Por: Juan de la Cruz
El 9 de febrero de 1822 el presidente de Haití, Jean Pierre Boyer, llega a la ciudad de Santo Domingo, procediendo a unificar toda la Isla bajo su dominio y a transformar la atrasada economía colonial que había prevalecido durante más de tres siglos en el territorio que ocupa la actual República Dominicana por una economía agraria intensiva y mercantil.
La integración de la Isla de Santo Domingo abrió las puertas al intercambio comercial de la parte española con nuevos mercados como Francia, Estados Unidos, Inglaterra y Holanda, rompiendo así el monopolio que había impuesto España a sus colonias mediante la Casa de Contratación de Sevilla, a partir de 1503 para que no entraran en contacto comercial con ninguna de las potencias enemigas sin su consentimiento.
Esa disposición trajo consigo un estímulo inusitado en la agricultura y en otras áreas afines para la exportación, como madera, tabaco, cacao, algodón, caña, café, ganado, cuero, mieles, azúcar y otros frutos menores. De igual manera, Boyer derogó una serie de impuestos que afectaron de manera significativa el desarrollo de la economía y dictó un conjunto de medidas para impulsar el comercio.
El presidente Boyer tomó la medida de abolir la esclavitud, con la cual procedió a liberar a más de 10,000 esclavos, y al mismo tiempo un cambio radical en el sistema de propiedad de la tierra, ya que el gobierno haitiano procedió a confiscar la tierra en mano de la Iglesia católica y de aquellos sectores hateros-latifundistas que abandonaron el país tras la unificación.
Surgimiento del campesinado y la pequeña burguesía comercial
El sistema de distribución de tierras implementado por el gobierno de ocupación haitiano hizo posible el surgimiento del campesinado dominicano, una nueva clase social que pasó a ser la mayoritaria en la estructura social de República Dominicana, si se toma en cuenta que la población dominicana no pasaba de 100 mil personas, con un promedio de alrededor de 4 miembros. Con la medida adoptada por Boyer de liberar más de 10,000 esclavos y distribuir la tierra confiscada a la Iglesia y a terratenientes que emigraron del país hacia Cuba, Puerto Rico y Venezuela, alrededor del 40% de la población adulta pasó a ser propietaria de la tierra.
Todos estos cambios fortalecieron el desarrollo del comercio y el crecimiento económico de la pequeña burguesía, grupo social que sería el sostén de la Independencia Nacional, por las grandes facilidades otorgadas por el gobierno de Boyer a nacionales e inmigrantes de diferentes países para adquirir propiedades y desarrollar sus plantaciones.
Ese crecimiento se pone de manifiesto en la existencia de grandes comerciantes consignatarios, cuyas patentes de comercio oscilaban entre 23 y 389. En ese sentido, se puede destacar que Juan A. Billini tenía 389 patentes, Rotschild & Coen 150 patentes, Thomas Lawrence 116, Levy el Fils 95 patentes, Levy hijo Mayor 94 patentes, S. Rotschild 44 patentes, Alejandro Victoria 23 patentes y otra decena de grandes comerciantes.
De igual modo, había pequeños y medianos comerciantes, los cuales también adquirieron patentes para realizar sus actividades, mayoritariamente dominicanos o haitianos, entre los que destacan Esteban Mejía con 453 patentes, Juan P. Fuccinet con 288 patentes, Pedro Garabito 201 patentes, José del Orbe 159 patentes, José A. Rixo 156 patentes, Ramón Montaño 130 patentes, Juan Sierra 117 patentes, Juan F. Amiama 94 patentes, Martín Mota 66 patentes, Antonio Nicolás 32 patentes y Juan de la Cruz 12 patentes, entre otros.
La mayoría de los grandes comerciantes establecidos en la parte Este eran consignatarios que recibían desde el exterior mercancías desde los países desde donde provenían para suplir el mercado interno de Santo Domingo por intermediación generalmente de pequeños y medianos comerciantes. Esto demuestra que había una estrecha relación entre los grandes comerciantes o burguesía mercantil y los pequeños y medianos comerciantes o pequeña burguesía urbana.
