Por José A. Mateo Gil
El imperio chino, es uno de lo más longevo registrado en la historia de la humanidad. Se extiende desde el año 221 a.c. hasta 1912, que es donde nace la primera república. El surgimiento del imperio data de la época de la edad de hierro con la unificación de la dinastía Qin Sin Huang, poniendo fin a cinco siglos de guerras feudal. Lo que es hoy el gigante asiático, no es producto de la casualidad, es el resultado de muchos años de trabajo, disciplina, y madurez de una cultura que los hizo fuerte, cuyos resultados están a la vista de la comunidad internacional. Fueron los creadores de la brújula, la pólvora, el ábaco, la cera, el papel y la impresión, entre otros descubrimientos, que sirven como base de sustentación para la conformación de lo que en la actualidad es el incipiente líder imperial que se abre paso en el nuevo orden mundial.
La pandemia del covid-19 puso al desnudo la capacidad productiva y tecnológica de las grandes potencias. En tanto que la invasión de Rusia a Ucrania ha provocado una distorsión de los mercados a nivel internacional, ejerciendo presión sobre los precios y creando escases de bienes de consumo masivo. De acuerdo a proyecciones de organismo internacionales de entero crédito, esta situación puede desencadenar en una hambruna a escala mundial. Así como también, marcar el inicio de un período de reordenamiento del liderazgo político, económico, tecnológico y social de las grandes potencias. En este nuevo escenario se pone de manifiesto el debilitamiento del poderío imperial, tanto de Rusia como de Estados Unidos, allanando el camino al imperio asiático, quienes se han adueñado del comercio mundial. La iniciativa china en materia diplomática ha sido tan exitosa que, sin tirar un solo tiro, solo utilizando de forma efectiva las herramientas diplomáticas de que disponen, han logrado atraer la atención de la mayoría de los países de Latino América y el mundo.
Luego de la caída del muro de Berlín en el año 1989, el mundo cambió. Por un lado, la Unión de República Socialista Soviética (URSS) se desarticuló debilitando el poderío del imperio Ruso. Y por otro lado, el imperio norteamericano descuidó su influencia hegemónica sobre los países de América Latina, reduciendo a casi menos que nada, las ayudas y financiamientos a esta parte del mundo. La política de restricción económica impulsada por EEUU a los países latinoamericanos, abrió las puertas al poderío imperial de otras latitudes. Es por esta, entre otras razones, que el pulpo asiático aprovechara esta coyuntura para que los países del tercer mundo, específicamente los de américa latina, fueran cayendo uno tras otro bajo la sombrilla del imperio chino.
Los líderes del bloque occidental se dedicaron fundamentalmente a los temas económicos, tales como el manejo del comercio del petróleo y otros renglones relacionados con la producción de energía. En tanto que, los líderes orientales, además de acaparar el mercado tecnológico a nivel internacional, buscan de manera desesperada asegurar el control del recurso “AGUA”, que se escasea, pero que aparece en abundancia en america del sur y el Caribe. En todo el litoral del amazona, pero más específicamente en Brasil, Uruguay, Argentina y Chile, se encuentran las reservas de agua más grande de la tierra. Se estima que la reserva de agua de Uruguay tiene capacidad para suplir las necesidades del líquido a todos los países del planeta.
La diplomacia china no duerme, cuidan el más mínimo de los detalles, con el único y firme propósito de expandir su frontera imperial, no solo en el orden del comercio internacional, sino apoderarse de los avances de la ciencia y la tecnología para fortalecer su oferta de bienes industrializados en el mercado mundial. La agresividad de la diplomacia china para conquistar los mercados, viene dada por la longevidad de una cultura milenaria basada en la organización, disciplina y apego a rasgos culturales distintos a los de occidente. Mientras el imperio del norte utiliza la fuerza para someter a su voluntad a los países del tercer mundo, los líderes orientales tienden un ramo de olivo a aquellos países con los que quieren establecer relaciones diplomáticas. En la invasión de Rusia a Ucrania, por poner un ejemplo, la diplomacia del gigante asiático se ha manejado con inteligencia, le compra el petróleo y sus derivados a Rusia, y coquetean y mantienen relaciones comerciales con los norteamericanos. Se han cuidado de no fijar una posición con respecto al conflicto ruso-ucraniano, lo que indica la madurez y sagacidad de su manejo diplomático.
