Por: Ing. Carlos Manuel Diloné
El Presidente Rafael Leónidas Trujillo Molina impuso la máxima Orden del Mérito Juan Pablo Duarte, en el Grado de Caballero, a los señores Manuel R. Ginsburg, L. E. Klock y Edwin Ingersoll Kilbourne, el día 27 de mayo de 1937, en el Palacio Nacional.
En esa ocasión el Presidente Trujillo, expresó lo siguiente:
Señores:
La condecoración de la Orden del Mérito Juan Pablo Duarte que os impongo en este momento, es la mayor distinción con que la República, sin distingo de nacionalidades, atendiendo solamente a relevantes condiciones de mérito personal, premia a los que de modo eficaz le han prestado su concurso o demostrado sus simpatías en los magnos esfuerzos que realiza, tanto en el desarrollo de su progreso interno cuanto que son el objetivo primordial de su Gobierno.
La hora que hoy vive la República es una hora de lucha, de incesante esfuerzo, de constante superación, y quienes nos ofrezcan de modo notorio y emulador el aporte de su colaboración real, efectiva y entusiasta, contribuyendo al desenvolvimiento de. nuestro comercio, al auge de nuestra industria o la explotación de las grandes riquezas que encierra nuestro suelo, se hacen por ese motivo acreedores a la estimación de mi Gobierno que es, tengo orgullo en decirlo, el más celoso guardián de la felicidad de la Nación y el más solícito y activo propulsor de su prosperidad.
Sois tres grandes abanderados del esfuerzo, de ese esfuerzo que se consagra, con inteligencia y habilidad, al fomento de la riqueza privada, que es la base de la riqueza pública, y poseéis una condición que os hace merecedores de mi mayor distinción y aprecio, porque es la que considero más útil al desarrollo integral del progreso de mi Patria: vuestra condición de hombres de trabajo.
Os exhorto, señores, a continuar ofreciendo al país el aporte de vuestro leal concurso y de vuestro esfuerzo inteligente, y confío en que siempre sabréis lucir sobre vuestros pechos, con legítimo orgullo, este preciado galardón que el nombre de Juan Pablo Duarte, Fundador de la República, aureola con el inextinguible resplandor de su inmortalidad.
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