Camilla Costa y Cecilia Tombesi*
BBC News Mundo
La vacuna contra el covid-19 desarrollada por Pfizer y BioNtech (una de las vacunas en fase 3) pasó del concepto a la realidad en solo 10 meses.
Es un lapso de tiempo sin precedentes en la historia.
Pero, ¿cómo se compara con otras vacunas y por qué nunca antes se consiguió una vacuna tan rápido?
La Universidad de Oxford en Reino Unido comparó el tiempo transcurrido entre la identificación de las bacterias o virus que causan 16 enfermedades y el año en que una vacuna para combatir esa determinada enfermedad fue aprobada en Estados Unidos.
Eligieron este país porque es donde la mayoría de las inmunizaciones se autorizaron por primera vez.
Además del covid-19, el gráfico muestra enfermedades que tienen una alta mortalidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y para las que se recomienda vacunación.
Algunas dolencias tienen vacunas en pruebas pero aún no están autorizadas.
La comparativa muestra cómo el proceso de crear vacunas puede llevar décadas y cómo la pandemia actual ha sido una excepción a este paradigma.
¿Por qué unas vacunas se desarrollan y aprueban más rápido que otras?
Hay distintas razones.
En un extremo está la malaria, por ejemplo, que a pesar que hace 140 años que se descubrió su relación con el parásito Plasmodium, aún no hay una vacuna definitiva.
En 2015, la Agencia Europea de Medicamentos aprobó el uso de la vacuna RTS,S para combatir la infección en niños en África, pero su uso todavía se limita a proyectos piloto en algunos países.
«El caso de la malaria es complicado. El ciclo de vida del Plasmodium dificulta encontrar un blanco específico para la vacuna», explicó a BBC Mundo la investigadora Samantha Vanderslott, una de las autoras del estudio de Oxford.
Esto se debe a que el parásito infecta los glóbulos rojos de la sangre humana y eso lo hace menos detectable para el sistema inmunitario.
En el otro extremo del gráfico está la vacuna de ARN mensajero (ARNm) contra el covid-19, fabricada por las empresas Pfizer y BioNTech.
México y Estados Unidos aprobaron el uso de emergencia de esta vacuna y Reino Unido ya empezó a administrarla como parte de su programa de vacunación masiva.
Sin embargo, Rusia fue el primer país del mundo en registrar una vacuna con el covid-19.
De producción propia, la Sputnik V se aprobó en agosto y empezó a administrarse en diciembre en la capital, Moscú.
Los resultados de los estudios para verificar su eficacia y seguridad aún son incompletos y no se sometieron a revisión de la comunidad científica internacional.
«Algunas personas pueden preguntarse si la rapidez en aprobar la vacuna significa que se han saltado etapas. Pero es importante tener en mente que las investigaciones que se estaban haciendo desde las epidemias de SARS y MERS han contribuido a esos resultados. Además, se han obtenido más recursos, más financiamiento y más apoyo de gobiernos y compañías farmacéuticas debido a la pandemia», dice Vanderslott.
Además de la malaria, hay enfermedades como el dengue, el Zika, el Ébola, la infección por citomegalovirus (CMV) o el SIDA que todavía no cuentan con una vacuna definitiva.
«Con excepción de la infección por CMV y del SIDA, que son problemas globales, la mayoría de estas enfermedades son transmitidas por insectos, dependen también de medidas sanitarias para su erradicación y afectan a países más pobres», dice a BBC Mundo Cristina Bonorino, profesora de la Universidad Federal de Ciencias de la Salud de Porto Alegre y miembro de la Sociedad Brasileña de Inmunología (SBI).
«Sin embargo, la vacuna es un producto hecho por empresas farmacéuticas cuyo desarrollo es caro. No están invirtiendo en vacunas porque creen que no son rentables.»
Según Bonorino, si los países que más necesitan las vacunas no pueden invertir recursos, la decisión de producirlas o no termina siendo de las propias empresas. Por eso, muchas de esas enfermedades no tienen prioridad, aunque la tecnología para combatirlas ya exista.
«El VIH, por ejemplo, es un virus complejo pero sabemos cómo crear inmunidad. No tenemos una vacuna porque las empresas tienen productos que controlan el problema y que se venden muy bien, como son los antiretrovirales. ¿Por qué van a invertir en una vacuna que cuesta cientos de millones de dólares?», recalca.
Cómo las innovaciones tecnológicas juegan un papel clave
Según el estudio de la Universidad de Oxford, la disminución del tiempo para desarrollar vacunas se puede atribuir a los avances tecnológicos del último siglo.
Por ejemplo, las técnicas de cultivo de bacterias en el laboratorio permitieron la creación de vacunas contra la difteria y el tétanos a principios del siglo XX.
Igualmente, avances en el cultivo de virus en el laboratorio hicieron posibles las vacunas contra la poliomielitis, el sarampión, la rubéola y la viruela en la década de 1950 y, recientemente, descubrimientos en biología molecular y química propiciaron las vacunas contra la hepatitis B, la gripe, la neumonía y la meningitis.
Se espera que las vacunas contra el covid-19 escriban un nuevo capítulo en esta historia, según las dos expertas.
«Lo más prometedor de estas vacunas son las tecnologías utilizadas, especialmente en las de ARNm y en las de vectores virales. Podrían utilizarse como plataformas para desarrollar inmunización para otras enfermedades. Es muy alentador «, dice la investigadora de Oxford.
Cristina Bonorino, de SBI, está de acuerdo, pero cree que aún se necesitan más resultados.
«La vacuna de ARNm fue un gran logro, pero hay que ver su efectividad en la población en conjunto. Pero este método puede ser revolucionario porque es mucho más simple que los que se utilizan actualmente. Yo suelo decir que, si esta vacuna funciona, se podría hacerla incluso en el espacio», concluye.
*Con la colaboración de Analía Llorente.
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