De borrajas se trata

Por el Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez

Quiero borrajas con pasta de buñuelo y azúcar.

Este sería un antojo fino, gourmet,  si lo pedimos dentro de la gastronomía o el arte culinario vernáculo del municipio de Duvergé. Más bien, no existe en el menú local.

La primera y única vez que he comido borraja (silvestre de flor azul) fue de muchacho, en un conuco de mi primo tercero paterno y materno Manuel Simón en el paraje Palma Dulce de ese laborioso municipio. Fui invitado por mi amigo Pachicho, nieto de Manuel Simón por ser vástago de su hija Rosbinda con Polín. Nos acompañó mi también pariente Manuel Sixto Pérez Medina (Manuel Marino), amigo y compadre.

 Pachicho en el conuco decidió que comiéramos. Ya era mediodía. Puso a cocer leche de unos cocos secos que había tumbado de cocotero, le echó varios guineos verdes pelados y guandul seco arrancadas las vainas de sus matas y ser desgranadas (o «peladas» en el hablar duvergense); luego,  no tan lejano al fogón,  arrancó entre matas de plátano, varias plantas algo parecidas a la lechuga verde común o al cilantro ancho («culantro» dicen en Duvergé), y las añadió al «rancho» (así mencionó «el chef» Pachicho al plato o receta) que a punto de sal, casi estaba listo para ser ofrecido. Sí, degustamos el manjar usando como plato colectivo, el mismo caldero. No teníamos  platos en el momento.

La borraja crece bien donde se sepa sembrar.

Solo la he conocido y fue en Duvergé como dije, de manera silvestre. ¿Por qué no la cultivamos en mayor escala allá para que, además de la cocina, se emplee como medicina y para otros usos interesantes?

¡Animémonos!

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