Las falsas hazañas de Trujillo

Bernardo Vega

Se atribuyen a Trujillo falsas hazañas. Haití logró su control aduanal y obtuvo su moneda propia seis años antes que los dominicanos. Cuando se creó el Banco Central dominicano tan solo tres países más no lo tenían. La industrialización del país fue una de las más lentas de la posguerra. El dictador quitó tierras a empresarios para sembrar su caña. La delimitación fronteriza la logró Horacio Vásquez y lo que hizo el dictador en 1935 fue entregar a los haitianos tierras que ya eran dominicanas. 

Las falsas hazañas de Trujillo

Durante la dictadura de Trujillo, y todavía hoy día, se citan como grandes logros del régimen del tirano la eliminación del control norteamericano sobre las aduanas, el repago total de la deuda externa, la creación del Banco Central y el peso dominicano, la acelerada industrialización durante la posguerra, la ayuda al campesino y la definición del territorio nacional a través de un tratado fronterizo con Haití.

La realidad, que nunca se hizo pública durante la dictadura, fue que Haití logró su control aduanal seis años antes que los dominicanos, tuvo moneda propia en 1935, 12 años antes que los dominicanos, y pagó su deuda externa el mismo día que los dominicanos. La República Dominicana fue uno de los últimos tres países de América Latina en tener un Banco Central y moneda propia. Su industrialización fue una de las más lentas del continente, Trujillo quitó tierras a campesinos pobres y el tratado fronterizo realmente se firmó durante el gobierno de Horacio Vásquez y lo que hizo el dictador, al firmar un protocolo de este, fue entregar tierras a Haití que bajo el tratado firmado por Vásquez eran dominicanas, a cambio de un pacto político bajo el cual el Gobierno haitiano se comprometió a no permitir la presencia de exilados antitrujillistas en su territorio.

La eliminación del control norteamericano sobre las aduanas 

Bajo la convención de 1924, firmada por el gobierno de Horacio Vásquez, se ratificó el control de las aduanas por los representantes del Gobierno estadounidense. Desde 1905, a través de un modus vivendi y luego por la convención domínico-americana de 1907, los norteamericanos controlaban dichas aduanas, no sólo en los puertos dominicanos, también en los puestos fronterizos.

La administración estaba en manos de una Receptoría General de Aduanas, cuyo principal ejecutivo era un ciudadano norteamericano nombrado por el presidente de ese país. La finalidad era cobrar los intereses y la amortización de la deuda externa, que estaba en manos de los tenedores de los bonos, la gran mayoría norteamericanos. Con los cobros de la aduana se pagarían primero los gastos administrativos de la Receptoría, no más de un cinco por ciento de sus recaudaciones, los intereses de los bonos de la deuda externa y también su amortización. En diciembre de 1924 la deuda externa ascendía a 13.5 millones de dólares. Tan sólo después de cubrirse esas tres partidas el remanente de las recaudaciones se entregaba al Gobierno dominicano para su libre uso.

Eliminar la convención y devolver a los dominicanos el control sobre el cobro de sus aduanas era un objetivo nacional desde principios del siglo XX, pero la gran depresión económica, que comenzó en 1929 y se prolongó hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1939, dificultó mucho ese proceso, ya que más bien lo que buscaban y lograron los países de América Latina era diferir el pago de su deuda externa, dados los bajos niveles de ingresos fiscales, lo que también logró el gobierno de Trujillo en 1931 y 1934.

Haití pasaba por una situación similar, ya que sus aduanas eran igualmente controladas por representantes del Gobierno estadounidense y allí una Receptoría también separaba los fondos para el repago de capital e intereses de la deuda, al igual que en la República Dominicana. Pero en Haití, en 1935, el gobierno de Stenio Vincent logró adquirir la totalidad de las acciones de la sucursal del First National City Bank creando el Banque Nationale d’ Haití y negoció con los norteamericanos la eliminación del control aduanero, a cambio de que un representante de los tenedores de bonos de la deuda externa fuese ubicado en el Banque Nationale, el cual recibiría la totalidad de los ingresos fiscales del Gobierno. Este representante estaba autorizado a separar lo necesario para el repago del capital e intereses de la deuda y luego a autorizar la entrega del remanente a las cuentas del Gobierno haitiano.