Los grandes comerciantes consignatarios reciben el nombre de comerciantes mayoristas, los cuales recibían mercancías provenientes de Europa y Norteamérica, al tiempo que encargaban de colocar en el exterior las maderas y el tabaco producido en Santo Domingo, por intermediación de Saint-Thomas, que era una colonia receptora y suplidora del capitalismo mundial, donde existían grandes casas comerciales, sucursales de casas comerciales europeas; mientras que los pequeños y medianos comerciantes reciben el nombre de comerciantes al detalle o detallistas, los cuales se dedicaban a vender de forma directa a los consumidores o a revendedores, que vendían esas mercancías a otras personas.
A través de ese comercio se producía un intercambio desigual entre las naciones capitalistas de Europa y Norteamérica con Santo Domingo, así como entre los grandes y pequeños y medianos comerciantes. Las naciones capitalistas explotaban a Santo Domingo mediante un intercambio comercial desigual y los grandes comerciantes, a su vez, explotaban a pequeños y medianos comerciantes a través de la transferencia de los impuestos aduaneros o arancelarios que se les imponían a sus mercancías.
Medidas que generaron descontentos entre los dominicanos
A pesar de que se implementaron todas estas medidas positivas, hubo dos tomadas por Boyer que trajeron consigo un gran descontento en la población dominicana, favorecieron la separación o desintegración de los haitianos y dominicanos en un mismo sistema político republicano y actuarían en contra del desenvolvimiento natural futuro de la economía:
1º. La decisión de aceptar el compromiso de pagar a Francia una indemnización de 150 millones de francos como compensación por las propiedades perdidas por los colonos franceses, en virtud de la lucha por la independencia de Haití proclamada el 1 de enero de 1804. Al Gobierno haitiano no poder pagar la indemnización a que se había comprometido en el plazo en que fue acordado con Francia, las finanzas del régimen se vieron sensiblemente afectadas.
2º. Con la promulgación del Código Rural de Haití, el 6 de mayo de 1826, se impuso un despótico sistema de trabajo al campesinado que generó un ambiente de inconformidad política que envolvería a las dos partes de la Isla de Santo Domingo. Este Código puso en vigor una serie de reglamentos agrícolas procedentes de los regímenes de Toussaint, Dessalines y Christophe, que incluían un universo de supervisores que debía velar por la disciplina en los asentamientos agrícolas, reprimir la vagancia, obligar a que se repararan las carreteras y los caminos en los momentos requeridos, la firma de contratos por parte de los cultivadores que les ataban a sus empleadores por una duración variable de seis meses a nueve años y la prohibición formal de los bailes y fiestas desde los lunes por la mañana hasta el viernes por la noche. Todos los oficiales a cargo, los comandantes de plazas y los comandantes de distritos, tenían órdenes de inspeccionar periódicamente los campos de su incumbencia y registrar sus observaciones en los informes que debían enviar a Boyer en Port-au-Prince.
Esa situación fue inteligentemente aprovechada por los sectores independentistas dominicanos dirigidos por Juan Pablo Duarte para crear el movimiento político conocido por el nombre de la Sociedad Secreta La Trinitaria, el 16 de julio de 1838, siendo la mayor parte de sus integrantes miembros de la pequeña burguesía urbana, logrando ver coronado su proyecto con la proclamación de la Independencia de República Dominicana la noche del 27 de febrero de 1844.
República Dominicana experimentó importantes cambios en su economía a partir de la Independencia Nacional en 1844, donde la población dominicana tan sólo alcanzaba unos 126 mil habitantes, siendo los principales renglones productivos el corte de madera preciosa –caoba, guayacán y campeche-, la crianza de ganado vacuno y el cultivo de tabaco.
El corte de madera y la crianza de ganado vacuno eran la base de la economía de las regiones Suroeste y Sureste, mientras que el cultivo de tabaco era el renglón predominante en la región norte o Cibao y en menor medida el corte de madera preciosa.
La modificación más importante de ese panorama se produce como consecuencia directa de las campañas militares dominico-haitianas que durante 12 largos años se efectuaron entre Haití y República Dominicana, viéndose el Estado compelido a reclutar a miles de trabajadores –agricultores, peones agrícolas, artesanos, así como pequeños y medianos propietarios- en las filas del recién creado ejército para la defensa de la soberanía nacional. Este hecho trajo consigo una gran decadencia en todas las actividades productivas de la emergente Nación, ya que sólo los grandes propietarios, los comerciantes y los empleados públicos fueron liberados del servicio militar obligatorio impuesto por las circunstancias extremas en que se vio envuelta la República Dominicana.
