LEO MERCEDES: DESTACADO JUGADOR, DIRIGENTE Y PROMOTOR DEPORTIVO

HISTORIA DEPORTIVA

Yo, Ángel Leonardo Mercedes Matos, mejor conocido como Leo Mercedes en los círculos deportivos, sociales y políticos locales y nacionales, nací en la ciudad de Barahona el día 14 de noviembre de 1945, en la calle Enriquillo No.61 (actual Ntra. Sra. del Rosario) al lado de la más antigua gallera de la ciudad de Barahona. Soy hijo del distinguido matrimonio entre Ángel Mercedes Pérez (Don Pérez. QEPD) y María Esther Matos Ramírez de Mercedes (Doña Titita. QEPD). El primero, campesino proletarizado oriundo de Duvergé, para entonces capataz de la finca “Mi Propio Esfuerzo”, del gran munícipe barahonero Luís E. del Monte, convertido luego en obrero portuario del grupo “Los rompe sacos”, del Sindicado de Estibadores Portuarios del ingenio Barahona, y más tarde, al crearse el CURSO-UASD (1971) se convirtió en su primer mayordomo. La segunda, maestra en su hogar, oriunda de Habanero y nieta del general restaurador barahonero Rafael Matos Cuevas (Falé).

Desde que tengo uso de razón me veo con una pelota de goma, un bate de palo y una trocha de lona en las manos, bateando, aparando y corriendo tras una pelota en una calle o solar yermo más o menos llano, junto a mis amiguitos y compañeros de aulas de la Escuela Primaria Rural Cafetalera de Polo, del vecindario de la calle Apolinar Perdomo (La Bajaíta de Teté Cuello), en el patio lateral del edificio del Grupo Escolar Rafael L. Trujillo M. y en las calles del Barrio de Mejoramiento Social (BAMESO) de nuestra ciudad. Era tal mi tan temprana afición deportiva, que ya en 1951, cuando se inició el beisbol organizado en RD (la era romántica de la pelota) con tan solo 6 años, me hice fanático de los Tigres del Licey, que ganaron ese campeonato, pero perdieron el siguiente de 1952, en la serie final, de manos de las Águilas Cibaeñas, cuyo último juego cerró con un doble play, por lo que yo me rajé en gritos por la derrota de mi equipo.  

Pero la práctica del beisbol organizado realmente la inicio a la edad de los diez (10) años junto con Vinicio Vázquez, Boanerges Féliz (Lindo), Héctor V. Melo (Yino), Rafael-Fellito-Franco, Puchín y Chinito Díaz y otros, en el equipo BAMESO bajo la dirección de mi “herma-primo” Antonio Milcíades Vólquez Ramírez (Micho) inmortal del deporte barahonero. Este equipo realizaba frecuentes intercambios en el play del cementerio con otro de la calle Colón y los alrededores del mercado público, integrado por Felipe-Fito-Matos, Víctor Pérez o Milson (Tigá), Jorge-Papujito-Herrera, su hermano y otros; también en este play y frente al hospital del Batey con un equipo del Batey Central que tenía a Teodoro Martínez, Julito Edward, Picho Padilla, Cardín James, Freddy y Jorge Nin; y en el patio de la catedral con otro del barrio de su alrededor, que tenía a Héctor Quezada, Miguel González, Héctor y Máximo Pérez Espinosa, entre otros.

En la escuela primaria Rafael L. Trujillo M., hoy Leonor Feltz, yo era de los organizadores de desafíos de beisbol de 3 innings durante el recreo de 30 min, “bateando con el puño” pelotas de goma y jugando “a mano pelá”. Estimulado por esta experiencia, para 1957 junto con Francisco Cira (Fran Cocco) formo un equipo infantil de beisbol en la villa cafetalera de Polo, de corta duración, pero que llegó a realizar un intercambio en el play de Las Auyamas con un conjunto de Cabral.

