Reflexiones a los 25 años del cierre de la Ronda de Uruguay

Por: Ariel Gautreaux Guzmán

«En un mundo en proceso de cambio, creo que la única manera de fortalecer el sistema (multilateral de comercio) es ayudándolo a evolucionar»Roberto Azevêdo, Director General de la OMC

Este 12 de septiembre se cumplieron 25 años desde la finalización de la Ronda de Uruguay, el mayor esfuerzo hasta el momento por avanzar en las negociaciones multilaterales de comercio. Nunca antes en la historia de la humanidad se había conseguido semejante consenso, de manera muy especial, entre las principales potencias del mundo para regular el comercio mundial.

Los frutos de 8 años de negociaciones intensas posibilitaron la reducción sustancial de los aranceles, pero también la regulación mediante una serie de acuerdos de las barreras no arancelarias: los obstáculos técnicos, las medidas sanitarias y fitosanitarias, licencias de importación, entre otros. También se concluyeron temas pendientes de anteriores rondas, que lograron el necesario entendimiento para los acuerdos sobre subvenciones y medidas compensatorias, las salvaguardas, antidumping, por mencionar algunos. El acuerdo de agricultura, aunque imperfecto, trilló el camino para que 20 años después, en 2015, se alcanzaran compromisos para eliminar subvenciones a los productos agropecuarios.

Antes de Uruguay tampoco existía el Acuerdo General sobre Comercio de Servicios (GATS), lo que permitía mucha discrecionalidad a las partes del GATT para limitar el acceso a sus respectivos mercados. Con el GATS se eliminaron las discriminaciones entre proveedores de servicios nacionales y extranjeros. Los mercados se abrieron y con ello la posibilidad de acceder a mayores oportunidades de negocios.

En materia de derecho de autor y propiedad industrial, cuyo valor económico es indiscutible en la actualidad, se negoció y aprobó el Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC). Para robustecer su aplicación, este Convenio fue incluido dentro del núcleo de los Acuerdos Multilaterales, por lo que todo miembro de la OMC deberá consentir con el mismo desde el momento que ingrese a la Organización.

Para poder garantizar el cumplimiento de los compromisos, se confeccionó un conjunto de reglas y se crearon instituciones especializadas para la solución de disputas, contenidas en el Entendimiento sobre la Solución de Diferencias (ESD). De tal magnitud ha sido su aceptación y confianza, que a la fecha de hoy casi 600 disputas se han iniciado en dicho mecanismo, la mayoría resueltas por acuerdo de las Partes. Aún cuando un caso llegue hasta las últimas consecuencias, las determinaciones de los Grupos Especiales o del Órgano de Apelación se cumplen en 90% de las ocasiones.

Pero la verdadera joya de la corona fue la creación de la Organización Mundial de Comercio, que vio la luz a través del Acuerdo de Marrakech. A diferencia del GATT que era un foro de negociaciones, pero no una organización, la OMC cuenta con una estructura robusta y una serie de objetivos puntuales: servir de foro de negociaciones comerciales, vigilar el cumplimiento de los Acuerdos y resolver las disputas entre sus miembros.

En medio de la encrucijada que enfrenta la OMC con la guerra comercial EEUU-China y la crisis del Órgano de Apelación, es bueno recordar que en la Ronda de Uruguay se vivieron momentos de tensión, como en el año 1990, cuando EEUU y la Unión Europea no se pusieron de acuerdo con el tema de agricultura. La Ronda se supone que terminaba ese año, sin embargo se extendió hasta 1994 para finalizar los Acuerdos pendientes. Tal vez para avanzar en los desafíos actuales debemos fijarnos en aquello que funcionó tan bien hace 25 años, como se llegó al consenso en tantos temas dispares, con muchos intereses en juego. Hoy en día se necesita tener una visión más meridiana de las cosas, como en Uruguay.

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