Por: Ing. Carlos Manuel Diloné
JOSÉ ELEUTERIO HATTON: EN EL ASPECTO REVOLUCIONARIO
II-b
Tomada ya la decisión de partir a Cuba, el 25 de marzo de 1895, desde Montecristi José Martí le envía a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, un cablegrama en el que les dice, entre otras cosas: “Partimos…….Guíenlo todo, si aún tenemos autoridad, sin pompa y sin triunfo, ni más ansia que la de cumplir, con el mayor silencio, la mayor suma de deber. ¿No me regañan? ¿No me dicen predicador e intruso? ¿No me han olvidado aún? Las mujeres y las niñas ¿me piensan aún, de vez en cuando? ¿Y Flor, y Serafín, y Rodríguez, y Hatton? Yo, tal vez pueda contribuir a ordenar la guerra de manera que lleve adentro sin traba la república….. No flaquearé por ningún exceso, ni por el de la aspiración, fatal al deber, ni por el de condescendencia. Amo y venero cuanto sacrificio respetable se hace alrededor de mí. Voy con la justicia
Partimos, pues. Les dejo parte. Ahí pidan poco. Lo que dejo preparado, con lo natural se hace. Enseguida, Hatton.”[1].
Al momento de partir a Cuba, el 1 de Abril de 1895, José Martí mediante cablegrama dirigido a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, instruye lo siguiente:
“En el caso de tenerse noticia cierta de la llegada de G.52 y M.53 a Cuba, – y de no poderse arreglar nada con Hatton,54 – y de no hallar absolutamente goleta en N. York, o no hallarle capitán, – y de ser indispensable, por no haber otro medio, que vaya a N. York la goleta a buscar armas y gente, – o de ser conveniente valerse de un hombre probado para llevar a Cuba parque abundante y unos pocos hombres de custodia, que busquen las fuerzas y las traigan a recoger en la costa el parque oculto, la Delegación, en vista del servicio anterior y de su sigilo, recomienda a John Poloney, de Montecristi”[2].
Estando en Cuba cerca de Baracoa, en plena manigua, el 15 de Abril de 1895, José Martí le escribe a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, ordenándoles entre otras cosas, lo siguiente: “Prepárense a la campaña de fuerza. No intenten expediciones de hombres, sino de armas y parque; con poca custodia. Mandados hacer están para eso -armas y parque y 10 hombres cada vez- los vapores de Hatton. Magnifico y posible seria que tomase de Capitán, 1o y 2o contramaestre y maquinista, con triple o cuádruple sueldo del que tienen, a los buenos amigos del vapor Nordstrand, que se harán conocer de Vds. Así, con vapor de paso natural, que dejaría al ir o al volver, y con tripulación nuestra ¿quién peligra? Trabajen recio en esa combinación; Que en cada grupo venga alguien hecho a la manigua…”[3].
José Martí, el 26 de abril de 1895, le comunica a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, la necesidad que tienen de recibir armas y parques en Cuba: “desde mi carta del 15, en los montes de Baracoa, que espero hayan recibido….., lo definitivo e imperante es esto: armas y pronto, es lo único que aquí se necesita….. En goleta, si la tenemos: en el plan de Hatton, aun sin el práctico etc., siempre que venga con la gente, de mi escolta y la de Guerrillas de Maceo, que son de la tierra. -López etc… ¡Qué inquietud no saber lo que hacen, ni con lo que cuentan! Recuerden: a goleta propia, bien consignada, a Barbes en Inagua, y de ahí, – luego de enviar algo aparente para él, en carga disfrazada para algún punto que exija paso franco por el ludo sur, y vaciar carga y custodios y práctico etc., de una picada – o lo que se pueda arreglar con Hatton, y acaso con el del Nordstrand, o el del que trajo a Maceo, que ha debido ir a verles”[4].
La carta precedente, escrita por José Martí, quien se convirtió en uno de los patriotas más asediados por el doble espionaje español y norteamericano; fue escrita en claves para despistar a los perseguidores, en ella les decía:
“Lo definitivo e imperante es esto: Bbnsb, y psñpsg, es lo único q. aquí se necesita: ¿qué hacen los hermanos? ¿Qué vía han abierto? Las remesas se pierden si no vienen con custodia suficiente, poca y es cogida, y gente del lugar a donde [sic] se caiga: o si no traen un pdjcedbsq que al llegar, por lado más o lado menos, no se interne a buscar auxilio, mientras la poca y escogida fuerza de custodia permanece oculta con provisiones sufiecientes.—En bqfllph, si la tenemos: en el plan de Npuubi, aun sin el pdj&, siempre que venga con la gente, de mi escolta y la de guerrillas de Maceo, que son de la tierra.—” Como fácilmente puede apreciarse, quien no conozca la clave no podría entender el mensaje del Maestro; pero sí podrá comprenderlo el lector si sabe que Bbnsb y psñpsg, quiere decir “armas y pronto”, pdjcedbsq y pdj& “práctico”, bqfllph “goleta”, y que Npuubi se refiere al amigo cubano, radicado en Dominicana, Eleuterio Hatton (Guamutas, Matanzas, 1854-Barahona, República Dominicana, 1924), quien brindó decisiva ayuda a Martí y al general Gómez durante la etapa precedente a su partida hacia Cuba”[5].
