QUIEN FUE JOSÉ ELEUTERIO HATTON (III de III)

Por: Ing. Carlos Manuel Diloné

JOSÉ ELEUTERIO HATTON: EN EL ASPECTO EMPRESARIAL

III de III

En el mundo empresarial, Don Eleuterio Hatton, junto con Carlos y Juan Clark[1], establece la razón social J. E. Hatton & Compañía, una Sociedad Agrícola dueña de la hacienda de caña dulce denominada  ingenio “La Fe”, ubicada en la Común de San Carlos, esta factoría azucarera “en los días de su instalación ocupaba el primer puesto, supeditando a todas las que le habían precedido alrededor de la capital[2], “trabajaba con 2,750 tareas y 7 colonos, quienes poseían en conjunto 2,250 tareas[3], para un total de 5,000 tareas cultivadas de caña de azúcar.

Papel Moneda impresas por Hatton, para comprar en su tienda. Foto cortesía de Fabio Hatton.

En 1881, Ricardo Hatton (el padre de Joseph, quien al igual que el hijo había sido dueño de ingenios en Cuba) fundó el ingenio “San Isidro” en Pajarito[4].“En el punto llamado Boca de Mojarra, está el ingenio cuya administración corrió desde el principio a cargo del finado Ricardo Hatton, que tuvo por sucesor al señor José Eleuterio Hatton. Por un gran cachón[5]  que comunica con el río Ozama cerca del río Yabacao, da salida a los azúcares que produce”[6]. Este ingenio azucarero trabajaba “con 4,290 tareas cultivadas y 12 colonos[7]. “Ya en 1882 podía observarse cierta concentración de la propiedad de plantaciones: los señores Hachtmann, Peralta y Hatton poseían cada uno (parte de) dos plantaciones[8].

José Eleuterio Hatton fue el responsable de instalar el Faro de San Pedro de Macoris, en la Memoria de 1893, que el Ministerio de Fomento y Obras Públicas presentó al Presidente de la República Dominicana, informaba lo siguiente: “En vista de la resolución del Gobierno de esta fecha, que ordena ampliar el convenio celebrado con el Señor J. E. Hatton, en 10 de Septiembre del año ppdo., para la colocación del faro en San Pedro de Macorís, que se encontraba situado en el malecón del puerto Ozama, y cuya ampliación parte de la imposibilidad en que se encuentra dicho Señor para cumplir lo pactado por el mal estado en que se encontró el referido faro al desmontarlo. Entre el ciudadano Ministro de Fomento y Obras Públicas, en representación del Gobierno y el Señor José Eleuterio Hatton, en la suya propia, han convenido y pactado lo siguiente: 1o. El Señor Hatton, se compromete a desmontar, trasladar y colocar, a su costa y bajo su dirección en el puerto de San Pedro de Macorís, el faro arriba expresado, reponiendo las piezas que el uso haya deteriorado. 2o. En vez de tener una base de veinte pies, como se había convenido, tendrá una de treinta por treinta de altura. 3o. En vez de una lámpara de 4 clases, como se había pactado en el primer convenio, estará obligado el Señor José E. Hatton, a colocar una de primera clase, cuya intensidad permita a los buques dirigir su navegación desde una zona fuera de peligro o sea que alcancen sus reflejos a diez y seis millas. 4o. El Señor Hatton entregará el faro listo al servicio, en el preciso término de tres meses, a partir de la fecha, salvo fuerza mayor justificada. 5o. El Gobierno se compromete a abonar al Señor Hatton, por este trabajo, la suma de seis mil quinientos pesos moneda corriente y sus intereses de seis por ciento anual. 6o. Estos seis mil quinientos pesos se cubrirán con el derecho de faro de San Pedro de Macorís, que por Resolución del Gobierno de esta misma fecha, ha sido elevado a veinte centavos por tonelada. Hecho, en doble original y firmado de buena fe entre las partes, en Santo Domingo, a diez y seis de Marzo de mil ochocientos noventa y dos[9].