El Banque Nationale también emitió billetes, el gourde, aunque con una paridad fija con el dólar, ya que no ejercía funciones de Banco Central. Desde ese momento el Gobierno dominicano buscó una solución similar, comenzando las negociaciones en 1938, pero que fueron concluidas recién en 1941.

Ya en ese año ningún país de América Latina tenía sus aduanas bajo el control norteamericano, ya que la comisión binacional creada en Nicaragua en 1909 había desaparecido con la redención de los bonos de 1917, por lo que la convención dominicana de 1924 era una reliquia de un periodo ya superado de la política intervencionista norteamericana. Además, la deuda externa dominicana se había reducido y el mecanismo establecido en Haití lograba un control tan eficiente como el aduanero, pues garantizaba el repago de la deuda externa. También en 1941 la guerra ya había comenzado en Europa y los submarinos alemanes rondaban por el Caribe. A Estados Unidos, país que pocos meses después de eliminada la convención entró en esa guerra, le convenía complacer a un socio ubicado en el estratégico Caribe.

El acuerdo de 1941 que eliminó la convención, el tratado Trujillo-Hull (Hull-Trujillo según los documentos del Gobierno estadounidense), pasó las funciones de separar los fondos para repagar la deuda a un norteamericano, representante de los tenedores de los bonos de la deuda externa, quien operaba dentro de la sucursal dominicana del First National City Bank, donde estaban todas las cuentas del Gobierno, el cual pronto sería adquirido en 1941 por el Estado dominicano y convertido en el Banco de Reservas. En ese banco se depositarían las recaudaciones aduaneras y allí ese funcionario separaba la parte correspondiente a la deuda. La Receptoría General de Aduanas quedó eliminada en 1941. Como se observa, en 1941 se siguió el modelo haitiano de 1935. Sin embargo, Stenio Vincent nunca recibió honores y grandes halagos por lo que hizo seis años antes, pero Trujillo sí. Por presión del City Bank y hasta que el Gobierno dominicano pagase la totalidad del valor de la compra de su sucursal, se exigió que tres de los directores del Banco de Reservas fuesen empresarios privados norteamericanos y tres dominicanos. Hasta 1941 los únicos bancos que operaban en la República Dominicana eran el Royal Bank of Canada, el Bank of Nova Scotia y el National City Bank of New York. Este último fue sustituido en ese año por el Banco de Reservas.

El repago de la deuda externa y la creación del Banco Central 

Desde 1930, Trujillo había planeado acuñar monedas de plata, para sustituir tanto las monedas norteamericanas que circulaban en el país como los viejos centavos dominicanos de ese metal. En 1934 se creó en Cuba el peso de plata, lo que estimuló a los dominicanos a hacer algo parecido, pero el asunto tampoco prosperó. Un año después concibió la idea de crear un banco central de emisión que sustituiría a la Receptoría General de Aduanas, controlada por los estadounidenses. Trujillo planteó en un discurso que el país podría obtener su independencia económica con el establecimiento de un sistema bancario adecuado, así como la creación de la moneda nacional. También en 1935, como sabemos, Haití había negociado la compra por el gobierno de la sucursal del First National City Bank en Puerto Príncipe y desde ese año circularon billetes haitianos, lo que afectó el amor propio de Trujillo y los dominicanos.

Se concibió entonces la idea de un banco central, pero perteneciente a un banco extranjero, el Citibank, cuyas acciones luego serían compradas por el Estado dominicano con los beneficios del señoreaje. Pero ese plan implicaba modificar la convención y a eso se opusieron tanto los tenedores de bonos como el Gobierno estadounidense, pues este último garantizaba el repago de la deuda. En 1936 el Gobierno dominicano insistió en establecer un banco de emisión y preparó un plan a través de sus abogados en Washington, pero el asunto tampoco prosperó.

