Por: Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez
Duvergé, hasta hace poco, era una comunidad en el suroeste del país dividida en Pueblo Arriba (de «blancos»), y Pueblo Abajo (de prietos).
Pueblo Arriba, de la clase social más pudiente: ricos comerciantes, grandes ganaderos (hasta los años de 1970, en la práctica hubo hateros en Duvergé), burócratas…
Pueblo Abajo, de los campesinos «echadías», obreros moledores de caña para la raspadura (pasta de azúcar en estuche cilíndrico de yagua), cobijadores de techos de palma cana (aún en las casas del Pueblo Arriba), de los «hace hoyos» del sinnúmero de letrinas del pueblo (tanto de los de Arriba como de los de Abajo), y un amplio etcétera.
Las 12:00 meridiano era crucial en el ego, en la moral del duvergense.
A esa hora se tomaba la «batuta» para que, cual «director de orquesta», se diera inicio al concierto del concón» en la mayor parte del Pueblo Arriba.
Calderos vacíos, no había que hacerlos sonar bien duro con el cucharón para que se supiera en un amplio perímetro, que abarcaba a muchos vecinos, que se estaba raspando el concón, elocuente «prueba» de que se cocinó puntualmente en equis hogar, y esto se desprendía o derivaba de una bonanza real o ficticia.
Esto era una costumbre habitual en Duvergé.
Ya Pueblo Arriba y Pueblo Abajo en Duvergé no existen.
Duvergé es un solo pueblo que hace grandes aportes al país.
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