José Carlos CuetoBBC News Mundo
La pasada Navidad fue un día de tristeza para los fieles del templo afrobrasileño Cabocla Jurema Umbanda, ubicadoen las afueras de Brasilia, capital de Brasil.
Ese día, este terreiro, como se conocen los templos de las religiones de raíz africana, fue calcinado y sus objetos sagrados saqueados.
No fue un ataque aislado.
En 2019 cerraron casi 180 iglesias de umbanda y candomblé, las dos creencias de este tipo que más seguidores tienen en Brasil, debido a las amenazas a sus líderes.
Así lo confirma la Comisión para Combatir la Intolerancia Religiosa (CCIR), un organismo fundado en 2007.
La intolerancia hacia las religiones minoritarias en Brasil no es un fenómeno nuevo, pero en los últimos años se ha vuelto más recurrente y violenta, señalan los expertos consultados por BBC Mundo.
Y estos coinciden en que detrás de los ataques hay pandilleros vinculados a una de las organizaciones criminales de narcotráfico más poderosas del país, quienes se hacen llamar «traficantes de Jesús» y dicen hacerlo «en nombre de Dios», para «purificar» al país.
Sin embargo, de acuerdo a los expertos, sacerdotes, académicos y pastores consultados, usan una «interpretación radical» de preceptos evangélicos para ganar poder e influencia en algunos territorios.
Y las religiones afrobrasileñas, que tienen presencia en el país desde tiempos de la esclavitud, son su principal blanco.
Ante ello, la Fiscalía Federal de los Derechos de los Ciudadanos pidió al presidente del país, Jair Bolsonaro, que tome cartas en el asunto, condene públicamente los ataques y defina un plan para detener las agresiones.
Escalada
Entre abril de 2012 y agosto de 2015, el Centro para la Promoción de la Libertad Religiosa y Derechos Humanos recibió 1.014 llamadas de víctimas de discriminación religiosa, de las cuales más de 700 fueron de religiones afrobrasileñas.
Mientras, la CCIR registró, entre 2008 y 2014, 15 denuncias por parte de feligreses de estas mismas religiones, de las cuales siete fueron procesadas por la policía.
Pero solo en 2019 las denuncias registradas por este organismo fueron 201, un 100% más de las recibidas el año anterior, cuando se reportaron en torno a 90 casos.
Pero tanto esa comisión como la Fiscalía Federal de los Derechos de los Ciudadanos intuyen que el número de incidentes es aún mayor.
«Muchos casos no se denuncian por miedo y por las amenazas de muerte a sacerdotes y feligreses«, le explica a BBC Mundo Julio Araujo, fiscal federal radicado en Río de Janeiro.
Es el Estado que más agresiones concentra y donde los expertos creen que surgieron los que se hacen llamar «traficantes de Jesús».
«Traficantes de Jesús»
Fábio Nobre, codirector del Centro de Estudios de Política, Relaciones Internacionales y Religión en Brasil, le aclara a BBC Mundo que no existe una organización de «traficantes de Jesús», sino que la mayoría de estos pertenecen al Tercer Comando Puro (TCP).
TCP es una de las bandas de crimen organizado y narcotráfico más poderosas de Brasil, con gran influencia dentro de las prisiones.
Muchos de los pandilleros evangélicos son exprisioneros, quienes se convirtieron en la cárcel para mejorar sus condiciones.
«Los pastores evangélicos tienen una gran presencia en el sistema penitenciario. Ofrecen a los reos la ‘salvación’ y servicios de bienestar que el Estado no provee», le explica a BBC Mundo Robert Muggah, el fundador del Instituto Igarapé, un centro de investigación sobre seguridad ciudadana con sede en Río.
«Muchos se convierten estando en prisión y, una vez salen, asumen un discurso radical e inquisidor hacia las religiones no cristianas», añade Nobre.
Un método de poder y control
«Históricamente, la población negra de Brasil fue desplazada del centro de las grandes ciudades y se fue a vivir a las favelas. Y lo que han hecho estos ‘traficantes de Jesús’ es desplazar a sacerdotes afrobrasileños de estos territorios para establecerse de forma mayoritaria allí y controlar mejor la zona. Es lo que más les importa», explica Muggah.
Nobre añade que cuando los grupos criminales logran expulsar a los sacerdotes, fundan centros evangélicos, de los que obtienen ganancias económicas a través de donaciones y fortalecen así sus redes de narcotráfico.
«El ataque más frecuente es la quema de templos. También amenazan a los líderes de estas religiones para que abandonen su fe. Se trata de una forma sofisticada de agresión, porque no incluye violencia física, pero a su vez es muy determinante», relata Araujo, el fiscal federal.
Patrício Carneiro, sacerdote afrobrasileño de Sao Paulo al que se conoce como Odé Onisojí, le asegura a BBC Mundo que el acceso a los terreiros es cada vez más difícil porque las pandillas evangélicas lo impiden.
«Nuestra religión atraviesa un momento crítico de supervivencia«, asegura.
Pero más allá de los ataques, Carneiro denuncia el «prejuicio y la ignorancia» contra su religión.
«Desde algunos sectores evangélicos, estén detrás de los ataques o no, se piensa que adoramos al diablo y a espíritus del mal».
Los pastores evangélicos Marco David de Oliveira y Lusmarina Campos coinciden con Carneiro y condenan tanto los ataques y como la estigmatización.
