Dos duvergenses se enteraron en la capital en la víspera, de la posible llegada del disturbio que fue el huracán San Zenón

En el 90 aniversario (3/9/1930 al 3/9/2020) del paso por el país, del poderoso fenómeno natural.

Por el Dr. Rafael Leonidas Pérez y Pérez.

Para hacer diligencias llegaron desde el subfronterizo Duvergé, provincia de Barahona a la sazón; a Santo Domingo, capital de la República Dominicana, los amigos duvergenses Manuel del Jesús Pérez Mella (Gambao o Manuel Pérez G.) y Antonio Bello, a la izquierda y derecha del observador,  respectivamente en el collage adjunto a esta entrega.

Temprano el día 2 de septiembre de 1930, después de desayunar en su hospedaje de la entonces calle Capotillo (hoy avenida Mella),  salió Gambao a la vía a comprar el periódico Listín Diario y leyó en primera plana: «Existen las posibilidades de un Disturbio Atmosférico en el curso de las siguientes 24 horas».  Rápidamente puso al tanto de la noticia a su compueblano Antonio, y este, incrédulo le dijo: «¡A Gambao que va a creer en va a llover, mira como está el sol que nos cae arriba!.., ¿cómo que va a venir un ciclón?»

Armó Gambao (abuelo del suscrito) enseguida el viaje de regreso en vehículo de motor a su Duvergé, lo que imitó Antonio. Llegó el disturbio San Zenón el día 3, es decir, al día siguiente,  y miren lo que causó en la capital, entre otros daños, según publicó ayer, día 2,  Diario Libre:

Transcurridos 90 años desde que el huracán San Zenón asoló Santo Domingo el 3 de septiembre de 1930, ningún otro fenómeno ha causado tanta devastación en la ciudad como ese ciclón, que se llevó unas 2.000 vidas humanas y sirvió de coartada a Rafael Leónidas Trujillo para afianzarse en el poder.

Tanto reconocimiento le procuró su actuación frente a la debacle meteorológica que el propio Parlamento dominicano aprobó un cambio de nombre para la capital dominicana, que en 1936 pasó a tener el apellido del dictador (1930-1961) y ser denominada Ciudad Trujillo durante más de dos décadas.

LA DESTRUCCIÓN DE SAN ZENÓN

San Zenón fue un huracán “muy destructivo, era de una categoría muy alta, posiblemente la máxima” y su ojo pasó justo por encima de la capital dominicana, que por aquel entonces era una pequeña urbe de unos 70.000 habitantes, explicó a Efe el director del Archivo General de la Nación, Roberto Cassá.

“Gran parte de las edificaciones eran precarias, de madera, y se encontraban fuera del centro colonial de la ciudad amurallada”, cuyos edificios de piedra resistieron mejor los vientos.

Sin embargo, la población salió a la calle tras la primera embestida del fenómeno, creyendo que el ciclón ya había pasado de largo cuando, en realidad, era su centro, en calma, lo que estaba sobre la ciudad.

Así que “lo peor vino un rato después”, relató Cassá, ‘mucha gente murió víctima de golpes de objetos’ arrastrados por los fuertes vientos de San Zenón y otros fallecieron como consecuencia de las inundaciones, según testimonios de supervivientes recabados por este historiador.

Las víctimas fueron quemadas y enterradas en una fosa común en la entonces conocida como plaza Colombina, hoy plaza Eugenio María de Hostos, por disposición de Trujillo, llegado al mando dos semanas antes de la tragedia.

EL HURACÁN QUE IMPULSÓ AL DICTADOR

“Desde luego, el huracán le sirvió para crear el mito de que había reconstruido la ciudad, cosa falsa, porque la Ciudad Colonial no fue destruida”, ya que los edificios intramuros eran de piedra y aguantaron bien la acometida del ciclón.

Eso le permitió justificar modificar la denominación de la ciudad años después (1936) de Santo Domingo a Ciudad Trujillo, nombre que mantuvo hasta poco después del asesinato del dictador en 1961.

“San Zenón le pintó el pretexto para esta decisión terrible” de cambiar el nombre centenario de la capital del país.

Trujillo “desplegó una imagen de eficiencia’ frente a la destrucción que causó el fenómeno, fue pretexto para ‘el uso de la autoridad fuerte y la necesidad de mano dura’ para resolver los problemas, y ‘ganó reconocimiento entre sectores de la población”, señaló Cassá.

“Él manejó esa crisis de una manera política y yo diría que lo hizo con cierto éxito”, aunque, paradójicamente, el dictador causó muchas más muertes en los 31 años que estuvo en el poder.

“Se habla de más de 15.000 víctimas” y no solo políticas, también por los trabajos forzados, una práctica frecuente durante el régimen, apuntó el historiador.

(Julio César Pérez Peña -Julito Gambao-, tío del suscrito, dio el testimonio hoy día 3-9-20 a quien esto escribe, respecto a lo de su padre y Antonio Bello).

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