Al formarse el afamado equipo juvenil San Rafael, clase A (1958) dirigido por Oscar Oviedo, al que se integraron Micho, Vinicio y Yino, el BAMESO quedó inactivo, pero al desintegrarse aquel (1961), a principios de 1962, Víctor Vicente Acevedo, uno de sus defensores de la segunda base, conformó el equipo San Rafael Jr. al cual Leo le dio el nombre y al que quedó incorporado como lanzador, junto con Héctor y Máximo-Batallón-Pérez Espinosa y Anchí Florián (QEPD). Pero este equipo duró poco, debido a que éstos, excepto Máximo, pasaron al nuevo conjunto Estrellas del Sur, superador del BAMESO, patrocinado por la Factoría Melo y dirigido por Micho Vólquez y Juancho Payano (1962), donde me desempeñé como RF y lanzador.

Recuerdo que en un intercambio en el estadio Nadín Hazoury, a principios de 1963, con un combinado de Baní, dirigido por el destacado locutor Nelson Báez, el play estaba abarrotado y a la altura del tercer inning el equipo local perdía por dos carreras; con corredores en 1ra y 2da me tocó batear y conecté una línea por encima del intermedista que limpió las bases y empaté el juego, anclando en segunda con un doblete. En el próximo turno encontré corredor en 2da y lo llevé al plato con un hit por encima de la cabeza del SS, que puso arriba al equipo local, ventaja que jamás perdimos, quedando yo como héroe indiscutible del partido. Esto mereció que el mánager Payano me entregara la bola para abrir el juego de la tarde, del cual salí al finalizar el primer inning tras haberme fracturado el brazo derecho al realizar un lanzamiento.

No pudiendo lanzar a cusa de la lesión y el enyesado, pasé varios meses sin jugar y, al recuperarme, comencé a practicar la defensoría de la segunda base como sustituto de Emilio-Puchín-Díaz, quien era el oficial, hasta desintegrarse el equipo luego de mi graduación como bachiller en junio de 1963. Entonces comencé a entrenar atletismo con el destacado atleta barahonero Leonel James, profesor de Educación Física del Liceo Federico Henríquez y Carvajal, que preparaba a los deportistas barahoneros que participarían en los Primeros Juegos Escolares Nacionales, a celebrarse en noviembre de ese año. Al final de los entrenamientos, solo Roger Acosta y yo clasificamos para conformar la delegación que representaría a Barahona en las carreras de los 100, 200 y 400 metros planos. Lamentablemente, los juegos no pudieron realizarse debido al derrocamiento del gobierno del Prof. Juan Bosch, aquel fatídico 25 de septiembre de 1963. 

Coincidiendo con el final de ese periodo mi ex compañero de estudios y ya pastor y profesor Cayacoa Sanlatte (QEPD) y el locutor Cesar Medina, desarrollaban las prácticas para la conformación de un equipo de beisbol juvenil Clase A, al que denominaron “Los Jets”, con jóvenes de los barrios de El Puente y La Playa, al cual quedé integrado en enero de 1964, conquistado por Sumba Ramírez Suero, Ruquel Medina y Rogelín, quienes estaban entre mis alumnos del 5to Grado de la escuela primaria “Leonor Feltz”, en el local llamado La Escuelita de Dora, y que participaban del conjunto en gestación; me llevé conmigo a Roger Acosta y a Jorge-Papujito-Herrera, que juntos, como 3B, CF y LF y 2do, 1er y 3er bates, respectivamente, dimos mayor calidad, fortaleza y poder al equipo, haciéndolo un triunfador cuasi invencible.

Los Jets era el equipo juvenil que más encendía el play con su activa y bulliciosa “barra” que lo animaba desde las gradas, integrada por jóvenes y niños de ambos sexos procedentes de sus barrios, entre las que descollaban las hermanas Medina y familiares. En los choques de los Jets, la trilogía formada por Leo, Papujito y Roger los ponía a vibrar con sus rápidas piernas, frecuentes robos de base, “desde que llegaban a la primera el robo estaba casado”, lo mismo que con sus electrizantes jugadas defensivas, potentes brazos y sus oportunos y largos batazos por todas las bandas. En esa trilogía me destaqué como gran jiteador, estafador y corredor de bases y empujador de carreras, “Me molestaba ver corredores en bases cuando me paraba en el plato”.