Sin embargo, en 1937 ni los tenedores de bonos ni el Gobierno estadounidense pudieron objetar la creación de moneda metálica y esta fue emitida con igual contenido metálico, tamaño, espesor, peso y tolerancia que la moneda norteamericana. El Gobierno dominicano se ganó el señoreaje. Sustituyó las viejas monedas dominicanas del siglo XIX y parte de las norteamericanas en circulación. Cuando Trujillo anunció el asunto, agregó que era un primer paso hacia una reforma monetaria para el establecimiento de un sistema bancario nacional. Pero la creación de un banco de emisión implicaba modificar la convención, y tanto los tenedores de bonos como el Gobierno estadounidense otra vez se opusieron a ese plan.

En julio de 1944, poco antes de terminar la Segunda Guerra Mundial, había tenido lugar la reunión de Bretton Woods, cuyo objetivo fue establecer en la posguerra un nuevo sistema monetario internacional. Su aspecto esencial era que los países signatarios indicarían al Fondo Monetario Internacional (FMI), a punto de crearse, el valor de sus respectivas monedas en términos de oro y en su conducta monetaria internacional se regirían por ciertas normas y patrones comunes. La República Dominicana había participado en esa reunión, siendo uno de sus delegados el abogado Jesús María Troncoso. El país se incorporó al esquema. La creación del FMI estimularía a aquellos países miembros que aún no contaban con moneda propia a constituirla. El acuerdo del FMI entró en vigencia en diciembre de 1945. Entre enero y marzo de 1946 el Banco de Francia y el Banco de Inglaterra se convirtieron en bancos centrales estatales.

La existencia de un banco central era la regla y no la excepción en América Latina en 1944, pues habían surgido en la región al término de la Primera Guerra Mundial. Cuando en 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial, los únicos países sin sistemas monetarios propios eran Nicaragua, Cuba, Paraguay, Honduras, Haití y la República Dominicana. Panamá había adoptado el dólar. Nicaragua estableció su banco central en 1941 y en ese año Cuba solicitó y obtuvo una misión técnica de la Reserva Federal Norteamericana con miras a establecer una entidad bancaria de este tipo. Técnicos de esa institución ayudaron a crear en 1944 el Banco Central de Paraguay. Consecuentemente, al terminar la Segunda Guerra Mundial tan sólo Cuba, Honduras, Haití y la República Dominicana no contaban con bancos centrales. El de Honduras se crearía en 1945 y el de Cuba en 1949. Los de Guatemala y Bolivia se reorganizarían en 1945 y el de Costa Rica en 1950. Dos técnicos de la Reserva Federal de Nueva York, Henry Wallich y Robert Triffin, ayudaron en la creación y reorganización de los bancos centrales de Paraguay, Guatemala, Cuba, Ecuador y la República Dominicana, entre 1944 y 1952. Cuando las Antillas anglohablantes obtuvieron su independencia crearon primero cajas de conversión y luego bancos centrales: Jamaica (1961), Guayana (1962), Trinidad y Tobago (1963) y Barbados (1973).

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) tuvo un doble impacto sobre la economía dominicana. Por un lado, los precios de sus exportaciones crecieron extraordinariamente, sobre todo los del azúcar, dada la destrucción de los campos de remolacha en Europa. El producto nacional bruto subió de 88.6 millones de dólares en 1940, año previo al ataque a Pearl Harbor, a 180.4 millones de dólares en 1946, primer año completo de paz.

Las exportaciones, que apenas promediaron 16.5 millones de dólares anuales entre 1935 y 1939, año en que Inglaterra declaró la guerra a Alemania, ya en 1945, época en que se rindió Alemania, habían subido a 43.6 millones de dólares, es decir, casi se habían triplicado. En ese año, un 55% del valor de las exportaciones estuvo representado por azúcar y melazas.

Por otro lado, las importaciones, debido al bloqueo establecido por los submarinos alemanes en el Caribe y también dado el racionamiento vigente en Estados Unidos, no pudieron aumentar mucho durante la guerra, sobre todo las procedentes de Europa y Japón. Mientras en el quinquenio 1925-1929 promediaron 25.2 millones de dólares por año, entre 1940 y 1944 sumaron 13.3 millones de dólares, mientras en 1946, primer año luego de terminada la guerra, subieron a 27.7 millones.

Los términos de intercambio mejoraron de un índice de 48, en 1938, a 120 en 1945. El superávit de la cuenta comercial, es decir, el exceso de exportaciones sobre importaciones, subió de 7.6 millones de dólares en 1939 a un extraordinario 29.9 millones de dólares en 1945. La balanza en cuenta corriente pasó de un saldo positivo de apenas 1.4 millones de dólares, en 1939, a 13.9 millones de dólares en 1945.