Don Eleuterio Hatton realizó muchísimas compras de terrenos, mediante Actos de Ventas, entre esos Actos solo citaremos los siguientes:

Acto de venta de 135 pesos de terrenos en el sitio de Haití Mejía, otorgado por Francisca de Sosa, Marcelino y Josefa de Olmos, en favor a José Eleuterio Hatton.[10]

Acto de venta de doscientos pesos de terrenos en los sitios de Haití Mejía, otorgado por Eduviges Contreras en favor a José Eleuterio Hatton.[11]

Acto de venta de 100 pesos de terrenos en el sitio de Haití Mejía, otorgado por María Alburquerque en favor a José Eleuterio Hatton.[12]

Acto de venta de 130 pesos de terrenos en el sitio de Haití Mejía, otorgado por Inocencio Dolores, Juana de la Cruz y Fidelia Acosta, en favor a José Eleuterio Hatton.[13]

Acto de venta de 228 pesos de terrenos en el sitio de Haití Mejía, otorgado por Guadalupe Acosta en favor a José Eleuterio Hatton.[14]

Acto de venta de 142 pesos de terrenos en el sitio de Haití Mejía, otorgado por José y Teodosio Contreras en favor a José Eleuterio Hatton.[15]

Acto de venta de 67 pesos y 65 centavos de terrenos en el sitio de Haití Mejía, otorgado por Etanislao Hilario, Timoteo de Sosa y Pedro Contreras, en favor a José Eleuterio Hatton.[16]

Acto de venta de 61 pesos de terrenos en el sitio de Rincón Naranjo, otorgado por Carlos Polanco, Modesto Cornieles y María J. Alburquerque, en favor a José Eleuterio Hatton.[17]

Acto de venta de 142 pesos de terrenos en el sitio de Haití Mejía, otorgado por Quintino Contreras en favor a José Eleuterio Hatton.[18]

Acto de venta de 16 pesos de terrenos en el sitio de Polonia, otorgado por Altagracia Pacheco en favor a Eleuterio Hatton.[19]

Acto de venta de 200 pesos de terrenos en los sitios de Haití Mejía, otorgada por Faustino, Juan Celedonia y Fermina, en favor a Eleuterio Hatton, súbdito inglés, domiciliado en Villa Duarte.[20]

Acto de venta de 300 pesos de terrenos en los sitios comuneros de Haití Mejía, otorgada por Primitivo Contreras, vecino de Sabana de la Mar, en favor a Eleuterio Hatton, súbdito inglés, natural de Cuba y residente en Villa Duarte.[21]

Eleuterio Hatton, además de sus factorías azucareras, también dirigió gran parte de la explotación industrial de las esplendidas riquezas pesqueras y fruteras de Sabana de la Mar, en la costa nordeste; en las memorias que al Ministro de lo Interior y Policía presentaron los Gobernadores de las Provincias y Distritos de la República en 1894, el Gobernador Civil y Militar del Distrito de Samaná, general de brigada Moisés Alejandro Anderson, refiriéndose al ramo de la agricultura, informó lo siguiente: “Este ramo cada día se hace más importante en el Distrito, pues no hay que dudar que las fincas de cacao y coco tendrán un aumento mucho mayor, comparadas con el año pasado: ahora vemos levantarse en la común de Sabana de la Mar y la sección de la Pascuala la siembra de guineos, fruto que dará también al país alguna renta, pues a juzgar por la cantidad de terreno que se elabora y el considerable número de trabajadores que se ocupa en ella, se demuestra claramente que el ramo agrícola en este Distrito toma impulso, y que al transcurso de un par de años más, Samaná será uno de los Distritos que estará a la vanguardia de los demás pueblos de la República por su desarrollo agrícola, y por la producción de sus frutos.

Debido a la buena voluntad y valiosos esfuerzos del general Evaristo Demorisi, actual Delegado Especial del Gobierno en este Distrito, y a los Caballeros Eleuterio Hatton y Juan María Villain es que hoy vemos fomentarse las fincas de guineos antes dicha, pues estos señores, amigos del progreso y del adelanto del país donde viven, han formado un contrato con una compañía anónima en New York para realizar esta siembra y exportar el fruto.

Así es que, para ofrecerles mayores garantías a todos, y contribuir por mi parte en cuanto me sea dable al orden, he nombrado individuos competentes para la vigilancia, y les he ofrecido mi apoyo y contingente necesarios a fin de que no tengan interrupción en la empresa[22].

En 1882 el empresario José Eleuterio Hatton instaló una línea telefónica entre su ingenio La Fe, sito en el sector que hoy lleva ese nombre, y sus oficinas en la calle El Platero de la ciudad colonial[23]. Siendo esta, quizás, la primera línea telefónica del país, este supuesto parte del inicio de la telefonía en nuestro país, hecho que ocurre en el año de 1884[24].

