Por: Ing. Carlos Manuel Diloné
El 18 de Julio de 1927, el periódico “La Información”, publicaba “Diez haitianos, violadores de la Ley de Inmigración, fueron detenidos para llevarlos a trabajar a la finca del Coronel Trujillo”. Ayer, en la mañana, dos agentes municipales detuvieron a 10 haitianos, sucios y enfermos, que dicen llamarse: Israel Felipe, Francisco Juan, Andrés David, Octavidi Yim, Pole Mon Juan, Feliz Joasen, Alifis Noel, Isidro Castro, Sampuí Santí y Michel Ovil, los cuales son violadores de la Ley de Inmigración.
Al ser llevados a la Comisaría Municipal, dijeron que en el mes de Febrero del corriente año, fueron detenidos por agentes de la Policía Nacional, en la Villa de Bajabonico y traídos a la fortaleza de esta ciudad donde permanecieron tres días, al cabo de los cuales, fueron llevados a la finca de Rafael L. Trujillo, comandante de la Policía Nacional, en el lugar de Sabana de los Muertos, donde fueron puestos a trabajar hasta el corriente mes de julio, con la sola remuneración de la comida. Durante este tiempo, a muchos de ellos se les acabó la ropa que tenían y allí se les dio trajes nuevos de fuerte-azul, de los que compra el Estado para los agentes de la Policía Nacional que trabajaban mecánica, dentro del Cuerpo. Al ser despachados agregaron ellos, el Coronel Trujillo les dio la suma de tres pesos oro a cada uno y dos papelitos, para que los dejaran pasar por los puestos de la Policía Nacional de Sabana de los Muertos y La Cumbre.
El aspecto de esos diez infelices haitianos, era conmovedor y a la vez repugnante, debido a la suciedad y a los enfermos que se encuentran, puntualizaba la publicación. La Policía Municipal los sometió por ante la Fiscalía para que sean puestos bajo la acción de la Justicia, quien determinó su deportación.
El Coronel Trujillo, se sintió molesto por la publicación de “La Información”, de Santiago, por lo que tildó la noticia de “un suelto insidioso” que aparece en la edición de ayer, ofreciendo su versión de los hechos.
Trujillo da su versión de los hechos: “El 18 de febrero del corriente año, el encargado de mi finca rural de Árbol Gordo, kilómetro 42 de la Carretera Duarte, con mi autorización, obtuvo permiso de inmigración para los siguientes haitianos: Annes Feliz, José Jean, Horacio Ame, Meliton Fanó, Alsenas Jean, Dereis Antoine, Senis Fenelix, José Baptiste, Jean Baptiste y José Victor. Los permisos de inmigración, fechado el 18 de Febrero, según queda dicho, están registrados en el Libro E bajo los números del 1305 al 1314 inclusive, de la Inspección General de Inmigración.
Como se advierte, el encargado de mi finca ha querido utilizar estos braceros, y para hacerlo, ha llenado los requisitos exigidos por la Ley de Inmigración, como lo hacen diariamente las empresas agrícolas del Este.
Los referidos trabajadores, después de pasar en mi finca todo el tiempo que media entre el 18 de Febrero de 1927 y la semana pasada, parece que decidieron fugarse, y, realizando un robo en una bodeguita de la finca, emprendieron la fuga en una de estas noches, abandonando, como consecuencia de la forma en que iban, los papeles de inmigración conque podían caminar por toda la República; pero lo peor todavía es que esta clase de haitianos nunca dan dos veces seguido un mismo nombre y ahora al ser apresados en Santiago, supongo que los mismos haitianos que trabajaban en mi finca, resultan llamarse de otro modo a como se llamaron cuando fueron empleados por el encargado de mi finca, y resultan, además, infractores a la Ley de Inmigración.
Es ahora cuando, requiriendo al encargado de mi finca, he obtenido estos datos. Ni he visto a estos trabajadores mientras estaban en Árbol Gordo ni mucho menos le he dado papel alguno para que pasen por ningún puesto de la P. N., puesto que, si ese hubiese sido mi deseo, lo hubiera realizado respecto de todos los puestos de la P. N. por donde esos haitianos tuvieran que pasar.
El mal intencionado o los malos intencionados que hayan querido hacer de la suerte de ese grupo de haitianos nómadas un elemento de combate contra mí, se han equivocado, porque por encima de sus diatribas y de las columnas propicias de un periódico, está la verdad de los hechos que no ha de favorecerme en mayor grado por mi posición oficial, ni ha de faltarme para tranquilidad de mi conciencia”.
Lo cierto es que Trujillo en ningún momento negó el que usara haitianos para enriquecerse sin pagarles salarios, que la única remuneración era la comida, y que las vestimentas que les suministraba pertenecían a las que compra el Estado para los agentes de la Policía Nacional que trabajaban mecánica.
Dos días después de la denuncia pública, mediante Telefonema, Simón Díaz le informa a Trujillo, entre otras cosas, “tengo lista nombres de haitianos que efectuaron robo en su finca”, y que el Fiscal tiene la querella de esta cuestión, el Cónsul haitiano también.
Cuatro días después de la denuncia, Horacio Vásquez aceptaría la versión del Coronel Rafael Leónidas Trujillo.
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