COSAS VEREDES SANCHO, EN EL RÍO LAS DAMAS.

Por el Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez.

En cierta ocasión, como de costumbre, y esa vez con mi amigo Crucito me fui a bañar al río Las Damas.

Ya era de tarde.

Chapuzón tras chapuzón -y chiste tras chiste incluyendo a otros bañistas- en un charco en las proximidades del potrero de Quimito, se acercaba el crepúsculo.

Decidimos salir del charco para marcharnos a nuestras casas, cuando ¡oh, sorpresa! ¡De la orilla donde la dejé, se llevaron mi ropa!

¡Ochocientos mil y más rayos, digo coños y un hijo de la gran puta, y con más fuerza que Júpiter; lancé a los cuatro vientos, al centro y fuera del centro al que me desapareció la ropa!

Estaba preocupadísimo porque me dejó en cueros ese azaroso, y tenía que regresar a mi hogar.

El crepúsculo al que pospuse la contemplación de su belleza para otro momento, indicaba que ya la noche estaba llegando.

Y yo en cueros «en pelotas», ya adulto.

Incontables veces, en español, inglés, francés, latín, alemán, «patuá», taíno…, le pregunté a Crucito que si él sabía de esto.

Incontables veces Crucito (me recordaba a Lotario el inseparable amigo de Mandrake El Mago) me respondió que no.

Ya casi rendido de buscar y buscar entre rocas y cortaderas, oigo una carcajada sardónica: _¡Ja, ja, ja, ja!

Salió detrás de una gran roca mostrando el lugar donde había ocultado mi ropa… ¡ Lino el de Caridad y Blanco El Preso!

_¡Hijo de la gran puta! -le repetí y me cuadré para fajarme enseguida a trompadas con él.

Lino salió huyendo…

Fui al sitio indicado por él y encontré mi ropa…

No guardé nunca ni guardo rencor por lo que Lino me hizo. Pero cómo olvidar ese desagradable episodio acontecido en mi vida.

En días pasados, crónicamente enfermo , fuera de la Fuerza Aérea a la que pertenecía como músico, me fue a visitar a mi oficina militar con tal de que le ofreciera ayuda en el ámbito castrense para su mejoría económica. Se la ofrecí inmediatamente. Me partió el alma su estado lastimoso.

Y más, me lo llevé de bola en mi vehículo para ahorrarle pago de transporte.

En mi oficina militar le recordé lo de la ropa y todavía, pensando en que uno es amnésico, dice que no fue él, que fue Crucito (llegó a Sargento o Segundo Teniente en el Ejército Nacional), y eso que se presentó ante nosotros y mostró el lugar donde dejó el cuerpo del delito…

COSAS VEREDES SANCHO, EN EL RÍO LAS DAMAS.

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