Eleuterio Hatton obtuvo diversas concesiones, entre ellas, la de “establecer un ferrocarril desde Villa Duarte a la bahía de San Lorenzo en Samaná[25]. Del mismo modo, la concesión para instalar un ferrocarril en Barahona,[26] también consiguió una concesión “para explotar la mina de carbón de piedra en el lugar denominado Janigua, común de Sabana de la Mar, jurisdicción de Samaná[27], entre muchas otras[28].

La idea de instalar un Central Azucarero, en la ciudad de Barahona, germinó en la cabeza del Ing. José Eleuterio Hatton, quien con una pasión creadora realizó intensos estudios y una larga investigación en toda la región de la hoya de Enriquillo (valle de Neiba) y del río Yaque del Sur; para lograr su objetivo compró tierras y desarrolló una plantación de caña de azúcar en Palo Alto, poseyendo “más de 100 hectáreas de terrenos en los lugares denominados “Alpargatar”, “Hato Viejo”, “Ojeda”, “Hatico”, “Barbacoa” y “Mena”, común de Barahona, provincia del mismo nombre[29], teniendo invertido un capital de veinte mil pesos oro Americano.

Por ello, el 30 de Julio de 1913, obtuvo la autorización para gozar de las franquicias acordadas por la ley del 26 de Junio de 1911, a favor de toda persona, natural o jurídica, que sea propietaria de una empresa agrícola en el territorio de la República[30]. Además, en el año 1913, obtuvo la Concesión para construir un ferrocarril entre Barahona y la línea fronteriza con Haití.[31]

La siguiente misiva, escrita por el periodista, escritor y educador dominicano, José Ramón López, quien llegó a ocupar diferentes cargos, como el de Subsecretario de Estado de Fomento y Obras Públicas, Director General de Estadística y Secretario del Senado de la República, es reveladora del nivel de credibilidad del que gozaba Hatton en la sociedad dominicana.

Sto. Domingo, julio 13 de 1913

Señor don Eleuterio Hatton,

Ciudad.

Estimado amigo:

Respondo a su pregunta de cuál sistema creo preferible en la contratación para construir ferrocarriles en la República: si el de garantía de 5 por ciento anual sobre el precio convenido o el de contribución del Estado de seis mil pesos por kilómetro.

Desde luego me declaro contra la garantía del 5 por ciento, aunque ella tenga una duración limitada de veinte años.

La razón es esta:

Cuando se habla de garantía de 5 por ciento de ganancia anual el público, y aún los legisladores, piensan que ello no excederá, en caso alguno, de pagar cinco pesos al año por cada cien pesos de costo, y aunque ello monta al ciento por ciento, más los intereses de los intereses, en veinte años, la gente no se alarma gran cosa porque quienes no piensan hondo en cuestiones económicas no se aterran ante la perspectiva de regalar un ferrocarril, por una sola vez, a una empresa cualquiera.

Pero ese tamaño, con ser tan grande, no es, ni con mucho, el de la garantía de 5 por ciento.

Es garantía de ganancia y, por lo tanto, si no produce bastante la vía, el gobierno tendría que cubrir, antes de llegar a la garantía, el costo de entretenimiento y el de funcionamiento.

Un ferrocarril construido por regiones donde previamente no había considerable tráfico y la producción era casi insignificante, tardará muchos años en desarrollar riqueza bastante para que el flete y el pasaje cubran el gasto de operación.

En el país no hay aún una línea ferroviaria que pueda servir de ejemplo, porque la de Puerto Plata a Santiago fue construida para un tráfico que previamente se hacía a lomo de bestias, y la de Sánchez a La Vega para reemplazar las canoas que, por el Yuna, traían la producción de La Vega a la bahía de Samaná. Existían con prioridad la producción y el tráfico y, sin embargo, tardaron años en cubrir sus gastos.

Ferrocarriles en condiciones más desventajosas, de producción y tráfico, costarían al país más o menos, esto:

Precio aceptado del kilómetro…                                                                   $18,000

Costo de operación del kilómetro, tomando por modelo el Ferrocarril Central Dominicano, que es de vía estrecha…                                                      $2,029.

