Relato Urbano – Las Navidades en “Aquel” Batey…

Por: Iván De La Cruz

Eran los tiempos aquellos que sobre “El Batey Central”, de nuestro Ingenio Barahona soplaban Vientos Navideños, y en el aire se sentía el dulce aroma de la abundancia, bonanza, comedera, la “Tiradera” de ropa nueva, y Zapatos bonitos… Se vivía la alegría, el jolgorio, de los “Asaltos”, las Fogatas, y los Aguinaldos de los tiempos “Pascueros”.

En aquellos tiempos se notaba una alegría colectiva que contagiaba la comarca. Los obreros en su ir, y venir del Ingenio a sus casas, contando los días restantes para recibir el pago de los chelitos del “Pascual”. Las señoras afanando en sus casas haciendo los preparativos para la gran “Cena”. Los muchachos más que alegres dando “Caco” a la soberbia “Jartura” que se iban a dar la noche del 24, y la “Estrenadera” del Flow (Flú) navideño del día 25. Los que corrían con menos suerte, entonces cifraban sus esperanzas en “Bufear” unos trapitos nuevos el día 1ro de Enero.

El corredero se desataba con la tiradera de Fuego Artificiales. La explosiones eran contantes con los famosos “Buscapié”, los “Montantes”, los “Cohetes/Coheticos Chinos”, los ruidosos “Tumba-Gobierno”, las “Velas Romanas”, las Pategallina, etc. Los que no teníamos los chelitos para comprar esos artefactos, entonces recorríamos a quemar “Brillo fino”, y también improvisábamos los “Tirapó” con la pieza de una llave de agua vieja.

Los Muchachones más “Jodones” fabricaban clandestinamente las ruidosas “Bazucas” caseras, que las hacían con latas de jugos, y algunos más avispados, las confeccionaban con latas grandes de Pasta de Tomate (Salsa). Para hacerlas “fogonear” el estruendoso disparo, las accionaban con el químico denominado “Carburo”, y cuando le pegaban el fosforo, se producía tremenda explosión “BOOOM”, y se formaban tremendos “Corre-Corre” cuando las disparaban. A seguidas el “Deparpaje”, porque los mayores salían en búsqueda de quienes estaban alborotando con el estruendo que producían esos artefactos, y una que otras veces, era la Policía que les caía detrás.

Todo era festividad, y la economía se dinamizaba porque los “Chelibiris” circulaban, y la cosa se ponía “Má mejor”. Así la gente del “Colmado”, y la “Pulpería” repasaban las famosas “Mascotas” donde apuntaban el “Fiao Diario”, para pasarle las facturas a los deudores, con la esperanza de que el liquidaran las cuentas viejas con el “Doble Sueldo”. Muy especialmente el Famoso Vendedor Don Félix Tadeo Ledesma, conocido por todos como: “Felito Viste Encueros” (quien andaba en una ´Tienda Rodante´), desempolvaba su: “Lista de Mala Pagas”. 

En algunas esquinas se apilaban cantidad de tronco gruesos para en las noches préndenles fuego en Fogatas, y en torno a ellas se reunían los grupos a ritmo del sabroso jengibre picante, los coros de la contadera de cuentos, anécdotas, y vivencias de los personajes  pintorescos, y famosos.

El “Tigueraje” se adueñaba del escenario con los ruidosos “Aguinaldos” con los que ponían el toque alegre a las noches navideñas, y en ese proceso no dejaban dormir a nadie. Iban “Casa por Casa” tocando Güiras, Tamboras, Latas, Carderos, etc… Y había que levantarse para ofrecerles Chocolate con Pan, y té de Jengibre, para que luego de degustarlos, se marcharan a quitarles el sueño a otros vecinos.

En la explanada frente al edificio de las Oficinas del Ingenio veíamos como un grupo de obreros electricistas levantaban, y daban vida a un “Arbolito Navideño” Gigantesco. Bajo el sol picante, podíamos ver en su afán a Anulfo Ortiz, Bienvenido Potter, Reginaldo Ross (Cocolo), mi papá José De la Cruz, y otros, tirando cableados eléctricos, y colocando bombillos grandes de colores, para darle forma a una maravilla de luminarias, que  por las noches transformaba el entorno en algo mágico, nos hacía vivir momentos incomparables bajo esa enorme estructura de metal, cubierta de cables, y llamativas luces de colores. 