Campos lamenta que algunas facciones de su religión hayan asumido un «discurso de guerra» y tengan prejuicios hacia su creencia.
«Los pandilleros evangélicos vincularon el discurso de guerra religiosa con la propia guerra del poder en el narcotráfico».
Marco David, por su parte, dice que los grupos criminales «utilizan la religión» como excusa y aclara que son «pastores sin formación alguna» los que se involucran en el narcotráfico.
Persecución centenaria
«Con la llegada de la esclavitud en el siglo XVI, los africanos y sus descendientes desarrollaron un sincretismo religioso nutrido por sus raíces. Ese fue el origen de las religiones afrobrasileñas», comenta Nobre.
Las predominantes son la candomblé y la umbanda y junto a otras variantes, y son un elemento importante de la identidad afrobrasileña.
«Tales tradiciones han sido denigradas en diferentes momentos y por varios actores, desde la Iglesia católica en la era posterior a la independencia hasta los pentecostales de hoy, que tachan al candomblé y a la umbanda de ‘adorar al diablo'», según apunta la escuela de Teología de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
Uno de los libros más famosos dentro del dogma evangélico en Brasil se titula Orixás, Caboclos e Guias: Deuses ou Demônios («Orichas, caboclos y guías: dioses o demonios»).
Fue escrito por Edir Macedo, un magnate de los medios a quien muchos consideran uno de los hombres más influyentes del país, y fundador en 1977 de la Iglesia Universal del Reino de Dios.
«La palabra de Macedo es ley y su iglesia una de las más influyentes no solo en Brasil, sino también en el mundo«, dice a ese respecto Nobre.
«Y su libro habla de la purificación necesaria contra ‘los espíritus del mal’ a los que adoran las religiones afrobrasileñas», explica Nobre.
Silencio desde el gobierno
En septiembre de 2019, la Fiscalía Federal de los Derechos de los Ciudadanos pidió al gobierno, presidido por Jair Bolsonaro, que definiera una estrategia clara para proteger y garantizar los derechos básicos y las libertades de estas comunidades.
«Desde Río de Janeiro decidimos tomar parte activa en la petición por la forma en que se ha agravado esta situación, con el narcotráfico y el crimen organizado vinculado a las intimidaciones. Necesitamos medidas más efectivas», afirma Araujo.
«Aunque el problema se ha hecho más mediático, sigue habiendo una omisión importante del mismo en las grandes esferas. El Estado no está ofreciendo a los desplazados por este problema ningún tipo de reparación«, continúa el fiscal.
Tanto Araujo como Nobre destacan que el conservadurismo, representado en la fuerte presencia evangélica en el gobierno actual, influye en las actitudes de intolerancia hacia afrobrasileños.
«Más de un tercio de congresistas federales son evangélicos. El mismo alcalde de Río (Marcelo Crivella) es un pastor y cantante de góspel», dice Muggah.
Diversos expertos coinciden además en que la victoria de Bolsonaro fue impulsada en gran parte por los grupos conservadores, entre ellos un amplio sector evangélico entre los que destacó el apoyo abierto de Edir Macedo.
BBC Mundo se puso en contacto con la Presidencia de Brasil para comentar el asunto, pero hasta el momento no ha tenido respuesta.
Según Muggah, la penetración del evangelismo en la política brasileña contrasta con la «apenas representación política de las religiones afrobrasileñas, de las cuales muchos de sus seguidores son residentes pobres de favelas».
«Los afrobrasileños nos sentimos huérfanos. Tenemos miedo sobre el futuro de nuestra religión. La persecución no se trata solo de sectores radicales. El evangelismo está muy institucionalizado«, lamenta Carneiro.
Desde diversas religiones en Brasil ha habido muestras de apoyo a estas comunidades. En los últimos cinco años, se celebraron marchas masivas en las calles de evangélicos, católicos, judíos, laicos y demás para solidarizarse con los devotos minoritarios.
Las demandas de la Fiscalía al gobierno y la creación el año pasado en Río de la Estación de Policía contra el Crimen Racial y de Intolerancia (Decradi por sus siglas en portugués) son algunos de los esfuerzos para detener el auge de la violencia religiosa.
«Pero los resultados obtenidos y otros esfuerzos del gobierno son limitados«, concluye Muggah.
Grupo minoritario
Brasil, de 190 millones de habitantes, se ha considerado tradicionalmente un país con una mayoría absoluta católica. De hecho, según el anuario pontificio del Vaticano en 2018, es el país con el mayor número de practicantes.
Las tendencias, sin embargo, dibujan otro panorama. Entre 2010 y 2020, el porcentaje de católicos en Brasil disminuyó del 74% al 65% del total de la población.
Mientras, el número de protestantes, que incluye evangelistas, neopentecostales y otras religiones cristianas se duplicó en el mismo período. En 2010 ya eran 42 millones y representaban un 22% de brasileños, según un estudio demográfico del Centro de Investigaciones Pew.
Varias organizaciones, incluida el Instituto Igarapé, apuntan a que cuando estén disponibles los datos de la segunda década del siglo, el crecimiento de los evangelistas será aún más significativo.
Por su parte, las religiones afrobrasileñas, junto a otras como el budismo y al islam, representan solo un 10% del total poblacional.
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