Fue de locura la tarde que Yo, Roger y Caco “el prieto”, bateando de 2do, 3ro y 4to bates, produjimos, uno tras de otro, sendos tablazos contra la pared del LF, levantando de sus asientos a todos los presentes al creer que la pelota saldría de jonrón cada vez; pero, para desdicha, la brisa marina de la tarde se lo impedía. De ahí surgió el grito de batalla: ¡Los Jets atacan! tomado del título de una película de la época. Algo parecido ocurrió en el play de San Juan de la Maguana cuando, bajo el influjo de ese grito, la artillería de los Jets le entró a palos al famoso lanzador “El Caballo de San Juan. Los Jets siguieron su marcha triunfadora hasta que se desintegraron a finales del año 1965. Queda también como grato recuerdo la chaqueta de su uniforme, que en la parte posterior tenía la inscripción “In God we trust”. (La “engo ui”, al decir de Papujito Herrera)

La conquista por Barahona de los campeonatos nacionales de beisbol de aficionados y de volibol superior de 1963 actuó como catalizador del espíritu deportivo de jóvenes y niños de ambos sexos en toda la comarca. Desde principios del año 1964, coincidiendo con mi función como 4to. Presidente de la Sociedad Cultural Los Buenos Amigos, hubo una especie de ¡boom! de equipos de pequeñas ligas: Yorik Piña y Luís Sánchez con Imprenta Guilliani (Centro ciudad) Micho Vólquez con Farmacia Cury (Bameso), Aramis Reyes con El Arco, Julín Andino con Farmacia Zaida (Villa Estela) y Leo Mercedes con Los Buenos Amigos (La gallera y Vereda de los Suero) fueron pioneros. Este último, bajo mi dirección y la capitanía de Nechin, mi hermano, conquistó tres coronas consecutivas en torneos cortos, en los que derrotamos a arqueros y farmacéuticos. 

En enero de 1966 visitó Barahona el equipo del Instituto Dominico-americano de la capital para un intercambio con el Farmacia Cury. Micho me invitó a reforzarlo como 3B y tercero en la alineación. En mi primera aparición en el plato, con Emilio Gómez en 1ra, le puse spring en los asientos a los fanáticos con un trabucazo por el LF que por poco vuela la cerca. Los locales jamás perdieron la delantera y los capitaleños, aún con la futura gloria del beisbol aficionado Juan-Piñao-Ortiz en la receptoría, no pudieron detener la gruesa artillería local ni descifrar los humeantes lanzamientos de Piqui Vargas. Al concluir el partido se dieron por vencidos, prefiriendo irse a Saladillas antes que recibir otra paliza en la tarde.      

Después de ese intercambio, transformé Los Buenos Amigos en equipo juvenil, Clase A, convirtiéndolo en un invencible trabuco con la incorporación de una selección de peloteros estrellas de esa categoría. Tan poderoso, que en el único campeonato en que participamos, varios equipos se retiraron arguyendo que “a esos no hay quien les gane”. Lo que quiere decir, que Los Buenos Amigos se coronaron campeones “por default”. Y no era para menos, su alineación normal era la siguiente: 1) Eligio-Zepelín-Mercedes, 2B; 2) Jorge-papujito-Herrera, LF; Leo Mercedes, 3B; 4) Roger Acosta, RF; 5) Papote, C; 6) Tigá 1B; 7). Anchí Florián, SS; 8) Jorge Nin, CF; además, Luís Matos,1B y Nelson Mercedes, receptor. Como lanzadores figuraban: Héctor Quezada y Héctor Medrano, Radhamés Vázquez y Tigá.

En la única visita que el conjunto realizó a San Juan de la Maguana resultó victorioso en los dos partidos por muchas carreras a pocas. Y recuerdo que en el partido de la mañana, con Eligio y Papujito corriendo en 1ra y 3ra, conecté una soberbia línea hacía el jardín central que, al marcharle hacia adelante, el CF no pudo atrapar, yéndosele la pelota por encima de la cabeza, convirtiéndose en lo que en el argot beisbolístico se conoce como “jonrón de piernas”. Pero, ya sentado en el dugout, el receptor tomó la pelota, fue y me tocó y el umpire cantó ¡out!, anulando la carrera y quedando el batazo como doble.

