13 de octubre de 2023.
Por José A. Mateo Gil.
Las medidas tomadas por el gobierno dominicano, respecto al conflicto que ha generado la construcción de un canal en territorio haitiano para desviar el curso del rio masacre, ha provocado la profundización de una crisis, que durante años se había mantenido latente entre ambos países. Para entonces, se limitaba a un tema de carácter migratorio. Ahora, a pesar de los ingentes esfuerzos de la diplomacia dominicana para buscar una solución satisfactoria que beneficie a ambos pueblos, Haití ha exhibido una posición hostil, que dificulta cualquier vía de entendimiento.
Ante la negativa de las autoridades haitianas de detener la construcción de dicho canal, y el hecho de que ellos no cuentan con los estudios técnicos necesarios que certifiquen la viabilidad del mismo, el gobierno dominicano dispuso medidas extremas, como el cierre indefinido de la frontera, por aire, tierra y mar, suspensión del visado a los nacionales haitianos, entre otras medidas restrictivas para evitar que continúen trabajando en la construcción del canal. Recientemente, el conflicto dominico-haitiano se dirimía en el marco de la diplomacia. En esta ocasión, con el cierre de la frontera, como último recurso del gobierno dominicano para detener la construcción del canal, la crisis tocó fondo. A tal punto, que el presidente Abinader autorizó un despliegue militar a la zona fronteriza, con el firme propósito de salvaguardar la soberanía nacional y responder al desafío de los haitianos. Esta situación ha generado un estado de tensión preocupante en la región fronteriza.
La iniciativa de un grupo reducido de empresarios haitianos, apoyado por las bandas que hoy controlan a Haití, han logrado intimidar a las autoridades de ese país, quienes habían agotado largas jornadas de trabajo con la diplomacia dominicana para buscar un punto de avenencia. Desafortunadamente en la reunión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el primer ministro haitiano cambió el discurso por temor a las amenazas del jefe de una de las bandas, tirando por la borda todo lo que se había logrado en las conversaciones para buscar una salida al tema del rio masacre. Esta situación, constituye la punta de lanza para una posible confrontación de proporciones inimaginables. Las autoridades haitianas perdieron el control de la seguridad de esa población luego del asesinato del presidente Moise. El gobierno haitiano está a merced de las bandas delincuenciales. En consecuencia, el desconocimiento por parte de Haití de los acuerdos arribados en el tratado de 1929 y 1936, consagrado en los tratados internacionales sobre recursos naturales binacionales, motivó al presidente dominicano a tomar medidas extremas.
Estemos de acuerdo o no, con el cierre de la frontera dominico-haitiana, la suspensión de visado a nacionales haitianos, entre otras medidas tomadas por el gobierno dominicano, ha afectado de manera sensible a los dos pueblos. Por un lado, se perjudica el comercio binacional, impactando de manera negativa la actividad económica de la República Dominicana, muy especialmente, a la región del Cibao, por ser ésta la mayor productora de pollos, huevos y frutos menores con vocación exportadora hacia Haití. Y, por otro lado, los comerciantes haitianos que acuden al mercado de los pueblos fronterizos a vender sus mercancías, los días lunes y viernes, así como también, para abastecerse de productos de consumo masivo, están atravesando por una situación de extrema calamidad alimentaria. La situación se agrava en el segundo día de apertura parcial del mercado binacional, donde militares haitianos impiden que los comerciantes de ese país crucen la frontera.
Estas reflexiones, no están enmarcadas en un interés especial de juzgar, y mucho menos calificar la decisión del presidente dominicano respecto al tema haitiano. Si la intención del presidente es salvaguardar la soberanía nacional, y dar una respuesta contundente a las provocaciones emanadas por la insistencia de los haitianos de continuar la construcción de dicho canal, el pueblo dominicano necesariamente tiene que unirse, apoyando las medidas del presidente. En cambio, si existen razones distintas que motivaron las medidas, que se alejen del interés nacional en defensa de la soberanía y la dominicanidad, entonces, la historia juzgará tales despropósitos. Lo cierto es, que el cierre de la frontera ha despertado un sentimiento nacionalista en ambos pueblos. Los haitianos, a diferencia de los dominicanos, son inflexibles, prefieren morirse de hambre antes que echar para atrás sus decisiones, muy especialmente cuando se trata de temas relacionados con la República Dominicana. En tanto que los dominicanos, amparados en un ejerció democrático, expresan diferentes puntos de vistas respecto a las motivaciones que dieron origen al cierre de la frontera.