La zona más afectada por la situación de guerra permanente en que estuvo inmersa la República era la frontera, porque ese fue el escenario de los principales conflictos bélicos que se sucedieron en el país entre 1844 y 1856. Esto implicó que durante alrededor de 12 años se desatendieran todos los cultivos, se retiraran el ganado vacuno y caballar y se detuviera el corte de maderas preciosas. Esta zona estuvo muy desolada durante todo ese período, en virtud de que la mayor parte de los varones del lugar eran obligados a enrolarse en el ejército. La cantidad de personas que fueron involucradas de forma compulsiva en el ejército era de alrededor de 8,000 cultivadores y peones agrícolas, lo que influyó negativamente en el desarrollo del aparato productivo nacional.
En ese período República Dominicana no contaba con vías de comunicación terrestres adecuadas y mucho menos vías ferroviarias, lo que imposibilitaba que hubiese comunicación entre los campos, pueblos y regiones del país, lo que impidió que se conformara un mercado nacional y estimuló el surgimiento de regionalismos tanto económicos, sociales, políticos, culturales como lingüísticos. Esto motivó que las zonas costeras del país, que contaban con puertos importantes como Santo Domingo, Azua, Puerto Plata y Montecristi, mantuvieran mayores contactos comerciales con el exterior que con los pueblos dominicanos del interior. Sólo las unidades productivas más próximas a las ciudades tenían posibilidades de integrarse al escaso intercambio comercial que allí se daba.
Desarrollo industrial, artesanal y comercial
El desarrollo industrial era prácticamente nulo y las labores artesanales se enfocaban a la fabricación de serones para el empaque de tabaco y otros productos agrícolas para su más cómoda transportación. También se fabricaban andullos y cigarros, rústicos muebles de madera, sillas y aparejos de montar los caballos, alambiques para la elaboración de ron de caña, trapiches movidos por animales para la elaboración de azúcares y mieles. Estas unidades productivas eran fundamentalmente de carácter familiar, que junto al corte de madera preciosa y la crianza y comercialización de ganado, representaban las expresiones más claras del mercantilismo simple, etapa inicial del capitalismo.
Por último, las categorías por ocupaciones que contemplaba la Ley de Patentes promulgada a mediados de 1845, que eran tan sólo 25, dan una idea bastante clara del nivel de desarrollo económico de República Dominicana por aquella época: consignatarios, negociantes de maderas y frutos, ebanistas y carpinteros, boticarios, curtidores, licoristas, dueños de casas de trucos y billares, mercaderes de alquitrán y aceites, panaderos, quincallerías y jugueterías, buhoneros de un pueblo a otro, sastres, sombrereros, veleros y posaderos o mesoneros.
La ley dispuso que ese tipo de negocios sólo estaba permitido en las zonas urbanas, lo que evidencia que el número de negocios patentados era sumamente bajo, si se parte del hecho de que la población urbana era muy reducida. La ciudad de Santo Domingo, el mayor centro urbano del país para entonces, para 1845 sólo contaba con 12,000 habitantes.
Salarios
El trabajo salariado en República Dominicana era muy escaso para entonces, y sobre todo en las labores agrícolas, donde la fuerza de trabajo fundamental la representaba el peón, una herencia directa del sistema de servidumbre española. En los cultivos se empleaban métodos de producción sumamente rudimentarios como el sistema de roza, el uso de la coa y el machete. El arado tirado por bueyes o caballos se utilizó en el país a partir de 1870, cuando se introdujo la producción azucarera moderna.
Todo lo anterior pone de manifiesto que el desarrollo económico dominicano era sumamente limitado en el período que va desde 1822 hasta 1856, fecha en que cesan los reiterados intentos de ocupación de Haití hacia nuestro país, a causa de las derrotas sufridas por el ejército haitiano en las batallas Fuente de Rodeo, las Cabezas de las Marías, Las Hicoteas, 19 de Marzo, 30 de Marzo, el Memiso, Tortuguero, Toma de la Fortaleza de Cachimán, La Estrelleta, Beller, El Número, Las Carreras, L´Anse a Pitre y Sale Trou, Petite Riviere, Dame Marie y Le Cayé, Santomé, Cambronal, Las Matas, Sabana Mula, Sabana Larga y Jácuba.
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