Los Buenos Amigos “Clase A” fue mi última experiencia beisbolística en mi tierra natal, pues tuve que marcharme a Santo Domingo, en julio de 1966, para continuar mis estudios universitarios, interrumpidos por la Guerra Patria de 1965. Pero, como el deporte era asignatura obligatoria en el pensum del Colegio Universitario (CU-UASD) y, como mi afición era el beisbol, lo seleccioné, iniciándome como alumno de “El Gran Mariscal”, Enrique Lantigua, ex receptor del Licey y gloria del deporte nacional. Allí compartí partidos con Héctor Quezada y luego con Vinicio Vázquez, con quien intercambiaba en las posiciones de SS y receptor.

Cuando en 1967 el Departamento de Deportes, bajo la dirección de Víctor de la Rosa (Pululo), inició esfuerzos para conformar de nuevo el equipo AA de la UASD, fui uno de los seleccionados para integrarlo, siendo colocado como SS y abridor en la primera visita de intercambio que realizamos a San José de Ocoa para enfrentar al combinado local, dirigido por los destacados lanzadores Laíto Tejada y Fernando Isa. En los siguientes juegos accioné como 2B y 3B, otras veces me movían hacia RF y LF para aprovechar mi sólido bateo, llegando, incluso, a ser utilizado como receptor en un intercambio con el potente combinado “Ozama” de San Luís, en el estadio de la UASD, aquel al que Barahona le ganó en el estadio de La Normal el histórico Campeonato Nacional de Beisbol de Aficionados de 1963 y que representaba al DN. En ese desafío me reencontré con la futura estrella barahonera Teodoro Martínez, jugando el SS de los visitantes, ya firmado como profesional por los Mets de NY. 

En 1968 la UASD reinició sus tradicionales Juegos Intramuros “Tony Barreiro” (En honor a ese estudiante héroe de Las Manaclas) con la participación de las diferentes disciplinas deportivas y equipos representativos de las facultades o de las regiones político-administrativas del país. En beisbol se organizaron cuatro equipos: El DN y las regiones Norte, Sur y Este. Me tocó armar, dirigir y jugar la 3ra base del combinado del Sur, que se alzó con la corona, acción que repitió al año siguiente, 1969, siendo ésta mi última participación en el beisbol de aficionados Doble A, debido a que en 1970 fui electo Secretario General del grupo estudiantil BRUC y miembro del Comité Ejecutivo de la FED, la que llegué a presidir en Agosto de 1971.

Volví a practicar deportes en Santo Domingo luego de concluir los estudios de Ingeniería Civil en la UASD (1975) y comenzar a laborar con la compañía Acueductos y Alcantarillados (A&A) como Ingeniero del Dpto. de Cálculos y Diseños para el Proyecto Bajos Yaque del Norte (PRYN) que dicha empresa diseñaba para el INDRHI en consorcio con la Cía. Israelí Tahal Consulting Eng. LTD. Allí me integré en su equipo de softball, que participó en intercambios y torneos con otras empresas, jugando como 3B oficial. En 1977 pasé a trabajar como Ing. Residente de la empresa Construcciones y Hormigonados (COHOCA) en la ejecución del Acueducto Playa Grande-Río San Juan, costa Norte, y en los tres años que duró el proyecto formé, dirigí y jugé SS del conjunto de softball de la compañía, que realizó intercambios con combinados de Río San Juan, Cabrera y Gaspar Hernández, y organicé varios torneos con el equipo local, del cual jugaba 3B el otrora destacado lanzador de los Leones del Escogido El Garabato Sackie (QEPD).