El medio circulante, en aquella época los dólares depositados en los bancos locales y en circulación, aumentó de 7.3 millones de dólares en 1939 a 38.3 millones de dólares en 1945. Los ingresos fiscales subieron de 9.2 millones de dólares en 1939 a 24.0 millones de dólares en 1945. Por supuesto, hubo inflación, ya que el incremento de la demanda resultante de un medio circulante en crecimiento, no podía ser compensado con mayores importaciones.

En Haití, mientras tanto, bajo el gobierno de Dumarsais Estimé se había creado un Comité de Liberación Financiera, cuyo objetivo era lograr el repago, en una sola operación, de la deuda externa haitiana, la cual ascendía a 5 millones de dólares. La dominicana sumaba 9.3 millones de dólares. Al igual que en la República Dominicana, la posguerra había provocado una bonanza en Haití. Los ingresos fiscales se duplicaron entre los ejercicios fiscales 1944-1945 y 1946-1947 y también existía mucha liquidez. Enterado el gobierno de Trujillo de la intención del Gobierno haitiano de repagar su deuda externa, repagó, coincidiendo ese mismo día con el repago haitiano, la deuda externa dominicana en su totalidad. Por supuesto, la prensa dominicana no dijo nada sobre el repago haitiano. Para esos fines utilizó los grandes ingresos resultantes de la bonanza de la guerra. Estimé nunca recibió grandes honores por repagar la deuda externa de su país. Con el repago de la deuda externa dominicana cesaba el papel de los representantes de los tenedores de bonos de la deuda externa dentro del Banco de Reservas. Sin embargo, como algunos pequeños tenedores de bonos no los presentaron al cobro de inmediato, recién en 1951, a través de un intercambio de notas diplomáticas entre el canciller Dean Acheson y el embajador dominicano en Washington, Luis F. Thomen, dejaría de estar en vigencia el Tratado Trujillo-Hull.

En septiembre de 1947, dos meses después de repagada la deuda, el Congreso dominicano aprobaba la Reforma Monetaria que incluía la Ley Monetaria, la Ley Orgánica del Banco Central y la Ley General de Bancos.

El proceso de industrialización 

Al igual que en el resto de América Latina, la Segunda Guerra Mundial estimuló el proceso de industrialización a través de la creación de industrias locales que, gracias a un alto nivel de protección arancelaria, competían y sustituían importaciones.

En esto influyó, primero, la mala experiencia de haber sufrido una gran escasez de productos que antes se importaban, pero que no podían llegar debido a la destrucción de la producción de Europa y Japón, el control sobre las exportaciones de muchos productos puesto en vigencia en Estados Unidos debido a la guerra, así como las dificultades de transporte debido a la presencia de submarinos alemanes en el Caribe y en el Atlántico norte.

En segundo lugar, varios economistas sudamericanos habían convencido a sus gobiernos sobre la conveniencia de establecer industrias de sustitución de importaciones, como forma de evitar el deterioro de los términos de intercambios que, según ellos, resultaba de un comercio libre basado en la exportación de productos primarios, agrícolas, y la importación de productos industrializados.

Lo generalizado del proceso de industrialización durante la guerra se evidencia cuando se compara al sector industrial como por ciento del producto interno bruto (PIB) de una serie de 16 países latinoamericanos entre 1940 y 1945. El caso de mayor incremento fue el de Guatemala donde la proporción aumentó de 7% a 13%, es decir, una subida de un 6%, y en Honduras, donde las cifras pasaron de un 7% a un 12%, un incremento de un 5%. Igual ocurrió en Brasil que de un 15% pasó a un 20%. Sin embargo, en siete de estos países el incremento fue de solo un 4%, como en el caso dominicano, al pasar la proporción de 12% a 16%. Tan sólo Nicaragua, Costa Rica y El Salvador evidenciaron menos dinamismo que la República Dominicana en su proceso de industrialización durante la guerra.

