Por: Virgilio Gautreaux P.
Resulta increíble que luego de tantas cacareadas reformas en el Ministerio de Salud Pública, de procesos de modernización, reingenierías, cibernismos, “ajustes estructurales”, jugosas consultorías nacionales e internacionales, varios préstamos internacionales y cuchumil funcionarios bien pagados, nos levantemos un día los dominicanos y nos digan que estamos comiendo desechos y detritus dañinos a la salud, embutidos en tripas con falsos avisos de calidad.
Más increíble resulta que a pesar del Ministerio de Salud poseer “las herramientas” y un cuantioso personal para inspeccionar las fábricas de embutidos (y todas las demás fábricas de alimentos), no esté cumpliendo con su papel de vigilar la calidad de lo que estamos comiendo los dominicanos. Recordemos que es también responsabilidad de este Ministerio autorizar los productos alimenticios importados que consumimos (hay papá !!). Lo que viene como sardinas, atún, ostras, anchoas, etc, lo comemos “a la buena de Dios”, desconociendo su calidad, cantidad de preservativos y fechas de caducidad (fácilmente falsificable).
Mientras el Ministerio de Salud Pública aguarda que PROCONSUMIDOR “le preste” su estudio de los Salamis, hace 104 años en el artículo 9 de la Ley de Sanidad del 6 de Junio de 1908, se establecía bien claro la responsabilidad y competencia del área de salud oficial en estas cuestiones, cuando cita que se atenderá a “que los alimentos, bebidas y medicamentos ofrecidos o vendidos al público, sean de buena calidad”.
También en el inciso 3 del Artículo 13 de esta misma Ley se establece que a las Juntas provinciales de Salud, les corresponde el análisis de bebidas y reconocimiento de artículos de general consumo, impidiendo se comercie con los que ofrezcan duda.
Una nueva Ley Sanidad del 10 de junio de 1912 (hace cien años), contempla en el inciso 1 del Artículo 13, que es competencia de las Juntas Provinciales de Sanidad “intervenir y reglamentar en todo lo relativo al análisis, examen, inspección y expendio de artículos de general consumo, productos alimenticios y medicamentos, patentizados, pudiendo prohibir el comercio de los que ofrezcan duda”.
Más adelante durante la intervención norteamericana es promulgado en Septiembre de 1918, el Reglamento Sanitario No. 32, que regula todo lo relacionado con la composición de los alimentos, bebidas y elementos alimenticios, estableciendo además, parámetros, fórmulas, modos de preparación, empaquetado y conservación de un conjunto de productos y bebidas. En dicho dispositivo, se contemplan fuertes penas a los violadores y falsificadores.
El 13 de Octubre de 1919, se promulgó la Orden Ejecutiva No 338, que contiene la Ley de Sanidad. En el cuerpo de la Ley de Sanidad, son reguladas la cuarentena, las farmacias, la aplicación de vacunas, la prostitución, los puertos, las mercados, los mataderos, la construcción de edificios, la venta de alimentos y bebidas, las normas aplicables a enfermedades infecto-contagiosas, permisos para ejercer funciones médicas y manejo de agua, entre otras. Esta Ley tiene 22 artículos dedicados a la aplicación de sanciones y fija los procedimientos para determinar las violaciones.
En el libro titulado “Legislación Sanitaria Dominicana y Legislación sobre Seguridad Social” publicado en 1953 por el Dr. Hipólito Sánchez Báez, encontramos el Reglamento No 289 del 3 de Octubre de 1942 sobre Carnes y Productos Derivados Destinados a la Alimentación Humana”, el cual-a pesar de concederle determinadas atribuciones al Secretario de Estado de Agricultura-en el fondo implicaba una gran responsabilidad en su ejecución a la Secretaría de Estado de Salud.
Este Reglamento estipula todo lo relacionado con los embutidos, su contenido, niveles de procesamiento, empaque, conservación y composición. Establece procedimientos de envasado y etiquetado. También se inserta un Párrafo donde se prohíbe “poner en las etiquetas nombres falsos engañosos y sólo se permite usar los nombres comerciales autorizados de acuerdo con la Ley sobre Registro de Marcas de Fábrica”.
