05 de noviembre de 2023
Por José A. Mateo Gil.
Desde la fundación de la república en el año 1844, hasta nuestros días, los partidos políticos mayoritarios con posibilidades reales de conquistar el poder, cuando se aproxima el proceso electoral agotan largas jornadas de trabajo tratando de persuadir a los demás partidos minoritarios para concertar alianzas, acuerdos y pactos, que garanticen ganar las elecciones. Esa es una práctica recurrente, no solo en nuestro país, sino en la mayoría de los países donde se elige al presidente por la vía democrática. En la República Dominicana, luego del debilitamiento de las ideologías políticas como marco conceptual de una corriente de pensamiento que define el perfil liberal (izquierda) o conservador (derecha) de la población votante, se ha acelerado el proceso de degradación del contenido programático de las alianzas electorales.
En el pasado, los líderes de los partidos políticos guardaban la forma a la hora de formalizar alianzas, aunque en el fondo casi todos buscaban lo mismo, los pactos se hacían atendiendo a líneas programáticas, sobre la base de objetivos comunes, producto del consenso y la afinidad ideológica partidaria. En la actualidad, las alianzas están contaminadas. Las máximas autoridades de estos partidos han convertido esta herramienta electoral en un mercado persa, vendiéndose al mejor postor, dejando de lado los principios éticos y morales que deben primar en el liderazgo de esas organizaciones políticas. Que, por demás reciben fondos de la Junta Central Electoral, a los fines de que puedan desarrollar un cronograma de trabajo que les permita competir en igualdad de condiciones con las otras organizaciones partidarias que participen en los comicios.
El espíritu del legislador a la hora de aprobar la ley que regula las alianzas electorales entre los partidos, está enmarcado en la idea de que las organizaciones partidarias con similitud programática y objetivos comunes pudieran fortalecerse acudiendo juntos a las elecciones. Sin embargo, no ocurre así, lo que el país vivió recientemente en el acto de juramentación del presidente Abinader por parte del Partido Cívico Renovador resultó penoso y asqueante. En plena juramentación, el líder de ese partido comprometió al primer mandatario, haciéndolo jurar que le daría empleo en el actual y próximo período de gobierno. La indelicadeza de este pintoresco personaje, deslució el acto, y puso al presidente en apuros, porque se evidenció que fue sorprendido en su buena fe. Y este es uno de los tantos casos, donde las alianzas tienen como único propósito llenar los bolsillos de los líderes de esos partidos. Esa juramentación del Partido Cívico Renovador fue televisada en vivo, razón por la cual no hubo forma de evitar la vergüenza de que fue víctima el presidente.
Existen otros partidos pequeños del sistema, que necesariamente tienen que pactar con partidos mayoritarios, porque de no hacerlo perderían su personería jurídica. Y es lógico que así actúen, porque la ley electoral establece que para un partido mantenerse vigente tiene que lograr, por lo menos, llegar a alcanzar un 5% de los votos, o en su defecto, obtener alguna representación congresual o municipal para evitar extinguirse como partido. Pero todo no es color de rosa, la clase política dominicana, en múltiples ocasiones, ha irrespetado de la ley mediante artificios jurídicos, violando este mandato para mantener vigente esos partidos que no han podido llegar al 5% de los votos emitidos. Estos dos requisitos son indispensables para que los partidos pequeños sobrevivan. Si una organización política no alcanza el 5% de los votos electorales para la próxima contienda electoral tiene que empezar de cero. Deben conseguir una cantidad determinada de firmas y someterlo de nuevo a la JCE para su reconocimiento.
El Partido Opción Democrática de Minou Tavarez Mirabal, inauguró una interesante modalidad de alianzas. Ha pactado candidaturas por demarcaciones con diferentes organizaciones políticas. No se ha aliado de manera integral, y mucho menos ha comprometido su partido en el nivel presidencial. Todo parece indicar, que esta organización ha elegido un método de alianzas programáticas, con el fin de lograr objetivos comunes. Lo ideal es que, las organizaciones políticas con características similares, con ideologías claramente definidas, transiten por el mismo camino. Ese sería un ejercicio interesante de hacer política. Pero en la práctica, se verifica un escenario distinto. Cada partido, sobre todo cuando es minoritario, al percatarse de que no tiene posibilidad alguna de competir y ganar unas elecciones, se monta en la ola del que entiende que va a ganar, sobre todo en el partido de gobierno. Esos son los denominados negociantes de la política.
Las elecciones a celebrase el próximo año 2024, ha desatado un escarceo inusitado en el liderazgo de los partidos mayoritarios. El oficialismo está pactando alianzas a diestra y siniestra, sin importar la línea programática de esos partidos emergentes, ni las coincidencias de los objetivos propuestos. Si bien es cierto que esa iniciativa aumenta el caudal de votos del oficialismo, no es menos cierto que crea serias dificultades a lo interno del partido de gobierno, en virtud de que los empleos que le corresponden a la militancia del perremeismo estarían comprometidos con los aliados. Los líderes de oposición acusan al oficialismo de pactar con los líderes provinciales opositores (alcaldes), a cambio de favores pecuniarios. Así como también, ofreciendo cargos electivos y nombramientos en el gobierno, en el hipotético caso de ganar las elecciones.
Esas acusaciones cobran sentido, cuando el partido de gobierno dice tener alianzas con 20 organizaciones minoritarias. De acuerdo a sus cálculos, con estos acuerdos aseguran el triunfo en la primera vuelta. En tanto que, los principales partidos de oposición intentan formalizar la alianza denominada «RESCATE RD». Esta propuesta, liderada por el Partido de Liberación Dominicana, el Partido Revolucionario Dominicano, y la Fuerza del Pueblo, parece tener serias dificultades para su formal consolidación. Lo que sucede al respecto tiene diferentes aristas: ¿Es posible que sea una estrategia del frente opositor para dar un golpe de efecto a última hora, cuando esté al filo del cierre el período de las alianzas? O ¿Si es que el retraso de la firma de este pacto, obedece al resentimiento, el encono, y la malquerencia, que se ha apoderado de los lideres de algunos partidos mayoritarios de oposición, impidiendo la formalización de la tan cacareada y comentada alianza?
En ambos casos, estrategia de campaña o diferencias insalvables que bloquean el acuerdo, tienen que apurar el paso. El oficialismo está corriendo solo en el carril de adentro, por la inacción del liderazgo del frente opositor. Si los que tienen poder de decisión en los partidos de oposición no se ponen de acuerdo en los días que faltan para cerrar el periodo de las alianzas, es casi inminente el triunfo en primera vuelta del presidente Abinader. En consecuencia, si se mantiene la actual coyuntura electoral, y no ocurre algo extraordinario que la haga cambiar, tendremos 4 años más de gobierno del PRM. A menos que, en los días por venir, se anuncie la formalización del acuerdo » RESCATE RD», impactando de manera positiva en el electorado, o en su defecto, que se produzca una profundización de la crisis económica en el país a causa del proceso inflacionario que afecta a las clases más necesitadas del pueblo dominicano, entre otras eventualidades. que pudieran ocurrir faltando 7 meses para las elecciones, como lo es que el candidato del PRM sea reiterativo cometiendo pifias que dé al traste con su triunfo en mayo del 2024. Así, solo así, se impediría la victoria de Luis Abinader en primera vuelta. Porque, la lógica política indica, que, si el presidente no gana en primera vuelta, pierde las elecciones en la segunda.
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