El éxito. ¿Sinónimo de riqueza o de satisfacción personal por objetivo logrado?

23 de enero de 2023.

Por José A. Mateo Gil.

El hombre, en la búsqueda permanente de la felicidad, consume la mayor parte de su tiempo en tratar de acumular grandes riquezas materiales para satisfacer las necesidades básicas de su familia y conquistar un espacio en la sociedad, que otros, en igualdad de condiciones, por más esfuerzos que han hecho, jamás han podido lograr. El dinero y la fama, se han convertido en dos factores determinantes para que el ser humano ponga en riesgo su salud, haciendo cualquier cosa y trabajando horas extras para acumular riquezas, que en el peor de los casos, el dinero acumulado no alcanza para combatir las enfermedades producto de la fatiga y el estrés que la ambición desmedida genera. Para algunos, el éxito está vinculado a una cuenta bancaria repleta de dinero, y a la conquista de la fama que alimenta su ego. En tanto que para otros, no es más que el estado de ánimo de cada individuo por haber logrado las metas que en un momento determinado se habían trazado.

Las dos reflexiones sobre lo que se puede considerar que una persona es exitosa, encajan en el contexto de la definición del ciudadano común. Para aquellos que entienden que acumular mucho dinero y bienes materiales le da la categoría de ser exitosos, deben tomar en cuenta que esta calificación tiene que cumplir con el requisito de que esa riqueza le proporcione un nivel de satisfacción por haber vencido todos los obstáculos para lograr tales propósitos. Si el costo de esa fortuna le ha dado cierta insatisfacción porque la obtuvo por medios ilícitos, entonces, no podemos hablar de que esa es una persona exitosa. El éxito debe ir acompañado de la satisfacción personal del individuo por haber logrado los objetivos que se ha propuesto. Éste genera un estado de felicidad plena en el individuo, y cuando se obtiene por medios inadecuados la conciencia no le permite pleno disfrute de esa condición.

En el ámbito familiar, el éxito se construye día a día. Desde la niñez, pasando por la adolescencia, hasta llegar a la mayoría de edad. Es en ese período donde se forja el carácter, la disciplina, y la integridad de los hijos, que por demás, es responsabilidad exclusiva de los padres. En esta etapa, los cabezas de familia tienen que inculcarle los valores éticos y morales que les enseñaron sus ancestros. Uno de los factores que históricamente ha destruido el seno familiar, ha sido la inconducta de los hijos, cuando éstos, por falta de orientación, atención, y seguimiento por parte de sus padres, eligen el camino de la delincuencia como única vía para canalizar sus inquietudes y conseguir dinero fácil. La confianza y la comunicación permanente con nuestros hijos, en la mayoría de los casos, evita que estos tomen un rumbo equivocado.

En ocasiones, los padres se lamentan, y hasta justifican el comportamiento de sus muchachos, atribuyéndole la desgracia de su problema familiar a la mala suerte. Nada más absurdo esgrimir este argumento, los padres que pueden ser considerados como exitosos, son aquellos que hicieron lo que tenían que hacer en el momento en que sus vástagos lo necesitaron. A partir de entonces, si no hicieron su trabajo con una buena formación familiar, no hay nada que hacer. Tal como dice el refranero popular: «que el árbol que nace torcido, jamás su rama endereza». Esa es la triste realidad de una familia disfuncional, y porque no decirlo, condenada al fracaso.

En el trajinar de la vida del hombre, el éxito y el fracaso van de la mano. Todo dependerá de viabilidad los objetivos que persigue, y el enfoque y visión de sus proponentes. Existe otra corriente del pensamiento que plantea que, la dicha, la suerte, el azar, o como se les quiera llamar, es una categoría histórica que puede determinar un cambio repentino en la vida del hombre. Este es un concepto subjetivo, un tanto filosófico, que carece de argumentos y razonamientos científicos. Sin embargo, la satisfacción que deja ganar el loto, donde la dicha es lo que justifica la riqueza de ese individuo, es un hecho que por sí solo, no determina el éxito del ganador del premio mayor. Lo único que hizo fue comprar un boleto de lotería, que por casualidad de la vida o por cosas del destino, le cambió su situación económica.

De acuerdo a estudios realizados sobre juegos de azar, el dinero fácil producto del premio mayor de la lotería, tiende a desaparecer por arte de magia. Un porcentaje muy alto de los ganadores vuelven a su estado original de pobreza. Por consiguiente, me inclino por abrazarme a los que piensan que el éxito es el resultado del trabajo, la perseverancia, la organización y la formulación de proyectos logrables. Muchas veces, perseguimos objetivos que jamás podemos alcanzar, y luego nos lamentamos porque fracasamos en el intento. Un mal enfoque, nos deja el sabor amargo de frustraciones innecesarias. Somos conscientes de que toda regla tiene su excepción. Existen personas que han logrado ser exitosos sin aparentemente haber elaborado una planificación previa, pero éstos, aunque sea en el subconsciente, siguieron los pasos correspondientes para vencer los obstáculos y poder lograr los objetivos que se había trazado.

El éxito o fracaso de una persona, empresa, gestión de gobierno o cualquier otra entidad u organización social, está en función de la elaboración de un buen plan. Éste requiere de cuidar el más mínimo de los detalles. Las variables y los objetivos propuestos deben ser detallados de manera minuciosa, a fin de que la presentación del mismo exprese con claridad lo que queremos lograr. El seguimiento y la interacción de cada una de las variables que intervienen, juegan un papel estelar para hacer las correcciones de lugar cuando surjan las contradicciones en el proceso de formulación del mismo. Cuando dejamos cabos sueltos, corremos el riesgo de echar a perder todo lo planificado.

Una vez concluida la tarea de revisión, formulación y presentación del proyecto, entonces sí estarán dadas las condiciones para poner en marcha el mismo. Estas puntualizaciones garantizan la viabilidad de que lo planificado pueda conducirnos al éxito. Desafortunadamente, esta visión no es frecuente en el ciudadano común. La gente toma decisiones de manera emotiva, sin un estudio previo que garantice la factibilidad de lo que pretende conseguir. En consecuencia, el camino hacia el éxito está reservado para aquellos que planifican, organizan, ejecutan, dan seguimiento, y toman medidas de contingencia para enfrentar a la adversidad en momentos en que persiguen lograr los objetivos que pretenden alcanzar.

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