Los gobiernos del cambio. Una vieja aspiración del pueblo dominicano que aún está pendiente.

28 de agosto de 2024.

Por: José A. Mateo Gil.

Luego del ajusticiamiento de Trujillo, el 30 de mayo de 1961, el pueblo dominicano cifró sus esperanzas en el establecimiento de una sociedad distinta a la que había vivido durante los 31 años de la dictadura impuesta por Rafael Leónidas Trujillo. La ejecutoria del régimen retrasó el proceso natural de desarrollo de un sistema democrático y de derecho. En atención a ese episodio sombrío que vivió la sociedad dominicana, la clase política de la época, se puso de acuerdo para organizar unas elecciones, que, al efecto, se celebraron el 20 de diciembre de 1962.

En esta contienda electoral participaron, entre otros, el Dr. Viriato Fiallo por la Unión Cívica Nacional (UCN), y el Prof. Juan Bosch por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). El discurso de Fiallo, amenazando con un látigo al trujillismo, catapultó la candidatura del prof. Bosch, quién en medio de la campaña había prometido borrón y cuenta nueva. Con la estrategia del candidato del PRD, el pueblo acudió masivamente a las urnas, donde Juan Bosch Gaviño resultó ganador de estas elecciones, con un 62% de los votos emitidos.

Juramentado como presidente de la república, el 27 de febrero de 1963, Bosch introdujo cambios significativos en la constitución de la república. A tal punto, que ésta se convirtió en la carta magna más avanzada, no sólo del país, sino de toda la región. Siete meses después, los sectores de poder, unidos a algunos representantes de la iglesia, y el poder imperial de los Estados Unidos, iniciaron una campaña de descredito contra las iniciativas del recién instalado presidente, acusándolo de «comunista». Ante esta situación, se crearon las condiciones para que se articulara el golpe de estado que frustró las aspiraciones del gobierno de Bosch, de ejecutar los cambios que había prometido al pueblo dominicano.

El golpe de estado del 25 de septiembre de 1963, perpetrado por un grupo de oficiales, bajo el mando del coronel Elías Wessin y Wessin, un digno representante de los reductos del cuerpo militar represivo del régimen de Trujillo, en contubernio con la iglesia, los grupos conservadores de la sociedad de la época, y el temor del imperio del norte de que República Dominicana se convirtiera en otra Cuba, puso fin al gobierno constitucional del presidente Juan Bosch.

Con lo acontecido en este hecho, que cercenó el primer ensayo democrático después de la dictadura, el pueblo dominicano recibió un duro golpe, que aniquiló las posibilidades reales del fortalecimiento de un sistema democrático en la patria de Duarte. En lo adelante, con el golpe de estado de 1963, quedó sellado un cambio en el rumbo de la historia política de la República Dominicana. Se abrieron las puertas a un período de inestabilidad política que dio al traste con el estallido de la revolución de abril de 1965, como consecuencia del reclamo del pueblo a la constitucionalidad, con el retorno del presidente Bosch al gobierno.

La revolución de abril, constituyo una esperanza, no sólo de restituir el derrocado gobierno perredeista, sino la materialización del anhelado cambio que desde entonces ha deseado la sociedad dominicana. Pero todo se agrava con la intervención militar norteamericana del 28 de abril de 1965, cuatro días después de iniciada la revolución, solicitada por Wessin para detener la derrota del grupo golpista. Este hecho, dio un giro a los propósitos de los constitucionalistas del retorno del presidente Bosch al poder.

Esta intervención de los gringos en tierra dominicana, tuvo un desenlace fatal para los constitucionalistas. El presidente Caamaño, que en fragor de la guerra ocupó la presidencia de la república de manera provisional, luego del asesinato del líder de la revolución, el coronel Rafael Tomás Fernandez Domínguez, mediante una negociación con los invasores, fue enviado a Londres a ocupar un cargo diplomático. Terminada la guerra, y Caamaño en el exilio, se convocó a elecciones en el año 1966, donde resultó ganador el Dr. Joaquín Balaguer, que era el pupilo y protegido de los gringos. A partir de entonces, en tierra dominicana se sembró la semilla del balaguerismo, que duró 22 años en el poder, que equivale a decir el retorno del trujillismo sin Trujillo.

El Dr. Balaguer se enquistó en el poder, desatando una ola persecución y crímenes en los primeros 12 años de su gestión de gubernamental, que culminó en el año 1978. Un nuevo gobierno asume el poder, el PRD ganó las elecciones agotando dos períodos de gobierno 1978-1986. El primero con el presidente Antonio Guzmán Fernández 1978-1982 y el segundo período con Salvador Jorge Blanco 1982-1986. En las elecciones de 1986, el Dr. Joaquín Balaguer retorna al poder para agotar un período de 10 años, en vez de 12, debido a un recorte de 2 años en su tercer período de gobierno, luego de los 12 años, como resultado de un fraude electoral en contra el PRD.