Es oportuno recordar, que en el año 1963, el presidente Juan Bosch, ante la incursión de militares haitianos en la embajada dominicana, con el alegato de que estaban buscando a los autores de un intento de secuestro a los hijos del presidente Francois Duvalier, el presidente dominicano amenazó a las autoridades de ese país, con tomar a Puerto Príncipe si la fuerza represiva de ese gobierno no abandonaba en un plazo de 24 hora las instalaciones de la embajada. Bosch consideró como una ofensa, un ultraje a la soberanía nacional que militares haitianos incursionaran en suelo dominicano. El presidente Bosch, impartió instrucciones al coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, su hombre confianza en los cuerpos castrenses, para que dirigiera la operación de invadir a Haití. Es de todo conocido, que ese fue un aguaje del presidente Bosch, que utilizó este mecanismo de presión para que las autoridades haitianas salieran de las inmediaciones de la embajada dominicana en ese país. La República Dominicana en ese momento no contaba con las condiciones mínimas necesarias para emprender una aventura guerrerista como esa. En efecto, en lo que la OEA decidia sobre la demanda de Bosch ante ese organismo de intermediación, Duvalier retiró los efectivos militares en las mediaciones de la legación diplomática dominicana.
La estrategia, un tanto arriesgada del presidente Juan Bosch, vendiendo la idea de que tomaría a Puerto Príncipe, a diferencia, de la estrategia del presidente Abinader para detener la construcción del canal y lograr que la comunidad internacional interviniera a Haití, mueve a preocupación, por el hecho de que, para entonces, Duvalier tenía control de su país y su fuerza militar. En cambio, en la actualidad, Haití no tiene interlocutores con quien hablar, allí reina el desorden y la anarquía. El primer ministro está secuestrado por las bandas, que en definitiva son las que deciden en ese pueblo. No pretendo ser pesimista respecto al desenlace de este conflicto, por una razón lógica, la inacción o timidez de los organismos internacionales para enfrentar y buscar una solución al conflicto dominico- haitiano, no augura una solución a la vista.
A la luz de lo acontecido, y conociendo la tozudez de los vecinos haitianos, sumado a las recientes declaraciones de su primer ministro, calificando como inaceptable la apertura parcial de la frontera dispuesta por el presidente dominicano. Ellos exigen apertura total o que entre el mar. Es difícil precisar las acciones, que en el futuro inmediato tomarían los complotados haitianos en contra de los dominicanos. Con la reacción de las autoridades de ese conglomerado social respecto represión desatada en contra los comerciantes haitianos para que no hagan negocio de este lado de la frontera, parecería que el presidente Abinader está atrapado en la red de sus propias decisiones. Por un lado, con las medidas implementadas, no logró detener la construcción del canal. Y por otro lado, flexibilizó las medidas abriendo las puertas, mediante un corredor para que fluya el comercio, y los militares haitianos han bloqueado el paso a sus ciudadanos para no puedan cruzar al mercado binacional a realizar sus actividades comerciales en suelo dominicano.
¿Cuál será el desenlace de este conflicto? En mi opinión, si no se produce una intervención oportuna de las Naciones Unidas en Haití, se cierne un manto sombrío sobre el desenlace de estas controversias. Solo el tiempo lo dirá. En lo adelante, el pueblo dominicano debe unirse a las decisiones del presidente, en lo que respecto a la defensa de la soberania y la dominicanidad. Y al presidente Abinader le corresponde actuar con firmeza, con pie de plomo, prudencia y cabeza fria.
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