Aunque es de todos conocido, que la diplomacia china promete muchas cosas y solo cumplen algunas de ellas, es innegable que el método compulsivo practicado durante décadas por el imperio norteamericano para ganar adeptos, ha abierto las puertas al emergente imperio asiático para incursionar de manera exitosa en los países latinoamericanos. Las promesas incumplidas de los chinos en esta parte del mundo, como es el caso de la construcción del canal de Nicaragua y los US$30 mil millones prometidos a Haití para impulsar su economía, no ha impedido que los países de la región se sumen a su causa. Lo cierto es, que la estrategia utilizada por la diplomacia china para concertar alianzas con gobiernos latinos, han dado resultados positivos para su propósito de expandir el radio de acción de China Continental
La incapacidad de los gobiernos abrazados a la social democracia en américa latina, ha permitido que en los últimos 5 años, los partidos de izquierda resultaran victoriosos en los procesos electorales en la región. Con la particularidad de que esos presidentes electos ya no buscan acercamiento con el modelo tradicional de la izquierda revolucionaria, sino que se sienten atraídos por el modelo asiático. En la última década, varios países latinoamericanos se han aliado a China Continental. Esta situación tiene que servir como voz de alerta para los Estados Unidos de América, que por un tema de geopolítica deben de reconsiderar su posición sobre el futuro de estos países. Una política bien dirigida de relaciones internacionales, acompañada de asistencia económica y tecnológica al sector productivo de estos países, puede ayudar a los norteamericanos a recuperar el terreno perdido en América Latina. La posición geográfica del imperio del norte, facilita la expansión del comercio y el fortalecimiento de las relaciones comerciales con países de la región.
La República dominicana no escapa a esta especie de piñata con puños que se ha desatado entre oriente y occidente. El rompimiento de las relaciones diplomáticas de nuestro país con Taiwán en el gobierno anterior, a sabiendas de que esa acción desencadenaría en consecuencias funestas para el pueblo dominicano, constituyó un error político de las autoridades del momento. Estados Unidos es nuestro principal socio comercial, que se encuentra a escasas millas de nuestras aguas territoriales. Razón por la cual, fue un contra sentido polemizar con el principal socio comercial con que cuenta nuestro país, que posee un mercado potencial para que nuestros productores puedan expandir sus actividades de negocios.
El imperio del norte, al igual que el de Haití, es el mercado más seguro y robusto con que cuenta la República Dominicana. Por su cercanía, nos garantiza una disminución de costos tanto para nuestras exportaciones, como las importaciones. Estamos totalmente de acuerdo con que en nuestro país se abra un abanico de posibilidades para negociar con todos los países. Pero, con lo que no estamos de acuerdo, es que pongamos en riesgo las relaciones de negocios con el principal socio comercial como lo ha sido históricamente los Estados Unidos de América. Que por demás, es el país de donde llegan más remesas enviadas por la diáspora que vive en esa nación americana.
El establecimiento de las relaciones diplomáticas de la República Popular China con la nación dominicana, no deja de ser importante. Lo que le restó brillo fue el manejo que nuestras autoridades le dieron a esa trascendental iniciativa. El intercambio comercial de nuestro país con China continental arroja un déficit anual de la balanza comercial, debido a que las importaciones provenientes de ese país son imperecederas, tales como: piezas de vehículos, electrodomésticos, implementos agrícolas, entre otros artículos industrializados. En tanto que los productos dominicanos con vocación exportadora son perecederos, que provienen del sector agropecuario, y por la distancia geográfica que tenemos con China, estos tienden a descomponerse.
Ahora bien, si algo positivo tiene esta alianza es que nos abre las puertas a un mercado de 1,400 millones de habitantes. Que proyectandonos a un futuro no muy lejano, la República Dominicana pudiera transformar sus materias primas en productos terminados para colocarlo en ese gran mercado asiático, con posibilidad de equilibrar nuestra balanza comercial. En consecuencia, fortalecer las relaciones de negocios a nivel internacional es nuestro objetivo, porque más temprano que tarde, las grandes potencias se disputarán convertir a la República Dominicana en el centro de acopio más grande de toda la región caribeña debido a su posición geográfica, Y el gigante asiático está consciente de ello.
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