MUERTE DEL GENERAL ZENÓN OVANDO

El siguiente trabajo, es simplemente una reproducción del episodio narrado por Rafael Damirón en su libro «Cronicones de Antaño», publicado en 1949, páginas 33 a 36.

Mi único esfuerzo es dar a conocer esta información, por considerarla útil para todos, por eso no lleva mi firma.

VENDETA SUREÑA

Con el frustrado levantamiento del Presidente Morales Languasco, que abandonó el Poder para alzarse en armas contra el régimen que él mismo había establecido, apoyado por las fuerzas del horacismo, se iniciaron sucesos tan sangrientos como incontables en todas las regiones del país. Apoyando al Gobierno constituido cayó en el puente de la Guinea, en Puerto Plata, el bizarro general Demetrio Rodríguez, pocas horas después de su desembarco en las cercanías de Arroyo Francés en la Provincia de Puerto Plata.

Para apoyar a Morales surgen movimientos subversivos en todo el país y la anarquía encuentra brazos dispuestos a la acción para dividir una vez más en dos el partidarismo contendiente que durante mucho tiempo mantuvo en guerra a los dominicanos.

En circunstancias tales acostumbraban los Gobiernos utilizar para su defensa a los elementos más destacados por su hombría sin importarles un bledo la responsabilidad de sus actuaciones.

Actuando de esta suerte, el Gobierno que sucedió a Morales Languasco mantuvo en la Provincia de Barahona como Gobernador y Jefe de operaciones al general Zenón Ovando.

Eran sus contrarios en aquella provincia, Candelario de la Rosa, Matías Suero, Julio el Cometa, y otros de calaña dudosa por su moral y por su ignorancia.

Como para esa época la oposición al horacismo era de gran fuerza en aquellas regiones, el general Ovando tuvo que atravesar grandes desazones para conseguir algún buen éxito en las difíciles gestiones que se le habían encomendado.

Sitiado en un momento en que no le era fácil recibir refuerzos para contrarrestar el empuje de sus enemigos, recibe de ellos el general Ovando un parlamento en que se le pide la rendición de la Plaza. Como contestación única a las pretensiones de sus contrarios, es ejecutado sumariamente el portador de esta intimación.

No conforme con ello, pasa por las armas al ciudadano Eugenio Santana, y a otros, y levantando el piso de la Gobernación se atrinchera en ella sosteniéndose allí hasta recibir refuerzos del Gobierno constituido en la Capital de la República. Con ellos dispersa a los sitiadores y luego desembarca en el puerto de Enriquillo para seguir su campaña de persecución fusilando a tajo y destajo a cuantos adversarios encuentra en su camino.

 El nombre de Zenón Ovando quedó gravado con sangre en todos los senderos de la provincia y en una gran parte de los corazones de las familias a quienes él arrebató algún miembro querido  llevándolo al patíbulo.

Rafael Vidal y Recio, Mario Pichardo y el Coronel la Torre, lo mismo que Eugenio Santana, quedaron sepultados por voluntad expresa del general Zenón Ovando.

Diez y seis heridos caídos en manos de las fuerzas gubernamentales en la sección de Alpargatal, hoy Vicente Noble, fueron ejecutados sobre sus hamacas en un día en que el alcohol predominaba en las actuaciones de este truculento jefe de operaciones.

El tiempo pasó, y Ovando fue sustituido para actuar en otras regiones de la República mejor retribuido por el Gobierno por los hechos sangrientos que se sumaban a su hoja de servicio.

Reinó la paz en la República, y como después de una tempestad las aguas vuelven a su nivel, los hombres ocuparon el plano que les correspondía cuando no había enemigos que matar, ni razones que justificaran la inmunidad del crimen y el derecho al latrocinio.

Circunstancias que no eran de prever determinaron cambios de Gobiernos y de procedimientos que pusieron fuera del engranaje político a aquellos elementos que sólo eran utilizados para la violencia.

Ahogado Zenón por el ambiente que no le era propicio, tomó el camino del exilio, y se refugió en la isla de Puerto Rico.

Habían pasado ya seis años de los acontecimientos que lo llevaron de Jefe de operaciones de la provincia de Barahona, cuando con intenciones de desembarcar en las costas del Jovero, se hizo a la mar en una noche tempestuosa.

La embarcación en que se lanzaba a esta aventura perdió el rumbo, y fue a recalar a las costas de Paradís, hoy Paraíso, poblado aledaño a Barahona y muy cerca de Enriquillo.

La noticia de su desembarco cundió por toda la provincia con la rapidez del relámpago.

El hombre del Sur tiene fama de vengativo. Su historia ofrece hechos que aseveran la verdad de esta afirmación.

De ahí que cuando la noticia llega a Barahona, un joven de diecisiete años se hace de una carabina, monta a caballo, y marcha hacia Paradís, en donde le habían dicho que estaba el general Ovando.

Cuatro horas después, las nueve de la noche serían, se presenta a las puedas del rancho en donde Zenón dormía cansado de las luchas de las horas anteriores, y el sobrino de Eugenio Santana, que no era otro quien se disponía a vengarlo, preguntó a Vicente Evangelista quien se hallaba de guardia, en dónde estaba el general Ovando.

Sin suponer el objeto de aquella visita inesperada, le contestó tranquilamente:

-Ahí está descansando.

Un disparo dirigido al corazón, deja a Ovando muerto sin exhalar una queja.

El heridor montó a caballo, y con serenidad satisfecha dijo a Evangelista, sin dejar de amenazarlo con su carabina:

Ahora, buenas noches, caballero.

RAFAEL DAMIRÓN

CRONICONES DE ANTAÑO. 1949

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