De regreso a Barahona en 1981 para laborar en INDESUR como Encargado de Ingeniería de su oficina local, soy electo Presidente de la Regional CODIA-Suroeste para el periodo 1981-1982, su segundo, y desde esa posición me vinculo al proceso de preparación de los V Juegos Deportivos Nacionales que ya se desarrollaba con inusitado entusiasmo en Barahona, organizando el Comité de Defensa de la Comunidad-CDC con la participación de unas 50 organizaciones sociales y comunitarias de la provincia, con el objetivo de luchar para que se realizaran a tiempo y con la calidad adecuada para beneficio del pueblo las obras requeridas por las disciplinas a competir en tan magno acontecimiento deportivo. Aunque sectores locales y del gobierno mal interpretaron los fines del CDC, su lucha constituyó un aporte y acicate importante y oportuno sobre el gobierno para que cumpliera de manera efectiva con el compromiso oficial contraído con Barahona, los juegos y el país, convirtiéndose así su accionar en un fuerte espaldarazo al esfuerzo desarrollado por los dirigentes deportivos locales, que constituyeron la base fundamental del éxito de dichos juegos.

Para 1987-88, junto a un grupo de colegiados deportistas fundamos la Liga de Softball del CODIA (SOFTCODIA) que organizó varios torneos internos en la capital, en base a dos equipos:  Ingenieros y Arquitectos, en los cuales participaba; pero en vista del surgimiento de otros conjuntos en las regionales del CODIA, promoví la creación de la Comisión de Deportes (1989) de la cual fui electo presidente. Desde esta posición creé e instituí los torneos regionales y nacional de Softball del CODIA, cuya organización y desarrollo dirigí durante tres años consecutivos. Estos torneos se convirtieron en la actividad más entusiasta y concurrida del colegio y de la familia codiana a nivel local y nacional. Al mismo tiempo que dirigía, yo participaba como 3B del equipo del DN. Simultáneamente con las justas de softball y, en ocasión de la celebración cada año de la Semana Aniversario del CODIA, la Comisión de Deportes organizó durante mi presidencia los torneos de Dominó y billar, de los cuales participaba, quedando en par de ocasiones como subcampeón, solo detrás de otro barahonero, el ingeniero Santo Padilla (QEPD).

Por último, además de todos los aspectos antes señalados, durante los años 1963 a 1966 en que fui Jefe de Redacción del periódico local Juventud Cultural, de la Sociedad Cultural Los Buenos Amigos (1963-1964) y reportaba honoríficamente para los periódicos Listín Diario y los noticieros radiales Radio Mil Informando y Radio Comercial, cubría y destacaba las actividades deportivas locales, principalmente del beisbol juvenil y de aficionados, llegando, como elementos trascendentes, a vaticinar, en la edición de septiembre de 1963 del periódico Juventud Cultural, que Barahona sería Campeón Nacional de beisbol Amateur de ese año, y a reportar en las páginas deportivas del Listín Diario el logro del primer jonrón en el Estadio Municipal Nadín Hazouy de nuestra ciudad, conectado una tarde de mayo de 1966 por el lanzador juvenil Ramón-Chita-Dandrade, del equipo Maderas Mi Progreso.

Considero que mi vida ha sido algo productiva, rica y multifacética, como se parece evidenciar, pues al mismo tiempo que desarrollaba mis múltiples compromisos estudiantiles, académicos, profesionales,  laborales y familiares y como militante y dirigente cultural, social, gremial y político, en cuyas actividades también descollé alcanzando posiciones cimeras y numerosos y honrosos reconocimientos, entre ellos del Consejo Universitario de la UASD y de la Junta Directiva del CODIA, y llegando a ser nominado como Candidato a la Vice-Presidencia de la República, Secretario General de la FED y del CODIA, convertí mi militancia deportiva en una provechosa actividad de significativos aportes al desarrollo del deporte, la juventud y de todo el que los disfruta, no sólo en mi querido pueblo de Barahona, sino también en todos los espacios, comunidades y grupos humanos donde dejé mi impronta: la UASD, el CODIA, Barahona, Santo Domingo, Polo, Río San Juan, SFM, Bonao, Santiago, La Romana, SPM y otros pueblos.

Mi retiro del deporte organizado se produjo en la década de los años 90, después de cumplir los 50 años. Hoy, de vuelta a mi pueblo natal, sigo siendo un firme defensor de sus derechos y patrimonio natural y cultural, promotor de su desarrollo socioeconómico, cultural y deportivo y un ferviente seguidor de los Tigres del Licey en el beisbol profesional de la RD.

LM Última revisión y actualización, Mayo 2023.

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