Tres días antes mi mamá Doña Alba me llevaba como su “Muchacho de Carga”, y tomábamos la ruta al Mercado del Pueblo (Barahona), a comprar todos los menesteres, y los ingredientes, para confeccionar la esperada Cena de Nochebuena. Recorríamos los puestos de ventas donde ella compraba lo necesario para elaborar los sazones, ensaladas, y demás. Pasábamos al Almacén de Doña Tidín, y que era administrado por José  Espinosa (José la Choncha), a buscar las frutas, dulces, los vinos, el ponche, etc. Terminábamos la vuelta en la Pollera, allí comprábamos dos (2) pollos, los cuales se amarraban en la casa para darles comida y “Limpiarles” el Buche, antes de pasarlos por la navaja, puyarlos, y sazonarlos el día 23, para que cogieran mucho más sazón.

Llegado el esperado día de la Cena (24), la Vieja Panadería (frente a la Caseta de Pago), administrada por del Sr. Marcos Espinosa (Quintín), era el punto por excelencia para hornear los puercos, pavos, y pollos. También para buscar las sabrosas Teleras recién sacadas del horno. Por tener una estrecha amistad con Janne (Sobrino de Quintín), teníamos el chance de introducirnos en la panadería, y ser testigos visuales de esos sabrosos especímenes sacados de las brasas ardientes, para más tarde formar parte de la mesa navideña.

En las casas todo era movimiento. Las cocinas se dinamizaban. Y se iniciaban los procesos de preparación de los diferentes alimentos para la cena. Nuestras madres compartían la ardua labor de la confección de los sabrosos Pasteles en Hojas. Los muchachos íbamos a los sitios donde sembraban plátanos para buscar las hojas para envolverlos. Se sancochaban los vegetales para la famosa Ensalada Rusa, los Espaguetis, etc… Si en la casa se horneaban los pollos, entonces estábamos atentos al sabroso “Pichirrí”… A medida que pasaban las horas el apetito se aceleraba, y se continuaba con los preparativos de los platos.

Antes de sentarnos a la mesa, nuestras madres sacaban varios platos surtidos con cada unos de los distintos componentes de la cena, y nos ordenaban llevarlos a casa de los vecinos. Ese ritual se repetía para atrás, y cada vecino nos entregada un plato bien nutrido con lo mejor de sus mesas para llevarlos a nuestras casas.

Llegada la hora, se procedía a realizar la oración para dar Gracias a Dios por los alimentos, y pedir su bendición, para luego devorar todo lo allí presente. Era el momento esperado, y en nada desperdiciábamos esa única oportunidad de ver tantos platos sabrosos juntos, y de los cuales podíamos hasta saciar nuestra “Hambre Auto-provocada” durante un día completo en el cual hacíamos una especie de “Dieta”, para en la noche comer por mucho de la ansiada cena.

Acabada la cena, mi papá agarraba la mano de pilón del mortero de cocina, y se ubicaba en una esquina de la galería “A majar” (Machacar) los frutos secos de las Almendras, Avellanas (Coquitos), y Nueces.  A seguidas nos repartían los sabrosos dulcitos navideños (Gomitas), y las frutas de navidad: “Uvas, Peras, Manzanas, Uvas Pasas”. Para “bajar” todo lo digerido nos daban a tomar un refresco de colores, y los mayores se tomaban sus tragos del Vino Moscatel que tenía un caballito Blanco, y las damas su Ponche de crema y oro.

El 25 era el día de “Estrenar” trapitos (ropas), y zapatos nuevos. Era una especie de premio mayor el cual uno como chiquillo esperaba como si fuera el final de los finales, debido a que las limitaciones económicas limitaban a nuestros padres a surtirnos de esas prendas de vestir.  En algunas ocasiones nos quedábamos con el “moño hecho”, y teníamos que esperar a que los mayores resolvieran para ponernos a estrenar el día de Año Nuevo. 

El 31 de diciembre todos en expectativa esperando las 12 de la media noche para escuchar el estridente sonido de la “Sirena” que marcaba el final del año que se iba, y la llegada de uno que recién iniciaba. Al sonar las doce campanadas se generaba una algarabía enorme, y al grito de: “FELICIDADEEEEEE”, todos salían de sus casas, y cruzaban donde sus vecinos, se fundían en abrazos fraternales, y de dispensaban los mejores deseos para el nuevo año que arrancaba.

Aquellos tiempos Navideños en aquel Batey Central de entonces. Aquellas Navidades… Así las recuerdo.

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