Por el Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez
«Un día, fueron a verle (al Rey Salomón, rlpp) dos mujeres con un bebé. Le dijeron que vivían en la misma casa, que cada una tuvo un hijo, pero que uno de los bebés había muerto; y ahora ambas mujeres querían el bebé que estaba vivo. Cada madre decía que era su bebé, por lo que le pidieron al rey Salomón que les dijera quién se podía quedar con él (1 Reyes 3:16–22).»
«Salomón quería saber cuál de las mujeres era la madre del bebé y tuvo una idea magnífica. Pidió una espada y dijo a uno de sus sirvientes que partiera al bebé en dos y le daría una parte a cada mujer. Salomón no pensaba herir a la criatura; sólo quería ver la manera en que reaccionaban las mujeres, pues sabía que la verdadera madre del niño no permitiría que se le hiciera daño (1 Reyes 3:22–25).»
«Una de las madres dijo a Salomón que no partiera al bebé en dos. Ella no quería que le hicieran daño porque lo amaba, y dijo que la otra mujer se lo podía llevar. La otra mujer le dijo a Salomón que lo partiera en dos (1 Reyes 3:26).»
«Entonces Salomón supo quién debía quedarse con el niño, porque la verdadera madre no quiso que le hicieran daño; y Salomón se lo dio a ella. Pronto todos los israelitas supieron lo que había sucedido y entendieron que Dios había dado sabiduría a Salomón (1 Reyes 3:27–28).»
Tocó en Duvergé, municipio de la fronteriza provincia Independencia, a don Bardolindo Pérez Rodríguez (Conín), a la sazón juez de paz de allí, juzgar a un señor acusado de matar con saña, un chivo ajeno, y consciente el juzgador de que había cometido la falta el imputado, expresó en su sentencia in voce: «COMO JUEZ LO VOY A DESCARGAR PERO COMO BARDOLINDO YO SÉ QUE USTED MATÓ EL CHIVO.»
Una decisión de justicia salomónica en Duvergé…
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