Pero Trujillo y su familia fueron los que se convirtieron en dueños de las grandes nuevas industrias del país surgidas durante la guerra: cemento, chocolate, cerveza, zapatos, aceites comestibles, baterías, clavos, recauchado, tenerías, sal, yeso y mármol. Ese proceso de industrialización en base a las empresas de la familia Trujillo continuaría en la década de los años cincuenta, y al caer el régimen, 33 empresas industriales, minerales, comerciales, agrícolas, de bienes raíces, transporte y seguros serían intervenidas por el Estado y sus acciones expropiadas. Como habían actuado en condición de monopolio, eran extremamente ineficientes. En resumen, el grueso de la nueva producción industrial del país perteneció al dictador.

El desarrollo agrícola 

Durante sus primeros 17 años es indiscutible que el régimen favoreció al pequeño agricultor del país, proveyéndole de instrumentos de labranza, repartiéndole tierras y, sobre todo, construyendo canales de riego. La República Dominicana logró ser autosostenible en la producción de arroz, que antes era importado. Durante la Segunda Guerra Mundial pudo exportar víveres a las Antillas Menores, afectadas por la presencia de los submarinos alemanes. Las importaciones de arroz, que en 1925-1929 representaron un 8% del valor total, ya habían desaparecido en 1940-1944.

El valor total de la producción agrícola subió de 34.5 millones de dólares en 1940 a 73.8 millones de dólares en 1946. El renglón “Otros alimentos importados” que en 1925-1929 representaba el 13.5% de las importaciones totales ya había prácticamente desaparecido en 1945.

Sin embargo, a partir de 1948, Trujillo adoptó una política totalmente contraria a la de ayudar al pequeño campesino ya que, para construir dos nuevos ingenios de su propiedad, les quitó grandes cantidades de tierras. El dictador llegó a ser dueño de diez de los catorce ingenios principales del país. Así vemos cómo quien ordenó el asesinato de haitianos en 1937 se convirtió, en la década de los años cincuenta, en el principal empleador de mano de obra haitiana, que era utilizada para cortar la caña de sus ingenios. Trujillo y su familia también se convirtieron en los mayores dueños de tierras ganaderas del país, con la posible excepción de las pertenecientes a un ingenio azucarero extranjero. Su familia tuvo el monopolio de la comercialización de la carne, la leche y el algodón.

La entrega de tierras a Haití 

Durante el gobierno de Horacio Vásquez, el 21 de enero de 1929, el presidente dominicano y el presidente haitiano Louis Bornó firmaron el tratado que “daba término definitivo al conflicto fronterizo” al establecer los límites de la frontera. Una comisión delimitadora trabajaría en el terreno para colocar los bornes en los lugares citados en dicho tratado. El Congreso dominicano lo aprobó el 7 de febrero y el presidente Bornó el 11 de julio de ese año.

Sin embargo, surgieron dos problemas. Por un lado, la comisión delimitadora, compuesta por haitianos y dominicanos, encontró dificultades en la colocación de los bornes por problemas surgidos en el terreno y, además, grupos políticos haitianos se quejaban de que ese tratado había sido firmado mientras tropas militares norteamericanas todavía controlaban Haití, pues sólo se retiraron en 1934. El año siguiente Trujillo y el presidente Vincent firmaron un “protocolo” que “según el comunicado oficial” se había redactado “con el absoluto respeto a las articulaciones del tratado del 1929”.

Sin embargo, Trujillo en dicho protocolo cedió a los haitianos tierras que bajo el tratado de 1929 eran dominicanas. En un libro suyo, Vincent recordaría que Haití recuperó 666,076 tareas en la zona de la Miel, al noroeste de Bánica. El protocolo así lo especificó. Eso lo hizo Trujillo a cambio de un pacto político que imposibilitaría a los exilados antitrujillistas residir en el vecino país.

Bernardo Vega es autor de 46 libros, de los cuales 24 tratan el tema de la dictadura trujillista. Estuvo vinculado al Banco Central de la República Dominicana por espacio de 14 años, como asesor económico del gobernador; miembro titular de la Junta Monetaria y por último como gobernador. Entre enero de 1997 y junio de 1999 fue embajador dominicano ante la Casa Blanca. Durante los años 2001 y 2002 fue director del periódico El Caribe.

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