Por: Ing. Carlos Manuel Diloné
Hoy JORGE LUIS FELIZ, nos dice adiós, un hermano con quien nos criamos se nos va, y con él un pedazo de nuestras vivencias también se marcha. Es que nunca nos preparamos para partir, siempre corren los recuerdos por los espacios imaginarios de nuestra conciencia y revolotean los estados anímicos.
Recuerdo cuando nos desplazamos a supervisar una finca cafetalera, y con muchos chivos, en las escarpadas lomas de Bahoruco, me indicaba cómo debía manejar, pues conocía el camino mejor que nadie, hoy te vas amigo ejemplar, y nos dejas tu memoria poblada de recuerdos, nos dejas además, los sueños de nuestra inocente niñez, donde nada era de nadie y todos disfrutamos con lo que había.
Mi generación, parece caminar lentamente a la sepultara, al lugar donde concluyen todas las esperanzas, se desvanecen todos los deseos, se hielan todos los amores, se pierden todas las ilusiones. Quizás el ciclo de la vida, comienza a pisarnos los talones. Por ello, debemos vivir en comunidad, transmitir valores y mucho amor a los nuestros, como tú lo supiste hacer.
¡Lamentable constitución humana! ¡Fallo inevitable! ¡Irrevocable sentencia! ¡Muerte terrible!, tu nos ha robado de un golpe el gozo, la alegría, la magnificencia, el decoro, la gloria, la esperanza de mi generación, tu nos privaste de un gran hermano, te has llevado a JORGE un gran hombre, un buen hijo, un gran padre, un buen hermano, que supo granjearse el aprecio, estimación y amor de todos los que le conocimos.
El trato que me dispensaste, la confianza con que me honraste y el amor con el que nos criamos, serán eternos en mi memoria.
Hoy que caminas al encuentro con el creador, pido que tu lámpara siempre esté encendida y que Dios te muestre el sendero, mientras tanto, y con el corazón muy afligido te digo: DIOS TE ACOMPAÑE QUERIDO HERMANO MÍO.
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