Por: Lic. Virgilio Gautreaux
ENVILECIDO. EL DICTADOR PRETENDÍA EQUIPARASE CON BOLÍVAR
Luego de haberse reelegido abrumadoramente en 1934, Trujillo se encargó de manera activa, en la construcción de su reinado el cual duraría tres décadas. Fruto de las «elecciones» de 1934 triunfaron dos personajes que bien temprano diariamente, tenían que ir a la oficina del Sátrapa a recoger las «órdenes del día», de las cosas que tenían que hacer. Ya un poco más acomodado, el tirano utilizando hábiles marionetas que él había designado en el Congreso Nacional y en los ayuntamientos del país, comienza a repujar y construir su propia imagen de PADRE de la PATRIA.
El 1936, es un trágico ejemplo de la egolatría de este personaje siempre ávido de adulación, medallas, lisonjas y títulos. En el mes de Enero del año citado se le quita el nombre a la Ciudad capital, por el de Ciudad Trujillo.
Solapadamente al FURHER tropical «no le caía bien», el Patricio Juan Pablo Duarte. Tampoco los indígenas en su rebeldía, martirologio y desaparición. A tales efectos, el ego del Dictador se cebó contra el Patricio y lo nativos residentes ancestrales de la isla.
De esta forma, Salas Capitulares, Senadores y Diputados, en un verdadero frenesí de adulación, se lanzaron contra ellos. A la Avenida Duarte, se le puso el nombre del Papá de Trujillo. Al Parque Enriquillo, se le puso el nombre de la Mamá de Trujillo, en un acto melodramático, donde las marionetas municipales además de declarar «de urgencia» la propuesta, la aprobaron a unanimidad, puestos de pie, aplaudiendo frenéticamente (22 Abril 1936).
Habiendo «tomado la seña», el Ayuntamiento de Barahona le quitó el nombre Mencía a una importante calle y le puso Presidente Trujillo. También en ese mismo año 1936, el Parque principal de la ciudad, que honraba a Duarte, se le quitó ese nombre y se le puso el de la Mamá del Jefe. Posteriormente a otra calle de Barahona-la Anacaona-se le despojó el nombre y se le puso Ramfis.
En el primer semestre del año 1936, la sinfonía de los lambones trujillistas de la capital, tuvo su máximo esplendor, donde en una verdadera competencia entre ellos, trataban de ser el más grande y servil de los lacayos. Como si fuera en un Coliseo romano, brincando en la arena -cual gladiadores-los genuflexos se enfrascan en una lucha sin cuartel. Luis E. Aybar escribe en el Listín Diario el 27 de Abril “DIOS Y TRUJILLO”, haciendo suya solidariamente esta expresión formulada anteriormente por un «Presidente» puesto por Trujillo en ese cargo. Días previos al artículo de Aybar, Geo Pou pedía públicamente en el Listín Diario del 18 de Abril, la reelección del Presidente Trujillo, «hasta el 1944».
También en el citado año continúa el deseo incontenible de ZAR caribeño por ostentar medallas y condecoraciones, al recibir el Collar del Águila Azteca, del Gobierno mexicano (Listín Diario 23 de Abril 1936).
Como si todo esto no bastara para engordar la vanidad del calificado DIOS MORTAL por sus cortesanos, en medio de una apoteosis jamás vista hasta ese momento, el COMITÉ CENTRAL, de los lambones más ilustrados redacta una comunicación a los responsables del otorgamiento del Premio Nobel, para que se reconozcan la acumulación de méritos DEL JEFE, premiando sus esfuerzos de rescate de la República Dominicana y por el feliz término de las diferencias entre Haití y nuestro país. Tanta lambonería y genuflexión contenía esta carta, que sus redactores debieron recibir el galardón, pero en la categoría de la ignominia.
En los años subsiguientes a este memorable 1936, la nación se fue llenando de bustos de Trujillo, su papá, su mamá, su esposa, sus dos hijos y su hija. Luego esto hizo metástasis, incrementándose en toda la geografía nacional los nombres de los SIETE MAGNÍFICOS (Trujillo, sus padres, sus hijos y su esposa) en provincias, montañas, avenidas, puentes, presas, canales, estadios, aeropuertos, hospitales, escuelas, sellos de correos, papeletas y clubes sociales, entre otros. Prácticamente todos los galardones nacionales, tenían el nombre de estos siete apóstoles.
El año 1944 del Centenario de la Independencia Nacional y el 1955, «Año del Benefactor de la Patria», fueron otra oportunidad de oro, donde se volvieron a celebrar verdaderas OLIMPIADAS DE LA ADULACIÓN NACIONAL.
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