Por José A. Mateo Gil
02 de septiembre del 2021.
En el año 1918, en momentos en que la República Dominicana estaba bajo el dominio de los EEUU, como resultado de la intervención militar norteamericana de 1916, la humanidad fue impactada por una pandemia, denominada » La gripe española». Esta enfermedad fue calificada como la madre de las pandemias del siglo XX . El virus afectó a la mayoría de la población de la época. De acuerdo a la OMS murieron alrededor de 50 millones de personas, que para entonces, la población mundial rondana los 1,800 millones de habitantes.
Ante la crítica situación de salud imperante en todas las naciones, las autoridades de sus respectivos países hicieron ingentes esfuerzos para combatir la enfermedad. Se tomaron medidas sanitarias urgentes, cuyos resultados no fueron los esperados, debido fundamentalmente al desconocimiento del origen del virus y al escaso desarrollo de farmacología de la época. El uso de mascarillas, el distanciamiento social, la imposición de cuarentenas, la prohibición de actividades públicas, entre otras, fueron las acciones que se tomaron para atacar el virus. En todos los países iniciaron una cruzada para erradicar la enfermedad, sin lograr detener la celeridad de los contagios por el escaso desarrollo científico de la medicina a principios del siglo XX. Afortunadamente, el período de vigencia de la gripe española solo duró dos años. Todo parece indicar que a partir del año 1920 la población quedó inmunizada de manera natural.
La penicilina, no fue hasta 1928 cuando se crea a través de un experimento con vacas, obteniendo resultados positivos para ser usado en humanos. En tanto que, la primera vacuna para la gripe surgió en el año 1940. De modo que, la escasa información científica en el área de la salud para frenar la propagación de la gripe española costó la vida de millones de seres humanos. En la actualidad, justo un siglo después, la población mundial es sorprendida por la pandemia del Covid-19, similar a la que azotó al planeta en el año 1918. A diferencia de la gripe española, esta nueva crisis sanitaria encontró respuesta inmediata para frenar su propagación con la aparición, en menos de un año, de diferentes vacunas que disminuyeron la letalidad de esta terrible enfermedad.
La pandemia del COVID-19 ha puesto a prueba, no sólo a los laboratorios y médicos del sector salud, sino que puso patas arriba a la economía mundial. Todos los países, desde los más desarrollados hasta las economías más empobrecidas del tercer mundo, han tenido que hacer ajustes importantes en los presupuestos de sus respectivos países. Desde la perspectiva del control sanitario de la pandemia, la rápida y oportuna elaboración de las vacunas para combatir el COVID-19, ha salvado muchas vidas quitando presión a los gobernantes de las diferentes naciones del planeta.
En la República Dominicana, la campaña masiva de vacunación implementada por la presente gestión de gobierno, ha logrado disminuir los contagios y las muertes de los ciudadanos infectados. Sin embargo, la pandemia ha causado efectos devastadores en la economía. Las finanzas públicas de las naciones han colapsado, el comercio mundial ha sufrido serias perturbaciones, el desempleo creció de manera vertiginosa, los precios de los productos de primera necesidad están por las nubes, el endeudamiento externo creció hasta el punto de poner en riesgo la capacidad de pago de los gobiernos. En fin, el impacto económico generado por el Covid-19, requiere de una reingeniería del sistema financiero internacional que facilite una salida negociada de la deuda de los países pobres.
El endeudamiento externo es el talón de Aquiles de las economías de los países subdesarrollados como el nuestro. Es el punto neurálgico que ha puesto a temblar a los gobiernos de la región y al comercio internacional. La República Dominicana no escapa a esta preocupación. La decisión del Presidente de la república de extender el estado de emergencia por 45 días, ha divido la corriente de opinión del pueblo dominicano. Unos argumentan que la extensión del estado de emergencia se debe a las pretensiones del gobierno de continuar la carrera alocada de endeudamiento en nombre de la pandemia. Otros plantean que, los prestamos son indispensable para corregir las distorsiones que la crisis del Civid-19 ha provocado en la economía. Lo cierto es, que esa decisión presidencial ha generado un debate que pone de manifiesto el interés de la gente en los problemas nacionales.
Ante esta discusión sobre la pertinencia o no de la ampliación del estado de emergencia, no pretendemos darle la razón a ninguna de las posiciones encontradas. Porque si bien es cierto que las arcas del estado han quedado vacías producto de la crisis, y que requiere de recursos extras para solventar los diferentes compromisos del gobierno. No es menos cierto que, el festín de préstamos que han ejecutado tanto el gobierno anterior como el actual, han sido bajo la sombrilla y en nombre de la pandemia. Esta situación requiere de una profunda reflexión de la autoridades de turno. Un segmento importante de la población dominicana, atribuye el marcado interés del gobierno de prolongar el estado de emergencia, a la necesidad de continuar tomando prestado para cubrir los recurrentes déficit fiscales y otros compromisos del estado.
Los gobernantes de éste y los demás países de la región, tienen una magnífica oportunidad para proponer de manera conjunta, una renegociación de la deuda, tanto interna como externa, que mejore los términos de la tasa de interés y prolongue en el tiempo el pago de la misma. De forma tal, que los gobiernos puedan organizar sus finanzas. Algunos economistas plantean que la renegociación de la deuda traería consigo un debilitamiento del índice de solvencia del país ante los organismos crediticios internacionales. Sin embargo, el impacto de la crisis generada por la pandemia es de tal magnitud, que en el futuro inmediato se tornaría insostenible. En consecuencia, es impostergable persuadir a los ejecutivos de esas instituciones financieras, para que adopten una posición más flexible ante la posibilidad de una renegociación de la deuda de los países pobres.
Ante la situación planteada, algo hay que hacer, no nos podemos quedar de brazos cruzados. El Presidente tiene que emplazar a sus funcionarios, a fin que demuestren su capacidad creativa para buscar alternativas que garanticen obtener recursos sin tener que hipotecar el futuro de nuestros hijos. Llegó el momento de abandonar el camino más fácil, como es el endeudamiento para combatir la crisis. Los déficit presupuestarios se generan cuando los gastos superan a los ingresos, por lo que financiar estos excesos con nuevos préstamos presagia malos augurios para mantener la estabilidad de nuestra economía.
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