Desde el Cuartel General en Campaña, en Filipinas, Jurisdicción de Guantánamo, el 30 de abril de 1895, José Martí despacha una misiva donde informa lo siguiente:
“Collazo habrá caído por Occidente, con Hatton estarán ya, y acaso con Rafael Rodríguez, viendo modo de que caiga algún grueso de armas por cerca del Camagüey, como debe ser si va Rafael Rodríguez, o por donde más pueda el jefe que nos haya salido, si Rafael falló. ¿Y luego, qué estarán tramando, con el Capitán nuestro, si se les ha presentado, o con el de Maceo? Eso, pues, estará en camino. Pero, aunque Rafael haya podido arreglarse con lo de Hatton todo no habrá ido con él. Y es preciso que llegue pronto un auxilio de armas y parque, y nada más, por Oriente: preciso, por el efecto moral de la ayuda, -por satisfacer la fe grande que hay en nuestro auxilio, lo que será tan útil como dañoso sería burlarla, – y porque acá pueden armarse tantos hombres como armas lleguen. A Baracoa puede ir una expedición, y ya he dicho cómo, o lo diré ahora. Pero aún importa más la de Guantánamo, que influye en Baracoa y Cuba limítrofes. Así podría ir la de Baracoa: la Escolta de Martí, que creo es casi toda de baracoanos, con José López, a la cabeza, que es práctico bueno de tierra en su comarca, puede venir en una goleta custodiando por lo menos 100 rifles y 50,000 tiros y 100 machetes – $1,700.00. Tal vez, aunque haya venido Rafael con 200 como encargué, eso todo está ahí, y sólo falta el barco, que debe ser goleta, a menos que Hatton a su bajada por la costa norte, no se obligue a bajarlos al pasar cerca de Baracoa, en algún buen lugar, si se puede; como Duaba o Negritos, donde son todos buenos, y se irán con quien llegue. ¿Habrá goleta, si Hatton no puede?”[6].
“El 19 de mayo de 1895 Martí caía en DOS RIOS. Su muerte era una desgracia, porque la Revolución todavía no estaba organizada; pero con la muerte de Martí, cesaban las intrigas y envidias contra él, y su nombre se convirtió en un símbolo indiscutido. Sustituía a Martí en la Presidencia de la República, Don Tomás Estrada Palma”[7].
Juzgando los éxitos de los últimos proyectos expedicionarios José Eleuterio Hatton, desde el Ingenio San Isidro, en Santo Domingo, el 1o de diciembre de 1895 escribía al Delegado Estrada Palma diciéndole: “La Providencia, no cabe duda, está con nosotros. España se empeña en mandar cañones para el resguardo de su Perla fugitiva, y las expediciones se menudean de tal modo que parece como una burla. Somos guerrilleros en tierra y en el mar”[8].
A pesar de la protección brindada por el General Ulises Heureaux, el Gobierno actuaba oficialmente de forma muy hostil hacía los independentistas. Sobre la oficial hostilidad del Gobierno Dominicano de aquella época, hacia los revolucionarios cubanos, en fecha 9 de Enero de 1896, el Agente General José Eleuterio Hatton, dijo lo siguiente:
“Hoy por hoy a España se le concede hasta el derecho de mezclarse directamente en asuntos de policía ordinaria. A los cubanos se nos permite trabajar solamente tras de bastidores, aunque tan pronto alzamos la voz se nos amenaza con la cárcel.
Aquí nada se puede hacer en nombre de Cuba, ni siquiera es consentido el sacar una bandera.
Hay localidades como MACORIS, donde el Gobernador ordenó a Portuondo, cubano dueño allí de un café, que no permitiera hablar de política local ni de Cuba, y ante la natural objeción de Portuondo dicho gobernador le dijo, que si no obedecía iría a la cárcel, porque los insurrectos no tenían patria. Nuestro compatriota se vio obligado a poner un rótulo que decía: POR ORDEN SUPERIOR SE PROHIBE HABLAR DE POLITICA.
No se infiera por lo dicho que aquí falta simpatía por nuestra causa. El mismo gobierno está con nosotros, pero temen tanto a las revoluciones que España puede alentar desde Puerto Rico, que no se atreven a dar un paso que los comprometa”[9].
“Después de la muerte de su hijo Francisco Gómez Toro (Pachito), quien cae abatido en combate junto al general Maceo, en el sitio conocido como San pedro, en la capital cubana, su madre Doña Bernarda Toro de Gómez (Manana), “inspirada en la memoria de su hijo”, retoma “su decisión de renunciar definitivamente a la pensión que desde hacía muy corto tiempo recibía del Partido Revolucionario Cubano, dada su condición de esposa del General en Jefe. Y le escribe a Hatton, el 23 de marzo de 1897: “Estamos resueltos a no convertir más en pan lo que puede convertirse en pólvora” y para no herir susceptibilidades, aclara: “Yo aceptaré de Vd. Los 300 pesos que me envía como préstamo de amigo que Máximo pagará cuando pueda, y así tendré reservado para cuando de más necesite”. Y aprovecha la ocasión para agradecerle sus intenciones de hacerse cargo del cuidado de su hijo Urbano…”[10].
