Por: Ing. Carlos Manuel Diloné
Ayer celebramos el 106 aniversario del nacimiento de Don Manuel María Diloné, mi venerado padre. Lo vi lúcido como siempre, renovado, con nuevas energías, me dijo al momento de felicitarlo, -no son 106, a las 10:00 a.m., los cumplí, ya voy para 107-.
Por el momento he hecho una breve retrospectiva del tiempo, para conocer los eventos sucedidos desde el nacimiento de mi padre hasta el día de hoy.
Papá nació 6 meses antes de la Primera Guerra Mundial, tenía 25 años cuando empezó la Segunda Guerra Mundial.
Durante el año de su nacimiento 1914, la República Dominicana tuvo tres Presidentes, José Bordas Valdez, Ramón Báez Machado y Juan Isidro Jiménez. Desde entonces y hasta la fecha, se han sucedido más de 38, entre Presidentes y Juntas Provisionales, en la conducción de los destinos del país.
Cuando mi padre nació el Presidente norteamericano lo era Woodrow Wilson, desde entonces 18 Presidentes han dirigido los destinos de los Estados Unidos. Cuando se inicia la Revolución Bolchevique de Rusia, mi padre tiene 3 años.
La Gripe Española mató entre 1918 y 1920 a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Se desconoce la cifra exacta de la pandemia que es considerada la más devastadora de la historia. Cuando esto sucedió mi padre tenía entre 4 y 6 años.
Ha llovido bastante desde el nacimiento de Don Diloné hasta el día de hoy, y ese roble mantiene su memoria tan aceitada, precisa y acertada, que siempre nos asombra. Él marca los teléfonos de memoria, conoce los números telefónicos de todos sus hijos y sus amigos, y frecuentemente nos llama.
No acepta ayudas para caminar, no se queja del dolor, no quiere bastón ni silla de ruedas, todavía tiene proyectos de vida, el banco se niega a abrirle cuentas de ahorro y eso es un pleito con los ejecutivos bancarios.
Hacienda le retuvo el pago de su disminuida pensión, pues necesitaba comprobar que estaba vivo, acto seguido se apersonó y arengó al representante del Ministerio.
Es papá el que nos da energías para continuar, su ejemplo es la mayor muestra de que cuando se quiere se puede. Ante él inclinamos nuestros rostros en señal de reverencia y respeto, pidiendo a Dios le dé una larga vida en la tierra, con amor, salud, dicha y sobre todo con mucha humildad.
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