Mi compadre «El Papa»

Por el Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez.

Alto, casi delgado, indio oscuro, nariz larga, parecía un berebere.

Conversador con jerga pueblerina.

De gestos al hablar.

Ese era mi compadre Sergio Luis Ney Pérez y Pérez alias El Papa.

No expresaste El Papa delante de mí, en nuestra convivencia de amigos y compadres, nunca nada que delatara tu devoción a lo divino.

No conocí del todo los pasos que diste en tu vida.

No podía conocerlos todos.

Sé que tuviste mejores tiempos y esos mejores tiempos en ti y no tú, te acercaron compueblanos y compueblanas que se favorecieron los unos, de tu dispendio, y las otras de tu ímpetu sexual de macho cabrío.

«Mozo sírvame otra copa
que esta risa loca yo quiero olvidar
a esa que se cree hoy diosa
dueña de mi vida
la voy a olvidar.»

Sonaba esa canción interpretada magistralmente a ritmo de merengue por Los Hermanos Rosario, y tú la bailabas con sensual pareja, la bien bailabas porque bailabas bien, rodeado de lambones, tus lambones, en el centro de diversión «La Terraza» en tu pueblo natal Duvergé.

Eras todo alegría, un gran bullanguero.

Vestías como un artista de eterna rumba tropical.

A veces me parecías cubano o panameño.

Me contaste muchas cosas de ti y con ese contar, casi al final de tu andar, noté que estabas seriamente enfermo, enfermo cardiovascular y sin un céntimo. Ya tu cuasiuniforme vestir revelaba que estabas necesitado. Tu vitalidad de cocodrilo se esfumaba.

La cirugía a corazón abierto que se te practicara en centro médico privado de alto nivel en la capital y el resto del país, fue un éxito. Dios sabe cómo se logró.

Procuré que fueras feliz al mandarte a Duvergé el bizcocho que me solicitaste en Santo Domingo, para que a su vez se lo dieras a tu quinceañera hija querida, mi ahijada.

La trágica noticia me quebró el alma.

¡Moriste en el puente sobre el río Las Damas camino a San José, en tu terruño nativo, a causa de un accidente de tránsito!

En tu velatorio como en tu entierro, no se vieron los tiempo atrás tus lambones.

Vives en mi memoria mi compadre El Papa y hoy, recordándote como otras veces, he decidido cantarte con Los Hermanos Rosario, hasta «rayar» mi garganta para imaginarme que donde estés bien bailarás como lo hacías en este mundo mundano, el que te enseñó filosofar sin ser filósofo; la canción en tiempo de merengue «LA VOY A OLVIDAR», y con un, dos, tres, nos fuimos:

«Si me siento en este bar
es porque quiero olvidar
que la amé con devoción.

es por eso que al brindar
en cada copa se va
parte de mi corazón.

si la encuentran por ahí
no le digan que yo aquí
brindo por mi soledad.

díganle que soy feliz
que a mí nunca me va mal
que olvidé ya su maldad.

mozo sírvame otra copa
que esta risa loca yo quiero olvidar
a esa que se cree hoy diosa
dueña de mi vida
la voy a olvidar.»

Así es la vida y hasta la muerte… Cosas veredes…

(Imagen: modelo rememorando a El Papa).

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