Para muchas personas el gesto de Manana obedecía a instrucciones impartidas por Máximo Gómez, en el sentido de renunciar a la pensión, estas informaciones le fueron suministradas a Tomás Estrada Palma por Eleuterio Hatton. Por ello, Estrada Palma le escribe a Manana: “Nuestro agente en Santo domingo, el Sr. Hatton, me dice que siguiendo instrucciones del General Gómez, Vd. No aceptará la pensión que se le tiene señalada. Escribo sobre este asunto al General para que revoque semejante orden, que carece absolutamente de razón de ser, y que dio, sin duda, en uno de esos momentos de exagerad susceptibilidad, que los hombres de su temple suelen tener. Entre tanto Vd. Debe continuar percibiendo la pensión que yo, en representación de la patria común, del Gobierno y del pueblo, ordené al Sr. Hatton”[11].
José Martí, al momento de ofrecerle oficialmente la dirección de la guerra, al General Máximo Gómez, el 13 de septiembre de 1892, pronunció lo siguiente: “Le ofrezco a Ud., sin temor de negativa, este nuevo trabajo, hoy que no tengo más remuneración que brindarle que el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres”[12]. Tras la muerte de Martí, pasado cierto tiempo, se definieron liderazgos que trazaron su línea de acción en función de nuevos representantes en Delegaciones existentes, pronto los enemigos y adversarios de Hatton llevaron intrigas a don Tomás Estrada Palma en New York, tratando de descalificarlo, pues no perdonaban sus aciertos.
La Delegación de New York, a mediados del mes de agosto del año 1897, sin comunicarlo a Eleuterio Hatton, despachó a José Antonio Frías, Enviado Especial de Cuba a las Repúblicas Dominicana y de Haití, para desempeñar unas pesquisas financieras, con el objetivo preciso de separar a Hatton de la Delegación. Don Eleuterio Hatton “indicó antes de irse, que su renuncia obedecía a haberse hecho eco la Delegación de New York de chismes de sus enemigos, y deducía eso de los párrafos de la carta de U. en que le decía que la medida no surgía de la Delegación sino de los problemas locales”[13]. Así pagaban los cubanos a los hombres que mejor sirvieron a la causa libertadora. Estos zarpazos fueron indistintamente, un día contra Martí, otro contra Máximo Gómez y repetidamente contra Bartolomé Masó. Quince meses después de la renuncia de Hatton, Tomás Estrada Palma decretaba la disolución del Partido Revolucionario Cubano, a pesar de que no se había establecido la república independiente. Para algunos historiadores, la actitud de don Tomás Estrada Palma, al disolver el PRC, refleja su miopía política y su falta de fe en la capacidad del pueblo cubano. Subraya el investigador Ibrahim Hidalgo[14].
[1] Martí, José. Obras completas. Tomo 4. La Habana, Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, 1975. Páginas 105 y 106.
[2] Ibídem. Página 118.
[3] Ibídem. Páginas 129 y 130.
[4] Martí, José. Obras completas. Tomo 4. La Habana, Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, 1975. Páginas 132 y 133.
[5] María Luisa García Moreno. Algo Sobre las Claves Martianas. Ilustración: Luis Bestard.
[6] Martí, José. Obras completas. Tomo 4. La Habana, Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, 1975. Páginas 132 y 145.
[7] José López Volaboy. Motivos y Culpables de la Destrucción de Cuba. Editora de Libros Puerto Rico Inc. (ELPRIN).Editado en los Estados Unidos de América. Marzo 1973. Página 66.
[8] Historia de la Nación Cubana. Tomo VI. Autonomismo Guerra de Independencia. 1952. La Habana. Página 283.
[9] Miguel Varona Guerrero. La Guerra de Independencia de Cuba, 1895-1898. Volumen I. Editorial Lex. La Habana 1946. Páginas 451 y 452.
[10] Ena Curnow. Manana “detrás del Generalísimo” Biografía de Bernarda Toro de Gómez. Ediciones Universal, Miami, Florida, 1995. Página 243.
[11] Ibídem.
[12] Emilio Rodríguez Demorizi. Martí en Santo Domingo. Fundación Rodríguez Demorizi. Vol VII. Gráficas M. Pareja. Barcelona. España 1978. Página 56.
[13] Correspondencia Diplomática de la Delegación Cubana en New York, Durante la Guerra de Independencia de 1895 a 1898. Tomo IV. La Habana año 1946. Página 94.
[14] Ibrahim Hidalgo Paz. CUBA 1895-1898. Contradicciones y disoluciones. Centro de Estudios Martianos. La Habana, 2004. Página 329.
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