Las espectativas del pueblo, ante la llegada al poder del PLD y el PRM en los últimos 25 años, fueron desbordadas. Los presidentes Leonel Fernández, Danilo Medina, y Luis Abinader, agotaron 6 períodos de gobierno con luces y sombras. Pero, a la fecha, ninguno de ellos han podido resolver los problemas más urgentes del pueblo dominicano. Los gobiernos peledeistas lograron cambios significativos en la infraestructura fisica y vial de la república dominicana, así como también, un cambio importante en en el ámbito institucional. En tanto que, el presidente reelecto del PRM ha sido enfático en promover un cambio, que el pueblo aún espera con ansias. Alguna de las promesas de estos ex-presidentes se cumplieron, otras sólo quedaron en el imaginario de la gente. El presidente Abinader ha empeñado su palabra, asumiendo un compromiso de «CAMBIO» radical con el pueblo, prometiendo refundar la república, razón por la cual, no le puede fallar a quienes le dieron el favor del voto, y mucho menos a pueblo dominicano.

En época de campaña, todos los candidatos prometen cambios al pueblo. Ignorando quizás, que » EL CAMBIO» no es una palabra hueca para crear percepciones y esperanzas al electorado. Es mucho más que eso, cuando se llega al poder, es hacer cosas distintas a las que venían haciendo mal sus antecesores. Desafortunadamente no ha ocurrido así, la frustración del pueblo dominicano ha sido recurrente, formando parte de la construcción de su propia historia. La llegada del Partido de la Liberación Dominicana a la primera magistratura del estado en el año 1996, llenó de júbilo a la sociedad en su conjunto. Habían vencido al PRD, y aunque recibieron el apoyo de Balaguer, disminuyeron el poder de las fuerzas oscuras del neo trujillismo.

En honor a la verdad, no importa la parcela política a pertenezcan los líderes del sistema de partidos. Estos tienen un elemento común que los une, y es que todos, sin excepción, hacen promesas que incumplen cuando llegan al poder. Dicen cualquier cosa en una tarima o plataforma digital, con discursos de barricada, prometiendo villas y castillos a diestra y siniestra, y a la hora de llegar al gobierno se olvidan de los compromisos contraídos con el pueblo elector. El presidente Abinader tiene un reto muy grande en este segundo cuatrienio de ejecutoria de gobierno. Ya no hay excusas de pandemia, y mucho menos críticas a las malas ejecutorias del gobierno que le precedió.

En esta ocasión, el presidente de la república está compelido a enfrentar y resolver los problemas urgentes de la población, por el hecho de que su discurso ha sido reiterativo con una batería de promesas, que, de no cumplirse, la frustración de la gente pudiera provocar una situación que ponga en riesgo la estabilidad política que hoy disfruta el pueblo dominicano. El tema eléctrico, la salud, el transporte, seguridad ciudadana, pero, sobre todo, el tema EDUCATIVO. En todos estos renglones, el pueblo percibe que el país, en vez de avanzar, ha retrocedido en la primera ejecutoria de gobierno del PRM. La EDUCACIÓN es la base del desarrollo. Sin ella, los países del tercer mundo nunca superarán la ardua tarea de salir de la pobreza. Veámonos en el espejo de SINGAPUR, que debe ser el referente de progreso para los países del tercer mundo que persiguen su desarrollo económico, político y social.

Desde sus inicios, el presidente de la república prometió un «CÁMBIO» en favor del pueblo dominicano. Sin embargo, han pasado cuatro años, y no es mucho lo que se puede exhibir como «CÁMBIO». De acuerdo a un segmento importante de la población, todo parece indicar que nos están dando más de lo mismo. Razón por la cual, la gestión de gobierno que recién inicia, tiene una magnífica oportunidad de cumplir con su promesa de campaña. Tiene 4 años a su favor para poner en marcha un plan que genere los cambios a que el pueblo aspira.

El oficialismo debe tener presente que, para que la gente continúe apoyando al PRM, tienen que convertir lo prometido en hechos reales, con ejecutorias de gobierno diferentes a las autoridades anteriores en beneficio de la colectividad, porque de no hacerlo, la frustración del pueblo sería tan grande, que perdería la fe en el sistema de partidos y el liderazgo político en la República Dominicana. La gente, entraría en un estado de desconfianza colectiva, pudiendo agarrarse de cualquier improvisado para que dirija los destinos de la nación, tal como ha ocurrido en otros países de América latina.

En consecuencia, si las presentes autoridades se distraen, agotando sus energías introduciendo temas intranscendentes, que poco aportan a resolver los principales problemas del país, sus buenas intenciones formarán parte de una gestión de gobierno que pasó por el estado sin penas ni gloria, entonces el mandatario habría perdido su tiempo, convirtiendo al gobierno del cambio, en el sepulturero del PRM, y del prestigio que al día de hoy se ha agenciado el presidente de la república.

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