección Wharf Jeremie de Cité Soleil, un extenso barrio marginal de Puerto Príncipe, donde unos 184 seres humanos fueron acuchillados y macheteados.

130 de quienes murieron tenían más de 60 años, según la ONU, que añadió que los miembros de la banda quemaron los cadáveres y los arrojaron al mar”.

Los estudiosos de la historia de Haití, se dan cuenta de que los actos de barbarie han estado presentes en esa parte de la isla, desde antes del nacimiento del estado haitiano. Para el año de 1791 comenzaron las estrechas relaciones entre Toussaint y Dessalines, y ambos gozaban de la confianza de Biassou, el cual dio al segundo el encargo de dirigir los suplicios de los blancos que se hacían prisioneros.

Es forzoso decir de qué modo y con qué orden los tenía graduados este bárbaro africano. El día señalado para tan horribles carnicerías se reunía el ejército en una pequeña pradería, distante como un cuarto de legua escaso del cuartel general, a cuyo contorno había una especie de gradería natural, que formaba anfiteatro, en la cual se colocaban los negros de suerte que en el centro quedaba un campo bastante espacioso para las ejecuciones.

Allí eran conducidos los desgraciados blancos en tropel, sin distinción de edad ni sexo, desnudos y atadas las manos atrás. Regularmente comenzaban los suplicios por los ancianos y por una refinada astucia sugerida por la venganza eran los más crueles, porque se acusaba a estos infelices blancos de haber atormentado a los negros durante más tiempo que los otros. Tenían colocadas varias estacas gruesas de ocho pies de altura, a cuyos extremos había unos ganchos de hierro de cerca de veinte pulgadas de largo, y en ellas enganchaban por la barba a los miserables a quienes destinaba a este suplicio, dejándolos de este modo todo el tiempo que podían resistir, hasta que perdían la vida; y aun no satisfechos con esto, se complacían algunos de los bárbaros, encargados de la ejecución, en desenganchar estas víctimas desgraciadas, y volverlas a enganchar de nuevo para atormentarlos más y más, y hacerles sufrir una muerte prolongada y llena de angustias.

A los de mediana edad, que estaban reputados como extranjeros, y que habitaban la isla solamente desde diez a doce años, se los colocaba entre dos tablas atadas fuertemente, y los hacían aserrar vivos de medio a medio.

A los más jóvenes los sacaban primeramente los ojos con tirabuzones, y después los destrozaban con sus sables hasta hacerlos mil pedazos.

Con las mujeres variaban los suplicios el bárbaro Dessalines y sus verdugos, y siguiendo los impulsos de sus atroces caprichos, buscaban las desgraciadas madres que se hallaban en cinta, y arrancándolas de su seno el fruto de su unión, le despedazaban, y hacían comer de él a las demás, introduciéndoselas en la boca con la mayor violencia esta carne todavía palpitante, y haciéndosela tragar a pura fuerza.

En cuanto a los niños no hacían sino echarlos vivos en grandes calderas de agua hirviendo o ponerlos al fuego para que se asasen.

Es bien duro por cierto el hacer la pintura de tales horrores, y parecerían una ficción inventada por una imaginación malévola con el objeto de grabar en el corazón del hombre el odio y el horror hacia sus semejantes, si todo el mundo no estuviese escandalizado de semejantes escenas.[1]

Los crímenes cometidos por Dessalines son inenarrables, este africano feroz, que hacía muy poco tiempo que había sido transportado a Santo Domingo de las costas de Guinea, servía a un negro propietario y libre llamado Dessalines cuando comenzó la insurrección. Se llamaba Juan Santiago, y era tal su ignorancia en cuanto a las costumbres de los europeos, y la influencia de sus habitudes, de su civilización y de su idioma, que absolutamente no tenía la menor idea de ellas, y únicamente conservaba toda la ferocidad, toda la barbarie del clima en que había nacido: el único sentimiento de que su alma se hallaba poseída era la venganza , y por consiguiente el primer acto de barbarie en que se dio a conocer para entrar en la vil carrera de las, atrocidades, fue el asesinato de su amo y cuyo nombre se apropió con cuanto le pertenecía.[2]

Estos asesinatos duraron cerca de tres meses, y cuando la historia hubiere recogido todas las circunstancias y pormenores que concurrieron, harán estremecer de horror a toda alma sensible. Entre otros debe citarse le muerte del desgraciado Lacansade, a cuya casa fue un día Dessalines con su estado mayor, y después de haberlos franqueado con la mayor generosidad con cuanto poseía, y servirles un magnífico y esplendido banquete, cuando estuvieron ya bien hartos de viandas y licores, le tendieron sobre la misma mesa en que habían comido, y cada uno fue metiéndole su puñal con intervalos iguales hasta que las últimas convulsiones de su existencia pusieron fin a las risotadas y algazara de los monstruos. En seguida dieron muerte a cuantas- personas había en la casa.[3]

Hoy unos 220 años después, más que poblado por habitantes, Haití parece un lugar donde se reproducen los monstruos, la brutalidad y la cotidianidad de los asesinatos refleja un país que sufre una “espiral acelerada hacia el abismo”, dijo William O’Neill, experto en derechos humanos de la ONU para Haití. Aunque estos monstruos no representan ni el 2%de la población, están utilizando métodos de terror y miedo para asustar a la población, muy similares a los utilizados por Dessalines antes del nacimiento del estado haitiano.

Las estadísticas haitianas son tan inexactas, como las reglas de juegos en la diplomacia internacional, incumplen todo, no existe forma posible de llegar a algún acuerdo, es que lo incumplen. ¿Frente a esa realidad que les espera a los dominicanos?

Haití está convulsionado por la violencia desde principios del año 2024, cuando bandas rivales se unieron en un ataque contra instituciones gubernamentales, incluidas comisarías de policía, prisiones y hospitales.


[1] VIDA DE J. J. DESSALINES, jefe de los negros de Santo Domingo. Con notas muy circunstanciadas sobre el origen, características y atrocidades de los principales jefes de aquellos rebeldes desde el principio de la insurrección en 1791. Traducida del francés por D. M. G. C. Año de 1805. Reimpresa por Don Juan López Cancelada. México 1806. Páginas 8 a 10.

[2] Ibidem. Página 4.

[3] Ibidem. Páginas 63 y 64.

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