El Reglamento es bastante extenso, riguroso y detallado, a pesar de haberse escrito hace 70 años. Resulta risible que con tantos “paradigmas tecnológicos”, a nuestro flamante Ministerio de Salud actual, se le hayan “pasado los bolos” con la cuestión de los embutidos. Es también una defensa muy pobre argumentar que se va a realizar un nuevo estudio, pues el realizado por PROCONSUMIDOR aparenta ser viejo (apenas seis meses).
En realidad, parece que el gran ausente en estas cuestiones de salud alimentaria, ha sido el Ministerio de Salud. El cual también ha sido “desbordado” por los casos del pan, del agua a granel en los barrios, las medicinas falsificadas de Moca, la sal no yodada, los alimentos y jugos enlatados (nacionales y extranjeros), los productos pasados de fecha, etc. Si a esto sumamos la “habilitación” de ciertos centros médicos deficientes, nos damos cuenta de la gravedad de la situación sanitaria nacional.
Quienes lean en extenso las tres leyes de sanidad que se promulgaron en los primeros 20 años del siglo pasado, observarán que a pesar de los limitaciones prevalecientes, los encargados de su aplicación realizaban todos los esfuerzos a su alcance para cumplir (y hacer cumplir) las reglamentaciones. Lo penoso del caso es que ante la auto-inhibición del Ministerio de Salud en estas cuestiones, dos mujeres periodistas han tenido que realizar los estudios al Salami nacional. Los resultados han sido desalentadores. El manejo del asunto en esta fase, también han puesto en evidencia deficiencias graves de las autoridades de salud, las cuales al parecer quieren “que llegue pronto el 16 de Agosto”.
El problema es bastante grave y nos revela hasta qué punto que nos ha llevado el descuido de nuestras autoridades. Las importaciones masivas de materias primas de dudosa calidad incentivadas por sectores de poder, así como la falta de supervisión, han llevado la industria de embutidos al borde del colapso. El Salami es hoy por hoy, un producto de gran popularidad. Millones de dominicanos-especialmente los más humildes-lo consumen. Después del destape, sabemos ahora que también millones de haitianos demandan nuestro Salami. El afán de protagonismo y complicidades entrecruzadas, han llevado la industria al borde del colapso. La gente pobre no sabe ahora con qué acompañar sus víveres o sus panes. Los huevos resultan caros y rinden poco.
El drama desatado también abarca miles de empleados de la industria embutidora nacional, miles de negocios de todos los tamaños, miles de frituras. También han sido afectadas miles y miles de mujeres que en toda la geografía nacional venden comida. Empresas distribuidoras del producto, están en situación de riesgo financiero luego de haber distribuido los salamis y no poder cobrar por ausencia de venta. Los productores de cerdo-golpeados ya por las importaciones de carne que autoriza el gobierno-también han visto reducir sus ventas. Esos son los efectos multiplicadores negativos del descuido del Ministerio de Salud.
DIGENOR también tiene su cuota de responsabilidad en esta importante cuestión. Las leyes están ahí. También las sanciones y multas. De nada valen los famosos “ISOS”, si los mismos no se cumplen (o no hacen que se cumplan). Basta de complacencias y compadreo !!!
Lo positivo que se extraerá (esperamos nosotros) es que fruto de esta crisis, se aplicarán los correctivos que la gravedad del caso demanda. La gente ama su Salami, pero también siente que lo han engañado. Los dominicanos en estados Unidos, son adictos a nuestros embutidos. A “su mallita”. Ellos están confusos. Lo que no queremos ahora es que pase lo de siempre: que le apliquen la guillotina a los más chiquitos, cerrándoles sus empresas y aplicándole fuerte multas, mientras a los tutumpotes, se les da un chance. Nuria nos reveló en su programa del Sabado 4 de Agosto en horas de la noche, que son pocos los que “están libres de culpa”.
