Tras la luz al final del túnel…

Por el Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez.

“El historiador alemán R. Schaeffler, señala que: “La historia es la sucesión de los cambios (o transformaciones) en las condiciones humanas de vida, en la medida en que esa sucesión es reconstruíble mediante la interpretación de los testimonios. Así pues, la historia tiene ese doble (y apenas disociable), sentido de cambios acaecidos en el mundo humano y de representación (o reconstrucción) indirecta de ellos.”

El historiador francés Pierre Vilar, indica: “La historia no se define simplemente por una técnica de investigación sino por un método de pensamiento.”

El principal propósito de la historia es poner ante nuestros ojos y conciencia, acontecimientos del pasado cuya importancia nos manda a reconocerlos como origen y referente del presente.

Mi maestro de historia, Frank Moya Pons, en su libro Otras miradas a la historia dominicana, refiere que detrás de cada interpretación histórica radica una teoría de la sociedad y de la dinámica social, que es, en realidad lo que estudian los historiadores, acotando que la realidad social es objeto de estudio de la historia y su sujeto son los grupos humanos ya que toda historia es historia social, y de ahí la importancia de tener una teoría del conflicto social pues este es un componente clave que nos permite medir, en todas las instancias y niveles de la vida social, los factores que obran activamente en la ocurrencia de los acontecimientos económicos y políticos.

El ciclismo de la historia no es reconocido en otras escuelas aparte de la del materialismo histórico. La historia no se repite para mi criterio ni el de otros historiadores.

Todo lo dicho viene a cabo porque en el periódico Listín Diario del miércoles 12 de octubre de 1927, siendo a la sazón presidente de la República Dominicana el general Horacio Vásquez Lajara, bajo el título “De Duberge (sic)”, B.M.F., refirió que: “Duvergé, nombre que inmortaliza aquel bizarro soldado Antonio Duvergé, ilustre varón que por sus reconocidas hazañas en la guerra separatista lo colocó en marcada línea junto con aquellos héroes que le dieron nombre a la República Dominicana; este nombre lleva nuestro desventurado pueblo que a pesar de su posición geográfica que ocupa y por hallarse enclavado a cortos pasos del vecino Estado de Haití, pudiera merecer la atención de nuestro gobierno y muy particularmente de nuestros representantes congresionales que siempre lo han mirado con la mayor indiferencia, como si no formara parte del territorio de la República Dominicana; él, jamás ha merecido la atención por parte de los que están llamados a ver sus necesidades hacia su vida progresiva, para bien de la colectividad que lo representa. Este pueblo que ha sabido siempre responder a los justos reclamos de la patria cuando para ello ha sido requerido, en cambio nunca se le ha devuelto el premio ganado en buena lid. Nuestros representantes que conocen muy bien de las necesidades de que ha sufrido siempre, no han venido a conjurarlas por falta de iniciativa ante las Cámaras Legislativas, pues con un pequeño esfuerzo con su (sic) compañeros de labores, podrían conseguir encaminarlo por la senda del progreso.

Tenemos tierras feraces donde la agricultura podría dar excelentes resultados; pero nos tropezamos con el inconveniente de haberse agotado las aguas del río Las Damas insuficientes la que actualmente corre (sic) para hacer el reguío de las plantaciones en los terrenos de la parte alta. En nuestra crónica anterior hablemos (sic) sobre este tópico, de trascendental interés para los agricultores de esta Común. Vemos constantemente como para otros pueblos que tal vez no sufran las mismas necesidades que el nuestro y a petición de sus representantes, votar sumas para tal o cual necesidad, pero, oh, Duvergé! siempre vivirás sumido y envuelto en el manto del olvido, de aquellos que supiste llevar con tu ayuda a escalar la curul que hoy ocupan!”

Lo expuesto por B.M.F. en el texto señalado, nos deja con la inquietud de que debemos ir tras la luz al final del túnel…

(Combo de imágenes: texto de B.M.F. publicado en el Listín Diario el 12 de octubre de 1927 bajo el título “De Duberge -sic-”).

Nota: Agradecimiento al amigo licenciado Virgilio Gautreaux Piñeyro, por facilitarnos la información contenida en el referido periódico.

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