Hace 14 años perdió a su hermano y desde entonces ya no le queda nadie con quien hablar su lengua materna.
Sixto Muñoz es el último indígena tinigua que queda en Colombia y su idioma, prácticas medicinales, cultura y creencias morirán con él.
Se estima que tiene entre 90 y 95 años y vive en la profundidad de la Sierra La Macarena, en el centro de Colombia, a los pies de la Cordillera de Los Andes.
Su población fue víctima de los problemas que azotan al país desde mediados del siglo pasado, las guerrillas liberales que fueron el germen de las FARC los obligaron a desplazarse y dispersarse.
A tal punto que solo queda Sixto, quien poco a poco va olvidando las palabras del idioma tinigua pese a que se esfuerza para que esto no suceda.
Una vida marcada por la violencia
Muñoz es hijo de un chamán muy reconocido por los tinigua y por ello él también se ganó fama de buen curandero.
Desde joven se dedicó a la agricultura como medio de subsistencia y disfrutaba de la música heredada de sus antepasados.
«La historia de Sixto es la historia de muchos grupos indígenas que sufrieron exclusión y violencia en Colombia. Él tuvo que irse muy joven del grupo tinigua y, pese a ello, es sorprendente que todavía puede hablar su lengua nativa durante horas», señala a BBC Mundo la investigadora Katherine Bolaños.
La lingüista, junto al filósofo Ricardo Palacio, presentaron recientemente «El hombre sin miedo. La historia de Sixto Muñoz, el último tinigua», investigación que relata la vida del indígena y trata de rescatar parte de su idioma.
«No se trata de una lengua simple, tiene unas estructuras complejísimas (…) Lo lamentable es que de a poco se van olvidando las palabras porque él no tiene con quién más hablar desde que su hermano murió alrededor del año 2005«, indica Bolaños.
Muñoz fue perdiendo a su familia de a poco, desde la década del 40 del siglo XX, cuando los tinigua fueron obligados a dejar las sabanas del Yari, departamento de Meta (centro), hasta la Sierra La Macarena.
En 1949 se produjeron una serie de matanzas que, según Muñoz, sellaron la suerte de su población.
Sixto perdió cuatro familiares en aquella oportunidad y se estima que al menos 300 indígenas tinigua fueron aniquilados en aquel entonces.
El centro de investigación con sede en Bogotá Instituto Caro y Cuervo apunta que uno de los motivos de las matanzas fue que el bandolero Hernando Palma decidió vengarse contra esa población mandando a asesinar a las mujeres fértiles debido a que una de ellas quiso envenenarlo.
Otros de los motivos fueron las batallas políticas de la época y la disputa entre los tinigua con otras poblaciones indígenas.
El curandero
Después de las matanzas de mediados de siglo pasado, Sixto Muñoz y su hermano Criterio se convirtieron en sobrevivientes y nómadas.
Con su comunidad disgregada, por separado, apelaron a sus conocimientos en caza, pesca y agricultura durante décadas.
Sixto llegó a tener cinco hijos y también ya tiene nietos, pero ninguno de ellos habla tinigua o aprendió sus habilidades.
En criterio de Ricardo Palacio, con Sixto no solo se perderá un idioma, sino también las prácticas culturales de su población.
«Tiene prestigio y es buscado porque hacía curaciones y sabe hacer diagnósticos. Sabe de plantas y hace remedios. Tiene un conocimiento de medicina natural que las combina con rezos y ritos espirituales», cuenta Patiño.
El investigador añade que Muñoz acumula los conocimientos de más de una etnia indígena dado que vivió con otras comunidades además de los tinigua.
Lo sabe…
En criterio de Bolaños y Palacio, Sixto sabe que «su cultura y se lengua morirán con él».
«Él es consciente de que es el último y así lo cuenta. Por eso sus narraciones tienen mucha emocionalidad. Él dice ‘a todos los mataron y los otros se murieron’ y sabe que si se muere se llevará con él todos sus ritos espirituales y su lengua», explica Katherine Bolaños.
La investigadora indica que es posible que Muñoz no haya querido pasar la lengua tinigua a sus hijos y nietos porque «de qué sirve una lengua que solo la habla una persona».
Palacio añade que, pese a la amargura de ser el último indígena y que a «muchos de su población y familia los mataron«, Sixto no pierde el buen humor y el carisma.
«Es un personaje con muy buen humor y jovial, aunque también tiene su genio porque ya tiene muchos años. Cuando aparece en las ciudades parece una estrella de rock y es muy coqueto con las mujeres», concluye.
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