Es una verdadera pena que ante la ausencia del Ministerio de Salud Pública, haya sido PROCONSUMIDOR quien haya hecho el destape. El manejo de la situación debió tomar en consideración las miles de personas que basan su sustento en este popular producto. Ha sido penoso descubrir que no sólo se nos engañaba con la calidad, sino también la peligrosa presencia de bacterias, microbios, así como excesivo uso de sustancias preservantes y colorantes. Mañana puede ser al pan que le toque su turno, a pesar de que en Noviembre de 1919 (hace 93 años), se promulgó el Reglamento No. 35 que regulaba sanitariamente su producción.
La actual Ley de Sanidad (42-01) establece en su Artículo 15 el Consejo Nacional de Salud, como un organismo de asesoría al Poder ejecutivo y al propio Ministerio de salud. También proponer lineamientos de política sanitaria. Su estructura incluye 5 Ministros, algunos institutos vinculados a la salud, la Asociación Médica Dominicana, el Cuerpo Médico y Sanidad Militar de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, la Liga Municipal Dominicana, la Asociación de Clínicas Privadas y algunas ONGs. La entidad debiera reunirse de emergencia y trazar las directrices correspondientes para enfrentar el problema.
No solamente debemos concentrarnos en la parte económica y financiera de la industria, sino también en la parte humana: son muchos los riesgos para la salud del pueblo dominicano. Queremos Salami, pero también queremos calidad. Quien no pueda mantenerse en el negocio, que se dedique a otra cosa.
La 42-01 contiene numerosos artículos de “inspección y vigilancia” de la producción alimenticia nacional. Sólo basta asumirlos con responsabilidad. Hay sanciones y multas por pipá. Pero los encargados de hacer cumplir las ordenanzas, lucen “cansados” luego de 8 años consecutivos en sus cargos.
Por último, la actual debacle es una gran oportunidad para “sanear” la producción nacional de embutidos. Las grandes, medianas y pequeñas empresas del ramo deben abocarse a serios procesos de reingeniería y cambio tecnológico para cumplir con las normas ISO de calidad. El Consejo de Administración del Banco de Reservas puede crear líneas de crédito para este propósito. Otras ventanillas financieras pudieran participar. Hay que recuperar la confianza de millones de dominicanos y de las autoridades haitianas.
Finalmente, me permití revisar en el portal del Ministerio de Salud y busqué en la Ley 42-01 que rige dicha dependencia y extraje algunos artículos relativos a la higiene alimentaria y actividades de inspección que debe realizar la institución, ASÍ COMO UNA CATERVA DE SANCIONES, MULTAS Y CONDENAS. También observé muchas empresas embutidoras registradas.
El Salami es un producto popular. El pueblo lo hizo suyo y como alimento básico “se como con tó y como quiera” Hay que protegerlo. Hay que salvarlo, no fusilarlo. Hay que preservar este producto de primera necesidad que se come crudo, cocinao, frito, frío de nevera, en locrio, en sancocho, totao, guisao, con pan o vívere sin má ná, en pizza, encebollao con yuca, con casabe, con batata, con epagueti. Se come también vacío. En los velorios la gente del pueblo lo sirve con galleticas de soda. En fiestas y cherchas populares, es la picadera más popular. Los exploradores de cuevas y bosques, se artillan de medio Salami, antes de hacer sus travesías. Todas las mujeres saben prepararlo en sus múltiples recetas. Guayao o molío, sirve de relleno en pastelitos, bollitos y catibías !!!!!
A pesar de todas sus impurezas, adulteraciones y falsificaciones nuestro Salami es tolerado por todos. Son pocos los “alérgicos” a este producto.
En el colmado con dos rueditas y cualquier otra cosa, la gente “se sostiene”. No podemos dejar abandonado a su suerte este producto tan amado por el pueblo. Para unos pocos les resultará fácil buscar otras alternativas importadas, pero 9 millones de dominicanos no tienen esa posibilidad. Por tanto, las autoridades gubernamentales al más alto nivel deben buscarle una salida al problema que confronta este alimento básico tan amado por el pueblo dominicano.
LA CREATIVIDAD DEL DOMINICANO, NO TIENE LÍMITES !!!!!!!