Garantía de ganancia de 5 por ciento anual…                                              $900

$2,929

En el caso más adverso la garantía de ganancia de 5 por ciento anual costaría al Estado $2,929 por año.

Pero siendo optimistas y admitiendo que el ferrocarril, en regiones donde previamente no existía más producción que la necesaria al consumo, y el tráfico no era conocido, desarrolle la producción al extremo de rendir por término medio anual en los primeros veinte años $1,014.50 tendremos que, siendo el ferrocarril propiedad exclusiva de una empresa particular, le habrá costado a la nación, por cada kilómetro:

Por 20 años a $1,014.50 cada uno

para completar los de gastos de operación                                                   $20,290

Por 20 años de garantía de ganancia

de 5 por ciento anual sobre $10,000                                                             $18,000

en total $38,290

Tenemos, pues, que en veinte años el kilómetro de ferrovía garantizado costaría a nosotros, los contribuyentes, la respetabilísima suma de treinta y ocho mil doscientos noventa pesos.

Con trescientos kilómetros construidos en esas condiciones a los veinte años la República entera sería de los empresarios y todavía quedaríamos debiendo, porque la suma devengada por la empresa sería de once millones cuatrocientos ochenta y siete mil pesos.

Y eso es tanto más probable cuanto que el cinco por ciento anual es excelente colocación para grandes capitales y los capitales interesados no se verían en la necesidad de fomentar la producción, arriesgando nuevas sumas, sino que esperarían tranquilamente el crecimiento vegetativo de la riqueza, el fomento que da de sí cualquiera empresa garantizada, a los veinte años.

El sistema de contribución del Estado con seis mil pesos por kilómetro es preferible porque la empresa se ve así obligada a atraer nuevos capitales que se establezcan en las orillas o en las extremidades de la vía, a fin de obtener flete. Y la contribución del Estado así, por una sola vez, resulta un medio barato de dotar a la nación de las vías de transporte que debía costear en totalidad del Estado. Este, además se convierte en algo así como un socio comanditario que cobra su ganancia del aumento de la riqueza tributable.

Pero sospecho, ya externada mi opinión, que se pregunta usted: ¿y cómo votó este hombre el ferrocarril de Manzanillo a La Vega, con garantía de ganancia de 5 por ciento anual?

Me adelanto a la posible pregunta:

La razón determinante fue el informe del perito forestal Mr. Karl Woodward. Después de explorar durante meses nuestros bosques ese caballero afirmó que había en ellos once billones de pies cuadrados de madera de pino, de una pulgada de grueso el pie.

Y yo me dije: este ferrocarril, como todos saben, será construido principalmente para el transporte de ese pino, y no hay peligro en garantizarle cualquiera suma de ganancia porque desde que esté terminado tendrá asegurado el flete de once millones de estivas de pino de a un millón de pies cuadrados cada una. Con ese volumen de flete no hay posibilidad de que no rinda un mínimum de cinco por ciento anual de ganancia y, por lo tanto, no hay peligro de que el país se sienta agobiado por una carga insostenible.

Deseándole salud, y prosperidad en sus empresas, quedo de Ud.

Obsecuente amigo y s.

JOSÉ R. LÓPEZ

Listín Diario,

17 de julio de 1913.[32]

Desde antes de adquirir las tierras en Barahona, Don Eleuterio Hatton, un gran conocedor del negocio azucarero, por haber sido dueño de los ingenios “La Fe” y “San Isidro”, había realizado diversos “estudios sobre el Rio Yaque del Sur y el Valle de Neiba[33]; por ello, una vez que compra los terrenos e inicia el desarrollo de las plantaciones de caña, le solicita a la Compañía de Gestión y Consulta de las Indias Occidentales, que hiciera las debidas investigaciones de las propiedades que serían utilizadas para producir azúcar en Barahona, de modo que el resultado de esa opinión pudiera convencer a los grandes capitalistas de la factibilidad, positiva o negativa, del desarrollo del molino en Barahona.

Después de conocer los aportes realizados por Eleuterio Hatton, en el ámbito científico, donde patentizó varios inventos en Estados Unidos, Cuba, España y República Dominicana; en el terreno revolucionario, donde apoyó, organizó y dirigió parte del proceso de independencia de Cuba y Puerto Rico y en la esfera empresarial donde construyó varios ingenios azucareros, plantaciones agrícolas y explotó minas de diversos metales, tenemos que concluir que este señor fue UN GRAN VISIONARIO.

Denuncia de descubrimiento de Mina, realizada por Eleuterio Hatton.

                          


[1] AGN. Expediente relativo a la apelación interpuesta por Alejandro Bass contra sentencia dictada a favor de J. E. Hatton y Compañía por embargo inmobiliario. Año 1886.

[2] Juan J. Sánchez. La Caña en Santo Domingo. Santo Domingo. Imprenta de García Hermanos. 1893. Página 37.

[3] Hoetink, Harry. El Pueblo Dominicano 1850-1900. Apuntes para su sociología Histórica. Universidad Católica Madre y Maestra. Santiago, República Dominicana, agosto del 1971. Página 23.

[4] Leonardo Conde. Historia de la Nación Dominicana. Tomo II. Santo Domingo 2017. Página 60.

[5] Se entiende en el país, un caño que comunica con un río.

[6] Juan J. Sánchez. La Caña en Santo Domingo. Santo Domingo. Imprenta de García Hermanos. 1893. Página 39.

[7] Hoetink, Harry. El Pueblo Dominicano 1850-1900. Apuntes para su sociología Histórica. Universidad Católica Madre y Maestra. Santiago, República Dominicana, agosto del 1971. Página 22.

[8] Ibídem. Página 24.

[9] Memoria que al Ciudadano Presidente de la República Presenta el Secretario de Estado en los Despachos de Fomento y Obras Públicas. Santo Domingo. Imprenta » Cuna de América”,” José R. Roqnies. 1898, página 15.

[10] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60-10. 1893-05-23.

[11] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60-11. 1893-05-24.

[12] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60,60-01. Contiene un índice de actos. 1893-05-24.

[13] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60-09. 1893-06-07.

[14] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60-08. 1893-06-07.

[15] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60-04. 1893-06-10.

[16] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60-06. 1893-06-22.

[17]  Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60-05. José Antonio Martínez, alcalde constitucional. 1893-06-23.

[18] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60-07. 1893-06-30.

[19] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 34-60-02. 1893-07-12.

[20] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 04-122. 1894-08-07.

[21] Archivo General de la Nación / Archivo Real de Bayaguana / 01 // 04-125. 1894-09-13. 

[22] AGN. Boletín del Archivo General de la Nación. Año LXXXI. Volumen XLIII. Número 152. Historia y documentos, Moisés Alejandro Anderson. Efraín Baldrich Beauregard. Santo Domingo, D. N. Septiembre-Diciembre 2018. Página 452.

[23] La Inmigración Azucarera del siglo XIX, José del Castillo. Trabajo publicado en Diario Libre, 16/5/2009.

[24] Colección de Leyes, Decretos y Resoluciones. Resolución del Poder Ejecutivo Núm.2228, de fecha 15/5/1884.

[25] Historia de la Nación Dominicana. Tomo II. Leonardo Conde. Santo Domingo 2017. Página 199.

[26] AGN. Colección de Leyes, Decretos y Resoluciones. G. O. Núm. 2421, del 30 de Julio de 1913.

[27] Emilio Rodríguez Demorizi. SAMANÁ, pasado y provenir. Segunda edición aumentada. Sociedad Dominicana de Geografía. Vol. V. Editora del Caribe. Santo Domingo, 1973. Página 49. Además, Historia de la Nación Dominicana. Tomo II. Leonardo Conde. Santo Domingo 2017. Página 161.

[28] Las denuncias de minas a nombre de Hatton están publicadas en la Gaceta Oficial, año XXXIII, Núm. 2789, de fecha 28 de marzo de 1917.

[29] Colección de Leyes, Decretos y Resoluciones. Resolución No.5251. G. O. No.2421, de fecha 30 de julio del año 1913.

[30] Ibídem.

[31] Colección de Leyes, Decretos y Resoluciones.  G. O. No.2421, de fecha 30 de julio del año 1913.

[32] José Ramón López. Escritos Dispersos. Tomo II: 1909-1916). AGN Vol. XVII. Superintendencia de Bancos. Andrés Blanco Díaz. Editor. Páginas 209 a 2012

[33] José Luis Sáez. Papeles del Padre Fuertes (1871-1926). Colección Quinto Centenario. Santo Domingo, República Dominicana. 1989. Página 285.

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